La casa

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La casa

Es una casita rústica. Luces apagadas, rejas negras. Un bicho que se retuerce en el patio. Luces apagadas, destellos y rejas negras, el bicho que se retuerce en el patio, en la calle que antes era parte del patio de la casa. Rejas negras donde hubo rejas bordó. Barretas donde antes había rejas bordó.

El bicho que daba retortijones está de espaldas, en posición de emprender fuga. La calle se abre como una cripta, el vértice de una pared de ladrillos se desmorona. Despiertas.

Una casita rústica, a la vera de un bosque de eucaliptos, la casita en mala ubicación, sobre un camino que debe cortarse, junto a un canal de riego, agua cristalina, parece un riachuelo, piedrecillas, agua corriente, agua transparente, piedrecillas, árboles, eucaliptos. Una mujer lava ropa a la orilla del río. Es río no era canal, es río y los eucaliptos a la orilla, y la calle de tierra. Se dice que la alcaldía abrirá una calle por donde justo se encuentra la casita. Desapareces.

Casa premonitoria. Sobre un río seco. Dicen que el río enfurecerá y vendrán las aguas y la casa será derribada y arrastrada. Casa de papá, junto a otra casa. Casita que está sobre una calle nublada. Casita con escaleras hacia abajo, bajan, no suben. Para quien entra bajan, para quien sale, suben. Casita económica. Al fondo hay misterio. Desapareces...

Casa situada entre otra casa y una calle. Vendrá la topadora a llevarse tres tercios. Quedará una lengua sobre el camino, y no hay seguridad de que quede libre esa lengua, podría ser de la vecina. Aparece horizontal, después vertical, se acomoda como baldosas, como cajitas que se ponen delante o al lado de otra cosa más importante, por tanto esta no es importante. Es solo una casita que dejará de ser.

Calle abajo hay otro terreno. Allá se hace la casa. Porque la de arriba será una lengua, se hace o se piensa hacer una casa, se la hace con la mente, el pensamiento construye la casa para remplazar la lengua. Finalmente la casa se sitúa, sí, ella camina y se sitúa en un barrio minero, dicen que es minero, se asienta ahí, pero parece otro barrio, pero está la casa de ladrillo rústico, rejitas, patio estrecho, apenas un metro de distancia entre la vereda y la verja (si se puede llamar verja a unos fierros de construcción altos cruzados artesanalmente) y otro metro entre las rejas y la pared. Acá viviremos. Que vengan todos.

Ingresas de la mano de una nena de abriguito rojo. Es tu hija, o quizá tu nieta. Pero casi inmediatamente sales. Necesitas hacer una diligencia. Subes por un puente peatonal de la avenida, la casita queda debajo del puente; miras, la nena de abriguito rojo pasa entre las rejas. La miras para detenerla con los ojos, por favor no salgas, tiene apenas dos años, no salgas, no bajes la acera, no cruces la calle... Una hoja se ha detenido en el único árbol de la vereda, un único árbol que tiene una sola hoja, la hoja caía pero se detuvo en la única rama que el árbol tenía, la hoja caía, pero ¿si no había más ramas cómo tuvo hojas este árbol? Es hoja del viento y se ha detenido. La nena usa un abriguito rojo, nadie la detiene, la puerta estaba demasiado insegura para impedir su paso. La nena desciende el pretil de la acera. Detienes tu mirada desde lo alto del puente y tu aliento. El grito no sale, podría distraerla. Dejas que el silencio se apodere del instante en que cruza la calle un segundo antes de que un automóvil pase a velocidad. La hoja cae al asfalto. La nena. A salvo. Frente a la casa que ya no está en el barrio de mineros, sino en un barrio cercano a un hospital, con avenidas y distribuidores y colectoras y autopistas... y la casa sola, vos arriba del puente sujetándote del pasamanos, la nena debajo. Sola y su abriguito rojo.

Autora: Rossemarie Caballero Vega

                      from Bolivia

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