Muchas otras veces me he visto cuestionando la realidad de mi situacion. Siendo honesta en su totalidad puedo convencer a varios de multiples y vanas historias que se conjugan en primera persona.
Sin emmbargo por esta única vez me he de dedicar a escribir sobre él. Tal vez por que me siento tan vacia y tan enonadada en mi egoísmo ironicamente acompañado de sus recuerdos que lo menos que puedo hacer es sacar a viva voz las lágrimas que mi cada vez mas duro corazón ya no expresa por las noches con gotitas de añoro que por tanto tiempo derramó.
Tiene digamos cabellos rubios, digamos negros, digamos que no tiene cabello, pues su cabello es la mas mínima de sus virtudes. Tiene una enorme capacidad de meterse en mis entrañas y pretender que no le importa, suponer que si yo sufro es por que admiro su falta de interés, e ignoro mi necesidad de continuar.
Tiene ojos que sin tener que fijarse en mi gobiernan mis acciones en las tardes de lluvia cuando con pocas ganas de quedarme en casa, me privo salir para evitarme memorias enajenadas que tanto trabajo me ha costado guardar en el lecho de aquel último adiós acompañado de nubes que se precipitaban a caer sobre nuestros cuerpos a punto de la partida.
Tiene la gloria que le he regalado en los ultimos años y la maldición de no poder salir de mi mente más que en momentos de excesos que terminan en arrepentimiento y desesperación. Tiene piernas que se empeñan en separarnos, en distribuir mis disgustos a lo largo del mundo y que se aferran a que sigamos en un lapso eterno de incertidumbres sembradas por los días que pasan y no llegan nunca.
Tiene labios que provocan mi desprecio cuando con increíble facilidad resuelven mis olvidos de abrumantes desenlaces, de patéticas y largas horas de reflexion sobre un futuro que nunca alcanzo y que me hacen caer nuevamente a sus pies con una simple sonrisa. Tiene las manos más suaves, tan suaves que al llano roce con mi piel debilitan en segundos las más rígidas de mis decisiones, manos que señalan horizontes que aunque francos, son a mi parecer tan lúgubres como idealistas, pues aunque lo intento me es casi imposible no tener dos ideas de cada accion que tomo desde que no dejo de pensar en mí, pero no puedo dejar de pensar en él.
Tiene pies que marcan con astucia un compás que suena a una melodía triste de igual manera si viene, de igual manera si se va. Pasos que al alejarse me condenan a la dicha, una dicha tan inmerecida como el sonido de sus pasos que van aumentando de volumen y que significan reencuentro, mismo que siempre infiere una pronta separación.
Tiene un sentido del humor que nunca he comprendido, pues le parece simpático verme sonreír y presume de mis reacciones la simpleza de mis acciones, y cuando se ríe si no es burla es juego, y si no es juego es irrelevante pues es tan bella su sonrisa que es trivial lo que está detrás de ella.
Tiene ganas de que las cosas funcionen. Tiene entera convicción de que sucederá, pero tiene tanto miedo (pues siente lo que yo siento) que prefiere contristarse las historias que yo desgarro a pedazos para cargar en su evocación de ocasiones en las que a punto estuvimos de ser, y hubo que conformarse con estar.
Tiene la facilidad de despertar en mi ilustres instantes como de volverme de devociones insanas. Tiene el tiempo que nos damos sin querer, y pierde el tiempo que quisiéramos tener.
Tiene en mi puesta su esperanza, y tengo en el muerta mi devoción. Suena triste esta prosa por que de nada ha servido que me exprese como si lo odiase, cuando sin elogiar mi falta de reciprocidad he logrado ser sólo mía culpándolo de nuestra mala suerte.
Él es la persona que sin buscar jamás nada, y por querer siempre todo, ha encontrado todo y ha querido nada.