El tiempo iba consumiéndose de la misma forma que lo hacían los pocos pensamientos positivos que por aquel entonces rondaban por mi cabeza, Los minutos parecían horas y los días eran eternos. Día tras día recordaba aquel momento en el que mi padre dejó por primera vez su odio de lado y se dirigió por primera vez hacia mi como debía haberlo hecho desde el principio, como un padre...
En aquellos momentos yo comenzaba a tener algo de sentido común, todos aquellos sucesos que ocurrieron tan inesperadamente marcaron un antes y un después en mi vida, fue por aquellos instantes cuando comencé a darme cuenta de la barbaridad a la que estábamos siendo sometidos, cuando por fin, mis pensamientos de niño pequeño comenzaron a cobrar algo de sentido y dejar de ser tan infantiles.
Mi madre por su parte, hacía todo lo que podía por mantenerme a pesar de tratarme como un estorbo, algunas veces se derrumbaba y yo no sabía que hacer para evitar aquella situación tan horrorosa, mientras que yo, por mi parte, tan solo dejaba aflorar mis sentimientos escondidos bajo la tenue luz de la luna, justo en el momento en que sabía que nadie me veía y no podía observar todos los gritos que ahogaba constantemente en mi silencio, para que nadie pudiese ver como me rompía a pedazos recordando aquellas ultimas frases de mi padre y anhelando con toda mi alma que aquella situación acabase lo antes posible.
Recuerdo que los días previos a la celebración de los juegos los del capitolio se dedicaban a bombardearnos con información proveniente de dentro, veíamos las entrevistas de cada tributo, veíamos sus puntuaciones, sus declaraciones, absolutamente todo, pero cada vez que le llegaba el turno a mi padre lo único que era capaz de hacer por mi parte era apartar la mirada y evitar escucharle a toda costa, unos lo tratarían como un acto de cobardía, otros como un acto de debilidad, pero muchas veces nos vemos incapaces de afrontar la realidad cuando se trata de la vida de un familiar por lo que yo prefería calificarlo como un acto de salvación.
¿Y saben lo que más rabia me daba por aquel entonces?, ver como toda la población volvía a su vida cotidiana sin dar un mínimo ápice de importancia a los juegos, sabiendo que dos personas de nuestro distrito estaban condenadas a una lucha a muerte donde solo podía haber una persona ganadora...
Sin embargo, el destino volvió a utilizar uno de los ases que se guardaba bajo la manga, o al menos esa fue mi interpretación cuando uno de los días previos a los juegos me topé con una chica que parecía totalmente destrozada, por unos momentos, pude verme reflejado en aquella persona, llorando en soledad pensando que nadie sería capaz de ayudarla o de hacer algo por remediarlo. Ante aquella situación tan solo se me ocurrió acercarme con la mejor de mis intenciones y ponerme de cuclillas por delante de ella, "¿Puedo ayudarte?" le dije con un tono amistoso mientras ella levantaba lentamente su cabeza de sus brazos entrecruzados y observó mi rostro entre sollozos y permaneció en silencio durante unos segundos bastante incómodos, "Si te ocurre algo yo puedo ayudar te lo prometo" le dije con la mejor de mis intenciones cuando de pronto, aquella joven se levantó y sin dirigirme ni una sola palabra se fue yendo del lugar lentamente, *¿A que viene eso?* pensé yo en aquel momento al ver que la niña no respondía de la forma esperada, por mi parte, decidí no darle demasiada importancia a aquel asunto, era normal que no quisiese hablar con un completo desconocido o que se sintiera incómoda con mi presencia, quizá tan solo deseaba desahogar en paz sin que nadie la molestara y yo simplemente fui la persona que acabó con la poca paz que le quedaba.
Al día siguiente llegó el día que tanto temía, los juegos del hambre estaban a poco tiempo de comenzar y yo tan solo deseaba que se acabasen lo antes posibles incluso tiempo antes de que se iniciaran. Recuerdo que aquel día no solté el medallón para absolutamente nada, lo llevé conmigo a todas partes incluso para ayudar en las tareas cotidianas. Aquel día fue un horror, en uno de mis paseos matutinos recuerdo que no dejaba de pensar en los juegos, recuerdo aquella sensación de intranquilidad y estrés que invadía todo mi cuerpo, hasta tal punto que comencé a sentirme fatal, para empezar me invadió un dolor de cabeza muy fuerte y las piernas comenzaban a no responderme como debían, sentía como poco a poco la fuerza se iba desvaneciendo de mi persona y, nada más cerrar los ojos pude sentir por último como mi cuerpo se desplomaba chocando contra el suelo en un golpe seco.
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Los Juegos del Hambre Serendipia
SonstigesDespués de las revueltas, la calma precedió a la tormenta... sin embargo, la vida de todas las personas cambió para siempre cuando un nuevo golpe de estado emergió de las profundidades del distrito 13, el poder corrompió a miles de corazones que hab...