Ecos del Pasado

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Daniel Wimmer

Todos los años que han transcurrido y no he podido olvidarla, creo que es una de esas maldiciones que no sabes cuándo va a acabar, cinco años de mala suerte en el amor y en mi vida entera desde que ella decidió irse.

Un matrimonio. Un divorcio. Cero hijos.

Mis padres estarían decepcionados del hombre en el que me he convertido, dejé todo lo que amaba para ser lo que se esperaba de mi. Tenía dieciocho malditos años cuando ellos tuvieron aquel accidente, Mandy apenas tenía trece y a mí me tocó asumir su custodia, los negocios y una vida para la que no estaba preparado, sin embargo, era lo que debía hacer y lo hice.

Recuerdo que autoricé a mi pequeña hermana para que hiciera su fiesta de cumpleaños en casa, no importó, pues solo cumplimos veintiuno una sola vez en toda nuestra vida y eso a ella la emocionaba, creo que más que sus dulces dieciséis, pero aquella noche me enamoré a primera vista de la mujer más hermosa del mundo.

¿Idioteces?

Un hombre hecho y derecho de veintiséis años enamorado de una chiquilla de veintiuno, le sacaba cinco años y tenía una vida hecha, mientras de que ella apenas iba a construir la suya, sin embargo eso no me detuvo para perseguirla, enamorarla y hacerla mía. Sí, digamos que con Miranda fui del tipo troglodita, el típico hombre de cromañón.

Ella mía, yo suyo, mía, mía. Me pertenecía.

Ahora le pertenece a otro.

Sus padres se asustaron la primera vez que fui a por ella, exactamente la tarde siguiente que la besé en mi habitación y que descubrí que era la mejor amiga de Mandy, ya en aquel momento sabía que no había vuelta atrás y que la amaría hasta que diera mi último aliento. Era mayor que su hija y además lleva el sello en la frente de chico malo, de esos que rompen enaguas cada vez que pueden y dejan corazones rotos. No obstante, luego de asegurarles de que era lo que ellos deseaban, me dieron el beneplácito de verla y llevarla a una cita.

Miranda se negó con excusas de un novio, realmente me importaba un carajo que ella estuviera en relación de manitas sudadas con algún idiota en Harvard, aquello solo haría que obtenerla fuera más satisfactorio. Estaba decidido, la convencí y aquel café me demostró que no estaba equivocado, que ella era la mujer con la cual compartiría el resto de mi vida.

Recuerdo exactamente las veces que salimos, fueron trescientas, también las ochocientas veces que tomé el avión para pasar las noches con ella en Boston, y las infinidades de veces que le hice el amor hasta que no pudimos más.

Miranda era mía. Miranda era más. Miranda era mi mundo y nada más podía importar.

Y ahora se preguntarán porque les hablo de ella, no podía creerlo cuando me crucé en el ferri con su mirada. Fue verla y tener que respirar profundo, calmarme para no correr a reclamarla y arrebatarla de los brazos del idiota con el cual estaba. Fue un golpe bastante atinado para volver al pasado y darme cuenta de que había sido un perdedor, la había dejado ir y pensé que el amor que ella sentía sería suficiente para que volviera, aunque no fue así.

Casarme con Heather fue una de las peores decisiones de mi vida. Ella solo amaba mi dinero y yo nada más veía en ella un desahogo, a todo el dolor que me causaba haber perdido a Miranda. Dos años duró aquel acuerdo comercial, lo digo de esa manera, porque me costó una suma de cinco ceros que firmara el maldito divorcio.

Creo que simplemente no volveré a enamorarme, si hubiese sabido que aquella vez sería la última que la tendría en mis brazos, quizás las cosas serían distintas en este momento.

*****

—Ya veo que la viste —me comenta Mandy.

—La encontré cuando salía de la oficina de la doctora Bianco —respondí. Mandy suspira.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2019 ⏰

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Desencuentros, primero capítulos.Where stories live. Discover now