El matón
Taehyung iba corriendo a la velocidad de la luz, de una forma muy exagerada, ya que parecía un coche de carreras.
Aunque estuviese llegando tarde, al tocar el timbre las puertas de su instalación cerraban y a él solo le quedaba unos pocos metros para recorrer y ya habría llegado a su destino.Pero el tiempo no le ayudaba demasiado, ya que ni a mitad del trayecto el conocido timbre comenzó a sonar dando comienzo a las clases y cerrando las puertas de entrada.
Llegando poco después a ella, gritaba a todo pulmón para que le abrieran la puerta, pero nada ni nadie estaba al tanto de los gritos.
Hasta que se le ocurrió la brillante idea de entrar por una gran ventana que ocupaba puesto en el aseo masculino.
¿Porqué había una ventana tan grande en un aseo privado?
Ni el sabia la respuesta, pero por primera vez en su vida agradecía aquella ventana por existir.
Intentaba abrir la ventana, pero no se podía desde fuera.
Ahora mismo esa era la única entrada disponible, y a causa de su altura no llegaba ni para poder colarse en la puerta de la entrada.
Pensándolo mejor, Taehyung puso su mochila para intentar subir y ganar altura, pero fue en vano.
Un paso en falso hizo que resbalase con la mochila y se cayese de espaldas en el amplio césped; rasgándose sus ropas y parte de sus codos, pues fue con los que intento apoyarse en plena caída.
De un momento a otro comenzó a escuchar ruidos ajenos, tal parecer eran unos zapatos aproximándose al rubio; intentando buscar una forma de escapar, recogió su mochila rápidamente y seguido intento levantarse en un falso intento.
Pues tal parecer el joven se había doblado el tobillo y no tenía forma de correr y salir de ahí.
La persona poco a poco se escuchaba más cerca y el miedo de Tae incrementaba aun más.
Una de tres, o salia sano y salvo sin problema alguno, él que venía hacia él era un profesor para regañarlo o también podria ser un estudiante de grado superior.
Pues estos normalmente se saltaban las clases.
De vez en cuando el rubio presencio aquello en mitad de los pasillos, deseando que alguno de esos narcisistas; como él los llamaba, se enfermasen por algún tipo de transmisión sexual; pues tampoco es que fueran a ser útiles para nada según su punto de vista.
Eran la imagen de la ignorancia.
Pero dejando de lado el tema, ahí se encontraba el rubio tratando de esconderse a la pata coja detrás de un arbusto.
Sin resultado.
Era como si hoy fuese su día especial, no paraban de sucederle desgracias; si no era llegar tarde, era torcerse el tobillo, y eso que aún no eran ni las nueve de la mañana.
Los pasos se escuchaban más rápido, y los latidos del corazón de Tae al igual.
Pudo ver como una cabellera azul se asomaba por una esquina.