Capitulo 1.

3 0 0
                                    

Una mala tarde.

Una tarde de invierno una chica pedía socorro, pedía ser salvada, necesitaba ser salvada de la muerte, cuya sentencia había sido acelerada cuando un depredador buscaba una presa a la cual devorar hasta llenar su estomago.

-¡No! ¡Ayuda, por favor!- gritaba sin cesar mientras corria todo lo que su cuerpo le permitió.

Pero el cansancio la invadió, no era una chica atletica ni mucho menos veloz, por ese motivo su verdugo jugaba con ella dando pasos lentos arrinconandola a un callejón sin salida.

-Por... por favor... yo...- Al caer al suelo sin energía suficiente para correr y viendo que no tenía salida no tuvo más que hacer sino caer en llanto.

Lloró y lloró, pero no fué dañada, no fué mordida, ni un simple rasguño.
Entonces escuchó una voz masculina en su mente que decía: "Levantate, aquí no estas a salvo."

Abrió los ojos y ahí, frente a ella nada había, solo podía ver el inició del callejón, no había nada, ¿quizá había alucinado todo? No lo sabía con certeza, aún así logró levantarse y echó a "correr" aunque solo pudo caminar deprisa.

Mientras tanto, en un lugar cercano.

-¡Esto es... imperdonable! ¡Nuestra raza nunca les perdonará el hecho de haber violado el tratado de paz! No puedes mat...- el hombre de cincuenta y tantos años, quien ahora había callado al sentir como su pulmón izquierdo fué levemente apretado, miró con terror al joven sujeto que lo sometía.
Para poder apretar con su mano el pulmón de aquel hombre, calculó muy cuidadosamente en que lugar cortar al hombre y traspasar sus capas de piel, sus musculos internos y finalmente llegó al órgano que se disponia a dañar.

Lo último que vió fué una pequeña sonrisa curvarse en los labios de aquella figura masculina apenas visible, quién había hecho trizas el pulmón y la columna vertebral de aquel viejo hombre lobo.
Sí, impulsó su mano hasta llegar a su columna y con suficiente fuerza; La rompió.

-No puedo matarte, decías... ¿que creés que me gusta hacer?- Susurró en su oído de forma suave, como si de un secreto se tratase. Le gustaba ser... vacilante, en cierto modo.
-Además... dicho tratado incluye no dañar humanos, así que tu violaste un tratado de paz, yo; Soy el verdugo que dictó y ejecutó tu sentencia.

Se alejó del cuerpo y le echó gasolina y un papel encendido para que se incinerara lentamente mientras se marchaba sin dejar rastro alguno.

Esta vez, la inminente muerte llegó, pero a quién se llevó fué causa del final de su ciclo de vida en este mundo terrenal.

Todo, en algún momento desaparecerá como llegó.—Axel.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 11, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Una Rosa Y Muchas Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora