Parte II

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Al día siguiente, en el Gran Comedor, me di cuenta que muchos Slyhterin me miraban pero no escuché ningún rumor raro sobre mí. Supongo que Malfoy les había dicho que no dijesen nada de mi visita a las mazmorras y lo agradecí pues por ahora prefería mantenerlo en secreto.

Todo seguía igual aunque yo sentía que estaba descubriendo un nuevo mundo, uno en el que los omegas habían dejado de ser mis «enemigos» para darme cuenta que simplemente luchaban (mucho más de lo creía) o aceptaban su naturaleza día a día, como lo hacía yo.

Las conversaciones a mi alrededor durante la comida me confirmaron que, al menos mis amigos, seguían enfrascados en la rutina y su rumorología.

―Me he enterado de que Malfoy ha roto su compromiso con Astoria Greengrass ―comentó Ginny y yo dejé de comer por la sorpresa, no tenía ni idea de que Malfoy estuviese prometido―. Las malas lenguas dicen que pilló a Grengrass con otro alfa.

Miré a la mesa de Slytherin como acto reflejo pero no vi la cabellera rubia de Malfoy.

―No deberías dar crédito a todos los cotilleos ―sermoneó Hermione―, puede haber muchas razones para romper un compromiso, no solo la infidelidad.

―En Slytherin no creo que nadie sea fiel a nadie ―dijo Ron―. Con tanto alfa y omega juntos seguro que se acuestan con cualquiera.

Y ya no presté más atención a la conversación, no me apetecía discutir y tampoco escuchar los típicos prejuicios entre casas. Pero entonces recordé dónde había escuchado ese apellido, las dos chicas omegas que se incomodaron con mi llegada a las mazmorras eran Greengrass, así que una de ellas debía ser la exprometida de Malfoy.

De pronto no sentí mucha hambre y decidí ir a volar por los terrenos del colegio.

Volé con mi escoba por Hogwarts todas las tardes los siguientes días, era de las pocas cosas que me despejaban la mente y que me ayudaban a tranquilizarme. Al tercer día, cuando me acerqué al campo de Quidditch vi que Malfoy estaba sentado en las gradas, a su lado descansaba su escoba, y decidí acercarme a saludar.

―Creía que era el único loco que volaba a todas horas ―dije mientras aterrizaba a su lado.

―Parece que no ―dijo escuetamente.

―¿Estás bien? ―me senté muy cerca de él e intenté peinarme para que mi pelo no pareciese un desastre.

―Sí, estoy bien.

El silencio se alargó, no me gustaba.

―¿Quieres ir ya a las mazmorras? ―me preguntó, habíamos quedado más tarde en vernos allí―. Ya tengo la poción.

―Claro, vamos ―hubiese querido preguntarle si estaba así por su compromiso roto, pero era algo muy personal y no me pareció apropiado, además no parecía querer hablar en absoluto.

El camino a las mazmorras fue algo tenso, intentaba pensar la manera de tener una conversación con él para que no resultase una sesión incómoda pero si Malfoy no estaba de humor poco podía hacer.

―Tengo la sensación de que Zabini me mata con la mirada ―dije algo preocupado al notar tu hostilidad al pasar por la sala común.

―No lo creo, es por mí, últimamente nadie me soporta ―sonrió de lado. Se acercó a su baúl y sacó un par de viales―. Nos las beberemos a la vez.

Nos sentamos en la cama, lo más cómodos que pudimos y nos bebimos la poción. Sabía mal, como no.

―Tenemos que esperar un poco― me informó.

Dicho esto empecé a notar como alrededor de mi cuerpo iba apareciendo una neblina de color rojo. Al mirar a Malfoy vi que ocurría lo mismo pero su neblina apenas era visible y estaba muy cerca de su cuerpo.

Dilema Alfa (Harco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora