Una frígida veta de cenizas era el reposo de cientos de cuerpos que alguna vez fueron alguien con una historia. Ahora es un festín de cuervos y necrófagos que llenaban el argénteo y nublado cielo con sombras de sus figuras en busca de carne de su preferencia.
Una polvareda oscura, que se disipaba conforme a una figura emergía de entre un par de cadáveres, surgió. Entre la espesura de la niebla y la oscuridad de las cenizas se revelo, sorprendentemente era nada más que un hombre, no emitía ningún sonido, a excepción de crujido de su armadura semi oxidada a punto de quebrarse.
No era una armadura común, estaba echa específicamente para aquellos audaces que llevaban su valentía a niveles extremos enfrentándose a la preponderancia eclipsada de los Corrompidos.La parte trasera de la celada era esférica, casi de la misma forma que una cabeza humana común, es este, cruzando por el medio, se encontraba un relieve en detalle de una columna espinosa de un dragón con sus alas inclinadas hacia delante, indicando la visera. Una visera algo cuadrada, pero con una terminación semi triangular, y a la altura de los ojos poseía una delgada línea por donde observar, aunque esta línea era opacada y no se lograba observar los ojos de su portador.
En su torso llevaba una túnica cobre de detalles blancos, algo quemada y no tan larga, llegaba a la altura de los muslos. Sobre este se encontraba un gorjal de un acero renegrido y dañado con tajos y golpes de batallas antiguas.
Por un lado, el brazo izquierdo estaba conformado por una hombrera donde un cráneo de un dragón de acero se alzaba y bajando por él, guardabrazos, codales, brazales y un guantelete protegían su brazo.
Aunque por el otro, las únicas piezas de placas eran una codera y una muñequera, pues el resto estaba cubierto de un cuero castaño.El resto de su armadura consistía en rodilleras y grebas con unas especies de cuernos emergiendo de forma simétrica.
Aunque estaba en estado deplorable y quemado, como si las llamas del Primer señor de la Hoguera Ocre hubieran desatado la furia personificada en él.
No era ningún guerrero común ¡Era un propio Jinete del Abismo!
Esto bélicos aun conservaban la cordura y humanidad de un hombre, comandados por el olvidado rey Ýlese, el hombre que cayo en la corrupción por la codicia de la luz, aquello que salvo a la humanidad de caer en las sombras por la eternidad.
Se irguió, y el chirrido de su metal resonó por todo el campo.
Entre carne y escombros tomo una espada poco común, era totalmente recta y oscura como un diamante negro, a la vista parecía sin filo, pero él al balancearla el mismo aire se cortaba y su empuñadura se asimilaba a una gasa cubierta de sangre.Y la arrastro mientras caminaba.
Balanceándose, confundido y mareado, en su cabeza atronaba gritos de agonía, él no recordaba ¿Qué había echo?
Se paro y miro al cielo, que poco a poco se teñía de azafrado y escarlata, era el atardecer.
Aquella luz de paz, que le distraía de las voces en su mente, se vio interrumpida por voces Infrahumanas.Un guerrero del suelo se levanto, le faltaba un brazo y tenia un agujero gigante en su pecho, además de incontables quemaduras.
Estaba muerto, pero aun se movía, ¿Qué sucedía?¿Muertos volviendo a la vida? Solo en un lugar podía suceder aquel acto, y era en la misma muerte.
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Un haz de luz que ilumina un acero quemado
FantasyLa muerte es un camino más para un bélico como los Jinetes del Abismo, pero su conclusión aguarda una desmesurada verdad. Esta es la crónica de un soldado que busca el motivo de su muerte durante los tiempos más oscuros de las tierras donde él nació...