Prólogo

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Y tenía un amor que era todo menos perfecto, pero era el amor de mi vida. Él era un hombre guapo sacado como de una revista, muy guapo, Daniel era un hombre normal en todo los sentidos, sin embargo, te podía hechizar con su exterior y al mismo tiempo destruir con su interior, a pesar de que yo lo sabía, estaba convencida de que me hacía feliz todos los días y para mí eso era lo único que importaba, puesto que a su lado podía reír, llorar y hasta soñar que podíamos construir juntos un futuro.

Sucede que en las relaciones siempre hay personas que entregan un poco más y esa fui yo, ya que por más que él quiso, mientras lo amaba con locura, lo cierto es que Daniel solo me quería y es triste. Esa es la realidad que vivimos muchas personas, solo que algunos nos damos cuenta a tiempo de que ese amor se vuelve un círculo vicioso y, que la vida no es de color rosa como nos lo hacen creer, que todas las historias de amor no tienen un final feliz. Archivamos los recuerdos como fotografías y nos vamos con la maleta llena de un corazón roto e ilusiones desechas.

El tiempo se desdibuja y las personas se van perdiendo, mientras tanto, yo me fui muy lejos poniendo hasta un continente de por medio, ya que no estaba preparada para volver a verlo, y más sabiendo que estaba con otra. ¡Maldito círculo de amigos y Facebook! Con sus famosas etiquetas que no te permiten olvidar, así metas todo hasta los recuerdos en la maleta. En fin, viajé conociendo y ayudando a quienes lo necesitaban, estuve en África como médico voluntario en Médicos Sin Fronteras, estuve observando de cerca las injusticias de este planeta, de esa tierra bendita y al mismo tiempo maldita por Dios, creo que hasta me volví un poco filosófica en el proceso, ya que cuando vives el dolor de otras personas, llega el momento en el que crees que debes cambiar.

La vida una noche puso a Aiden en mi camino y fue entonces que creí que podía enamorarme de nuevo, ¿saben? Sentí mariposas volar en mi estómago, que mis manos sudaban cuando se acercaba y por un momento efímero, me olvidé de Daniel. Entregué todo por el todo en aquella relación, solo que en mi mente comenzaron las comparaciones y bueno, que mi exnovio antes de venirme me marcó; sí, me marcó como suya follándome. Creo que entre él y yo era la única forma de estar bien, follar a lo bestia con miles de orgasmos que me llevaban al mismo nirvana.

Un día, mi mejor amiga me dijo que lo había hecho para joderme la vida, él sabía que lo amaba y cuando intentara otra relación no podría, ¡qué razón tenía Joana! ¿Qué podía hacer yo? Porque estaba empeñada a creer que él era el amor de mi vida. Te advierto que llegará el momento quieras o no aceptarlo, en el que solo te enamoras una sola vez, y esa es para siempre. Ese era mi problema, cuanto más besaba a Aiden mis labios más suplicaban los besos de Daniel, mi piel rogaba sus caricias y bueno mis amaneceres eran distintos en los brazos de otro hombre.

Con el paso de los años dejé de saber de él, al mismo tiempo que no me preguntaba sobre un futuro incierto, volví a Seattle, a la ciudad que me había visto nacer, crecer y ahora me vería triunfar como la mejor cirujana pediátrica. Iba de la mano de Aiden, que me había seguido y era lo normal después de dos años compartiendo tanto, lo nuestro era amor o era más bien la costumbre de estar juntos y así era más fácil para dos.

¿Les dije mi nombre? Les estoy contando mi historia, pero no me he presentado y sé que soy mal educada, miles de disculpas. Mi nombre es Miranda Evans Clark, sin embargo en el ámbito laboral solo uso Clark, tengo la edad en la cual mi abuela repetía que me iba dejar el tren y es que nunca pensé en tener hijos, tengo treinta y dos años, también creo poseer la madurez suficiente para enfrentar todo lo que me viene a mi vida.

Recuerdo estar comiendo un pretzel en el ferri de camino al hospital cuando lo vi, aquellos ojos marrones que muchas veces me miraron de una manera especial se sorprendieron al verme. Habían pasado cinco años, él ya no tenía treinta y dos, sabía que había cumplido treinta y siete, sin embargo, cuando nuestras miradas se cruzaron viajé en el tiempo y recordé su aroma, sus besos, sus labios, sus caricias... No podía mentir y ocultar que los recuerdos me hicieron sentir que ese amor seguía vivo dentro de mí.

—¿Estás bien? —me preguntó Aiden.

Solo pude cabecear asintiendo y por unos segundos perdí la calma que había encontrado, sabía que algo así podía suceder, aunque no tan rápido y al ver su mirada pude darme cuenta de que no me había olvidado. Los flashes hablaron con un mar de felicidad que se desgastó de tanto forzarlo, tuve que cerrar los ojos y girarme para no verlo en todo el viaje.

Sabía lo que significaba y que volvería, sé que regresaría para desarmar mi mundo y hacer de él un desastre, como si fuera un huracán. Y les juro que quisiera poder borrarlo para siempre de mi vida, poder desdibujar su rostro y olvidar todo lo que significó Daniel.

Esto es obra del bendito destino o una casualidad, solo que ahora comienza un nuevo capítulo de este amor que terminó en una cama despidiéndose, y sin pensar que se volverían a ver.

Desencuentros, primero capítulos.Where stories live. Discover now