El hidalgo de la armadura desgastada retrocedió unos cuantos pasos, era imposible saber su reacción debido a su desconocido rostro.
Alzó unos cuantos centímetros su espada, en signo de pelea, pero en aquel momento una borrasca de viento y ceniza atravesó su cuerpo como una garrocha a toda prontitud.
Azorado en el suelo, el viento simulaba una tunda que le impedía levantarse.
A su lado mientras los cadáveres se aupaban del terreno, aunque parecía que el viento no les afectaba, se hallaba un individuo que llamo la atención del bélico postrado en el suelo.
Solo quedaba el torso, y su cuerpo era puramente carne quemada, pero pudo reconocer una parte que aun quedaba de su armadura destruida. La hombrera, aquella hombrera no era común, era su misma hombrera, aquel muerto viviente solía ser otro Jinete del Abismo.
…
Frígida era la noche, acompañada con bramidos del exterior y una soledad espectral, en un campamento, en la oscuridad de la noche, en las épocas más oscuras de las tierras de Mytos. Alrededor de una fogata, tres Jinetes miraban fijamente a las flamas.
- ¿Recuerdas las historias sobre la época dorada? Me cuesta pensar esta gris soledad alguna vez tuvo vida, ¡Míranos! Peleando contra nuestro futuro destino, la muerte.
- No seas tan pesimista, Milan, estamos vivos y eso es lo importante – Exclamó uno de los Jinetes. Él se alzó del suelo, las flamas mostraron su rostro.
Un hombre, joven, aunque su rostro daba la impresión de ser mayor, su mirada delataba seriedad, él inspiraba un gran respeto. A diferencia de sus compañeros, no se ataviaba con la armadura superior, en cambio, la única defensa del torso hacia arriba eran unas muñequeras.
Su cabello era negro, una cresta trenzada, y llevaba la barba de una semana.
- ¿Acaso no nos han enseñado a vivir como el fuego mismo? ¿Acaso no juramos aceptar la vida, cuidarla, respetarla? Tal como nuestras flamas, debemos...
- Ya déjate de estupideces, Therion. Jinetes del Abismo, comandados por la Corona de Obsidiana, juramos combatir contra el hueco que dejo la Corrupción luego de que revelaran el secreto de la luz y la flama a los humanos.
Aquel Jinete llamado Milan, se levantó, revelando a un hombre, demasiado joven, de piel bastante pálida, una cabella larga, fina y de una tonalidad ceniza, a diferencia de Therion, él usaba su armadura completa, aunque esta era un poco más ligera.
- Según una jodida leyenda, MATAMOS a los dragones, le ARREBATAMOS su vida, ¿¡Qué no lo ves!? Así será siempre, vida y muerte, hasta el fin de la eternidad, no vale la pena esto.
Antes de que Therion pudiese responder, un graznido exánime cortó la discusión de los Jinetes.
Un Corrompido, un ser que desconoce la existencia de la libertad y la vida, su única verdad es vivir como un siervo de sus necesidades más básicas. Intentando saciar el vacío dentro de si, de una forma u otra.
El ser de piel gris y cuencas oscuras y vacías se acercó desde la penumbra, atisbando deseosa carne para el vacío perenne intimo suyo.
- Yo me encargo – Murmuro Milan, desenfundando un estoque, aproximándose a paso tenue hasta donde claridad de la fogata llegaba.
Therion, y un último Jinete quedaron solos ante la fogata.
- No seas como él, no pierdas esperanza, además, se que no piensas como él, no después del motivo por el cual te uniste.
El último Jinete alzó ligeramente su cabeza cubierta por el yelmo.
…
El viento incrementaba, y los cadáveres no paraban de surgir desde las cenizas.
En un intento desesperado, la espada del Jinete se tornó al rojo vivo, la cual, inmediatamente, comenzó a arder. Las flamas cubrían la cuchilla.
Levantó su arma, como un soldado con su orgulloso estandarte, giró la espada una y otra vez por el aire, en una forma circular.
Las llamas comenzaron a surgir del suelo, engendrando un torrente de fuego carmesí a su alrededor.
Ataviado con sus propias llamaradas, el viento no era un problema, en el acto correspondió a acabar con las amenazas a su alrededor.
El hierro atravesaba la carne como una guillotina, junto a las brasas, incineraba los cuerpos como si fuesen papel.
…
Él sabia que algún día llegaría, la muerte acecho a su pueblo por décadas, por mucho que la Corona de Obsidiana haya puesto su defensa allí, fue inevitable.
La plaga de la Corrupción nació en Lerhor, el hijo del leñador al sur, inmediatamente, se expandió, y los seres sin corazón tomaron el pueblo.
Una joven yacía en el suelo, violada y mutilada. A su lado, un muchacho, roto en lagrimas.
![](https://img.wattpad.com/cover/23481236-288-k937095.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Un haz de luz que ilumina un acero quemado
FantasyLa muerte es un camino más para un bélico como los Jinetes del Abismo, pero su conclusión aguarda una desmesurada verdad. Esta es la crónica de un soldado que busca el motivo de su muerte durante los tiempos más oscuros de las tierras donde él nació...