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Sofía miraba a través de la ventana del automóvil, su expresión de emoción se notaba desde lejos, pues sería la primera vez que ella iría a la playa. Su edad no era de más de 6 años, su madre la miraba desde el retrovisor contenta, su padre no despegaba la vista del camino.

Después de varias horas de camino por fin habían llegado a su destino, un faro un poco despintado por el tiempo y deteriorado por el salitre del mar se alzaba desde el horizonte, su padre estacionó el automóvil enfrente de un portón casi oxidado en su totalidad, ahí los esperaba el abuelo de Sofía.

Sofía bajó del auto corriendo y fue a abrazar a su abuelo, él la cargó en sus brazos y la beso en su mejilla, su madre también fue a saludarlo mientras su padre bajaba las cosas del auto. El abuelo los invito a pasar al faro Sofía se quedó dudosa.

—¿Qué pasa Sofía? — cuestionó el abuelo.

—¿Vives en un faro?

Su abuelo lanzó una carcajada

—Tu abuelo ha vivido aquí desde hace mucho tiempo— dijo su madre acariciando la cabeza a Sofía

Entraron al faro y subieron las escaleras en forma de caracol, llegaron a la sala dejaron las maletas en el sillón color café que tenía el abuelo, Sofia examinaba cada rincón de aquella pequeña sala.

—Y ¿Por qué vives aquí abuelo?

—Bueno pues alguien tiene que cuidar la playa, para que los barcos no choquen con ella y para que los niños que vienen a nadar aquí no se los lleven las sirenas

—¡Papá! - exclamó su madre

—¿Sirenas? ¿hay sirenas en la playa?

—No mi amor solo son cuentos de tu abuelo— dice su madre tomándola de los hombros —mira mejor ponte tu traje de baño y vamos a la playa ¿sale? — Sofía asintió con la cabeza y corrió a cambiarse, su madre le lanzó una mirada al abuelo quien sólo respondió con una carcajada.

—¿Por cuánto tiempo se quedarán?

—Papá tranquilo, acabamos de llegar, pero ya que preguntas realmente estamos aquí porque quiero que la cuides un par de días, en lo que Miguel y yo resolvemos lo del divorcio. — dice bajando la mirada y el tono de la voz.

—Hay hija, yo

—Está bien padre, sólo dime que sí podrás cuidarla.

—De acuerdo pero no vayan a tardar mucho— le dice dándole un apretón en el hombro a su hija quien tenía el rostro lleno de tristeza, ella lo miró y le sonrió en eso Sofía apareció en la habitación con su traje azul de baño y una sonrisa de oreja a oreja.

Los dedos de Sofía se enterraban en la arena, el viento jugaba con sus cabellos y la briza del mar golpeaba su rostro, sus ojos se perdían en el horizonte del mar, Sofía lanzó una sonrisa y corrió directo al agua, se acercaba a la orilla cuando una enorme ola rompió frente a ella, la espuma y el agua correteo a Sofía unos cuantos metros, su sonrisa se había borrado, el miedo la había invadido, otra ola rompió y el agua llegó a tocar los dedos de Sofía, una fuerte briza azoto el rostro de Sofía y el mar se tranquilizó, las olas se dejaron de crear, Sofía nuevamente se animó a nadar en el mar que esta vez parecía que se había quedado dormido. El agua inundó sus pies hasta los tobillos, ella sonrió nuevamente y se dejó caer en el agua, salpicaba el agua con sus pequeñas manos mientras soltaba carcajadas.

La madre de Sofía junto con el abuelo la miraban de pie a unos escasos metros de la orilla, su madre miró a sus espaldas y vio a Miguel recargado sobre el faro, su padre notó su mirada, sabía lo que quería, en lo profundo de ella aún deseaba salvar su matrimonio y es que después de saber la historia que comparten ambos sabía que no era fácil aceptar el final que tendría.

Azul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora