Mi Nuevo Yo (Parte 2)

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Hola mamá... Me pregunto si este mensaje llegará a ti, por la hora, tal vez estés dormida ahorita, a pesar de que aquí, en Estados Unidos, es de mediodía... O tal vez estés despierta, no lo sé.

... Hola, mamá... Me he preguntado muchas cosas en estos años sin vernos, la más dolorosa ha sido "¿me extrañará?". Es estúpido preguntármelo, porque sé que no lo haces... ¿Quién me extrañaría, verdad? Ni siquiera tú, en este momento, si me estás mirando... Has de estarte preguntando "¿Por qué el rostro de ese crío se me hace familiar?"... La respuesta es, porque soy tu hijo... Más bien, fui un bebé que alguna vez pariste porque tardaste mucho en abortarme, o porque tus intentos de regalarme fallaron, o porque te encontraban cuando estuviste por abandonarme en un templo.

... Hola mamá... ¿Cómo has estado en todo este tiempo? Rara vez pienso en tu salud, cuando sucede, es porque termino encontrándome en la calle a alguna adolescente embarazada que sufre una crisis por su adicción a alguna sustancia legal o ilegal. En este momento trato de hacerme la idea de tu rostro, tu cabello... Recuerdo pocas cosas físicas de ti, la que prevalece firme es tu juventud, tu cuerpo entero bajo una bata roja con encaje gastado que te gustaba usar para dormir y tu cabello negro revuelto por la secadora ya que, siempre, odiaste dormir con tu cabello húmedo. Sin embargo, no logro imaginar cómo eres ahorita físicamente... Has de haberte hecho cirugías plásticas para verte siempre joven, aunque debo admitirte, eras una mujer hermosa de manera externa. No sé si tengas canas, si te tiñes el cabello, si tu gusto por la ropa llamativa ha cambiado o si al fin te vistes y actúas acorde a tu edad y dejas de fingir que eres una adolescente.

... Hola, mamá... ¿Corea ha cambiado? Y no pregunto por política, geografía o música... Pregunto por su tolerancia, por la tuya. Este país es... Libre, hasta cierto punto, pero su tolerancia sí es un tanto más amplia a comparación del lugar donde nací. Basta con conocer el estado correcto, la ciudad correcta, las personas correctas y comportarse del modo correcto para que las cosas vayan bien. No he sufrido discriminación, al menos no como sucedía allá, aquí lo más grave que me ha pasado es que me preguntan, con asco, cómo puede gustarme estar con otro hombre en la cama si las mujeres de buenas curvas son una maravilla. Arreglé las palabras, me lo preguntan más descaradamente, pero no quiero asustarte con un vocabulario obsceno y vulgar... Esa pregunta incómoda me rodea cada cierto tiempo. Fuera de eso, hay ciertas personas a las que incluso ni les interesa si soy homosexual o no, como si fuera decidir traer un pantalón azul o uno beige, es algo irrelevante para ellos, pero no para ti, ¿verdad? Una parte de mí cree que te has arraigado más a tu homofobia, a esa espesa intolerancia por los homosexuales que te ha caracterizado toda la vida... Aún parece que puedo escuchar tu voz firme, asqueada y asustada cada que el tema se esparcía donde vivíamos, ya fuera por algún vecino que viste besándose con otro hombre, por algo en la televisión, en el periódico, con los hijos de tus amigas o algún trabajador del supermercado con voz afeminada. Aún parece que te escucho... Porque no lo he podido olvidar jamás.

Hola mamá... ¿Recuerdas la vez que llegué asustado a casa, cuando tenía ocho años, porque vi cómo golpeaban a un muchacho de preparatoria hasta ensangrentarle el rostro hinchado? Todavía tengo esa imagen en mi cabeza, el modo en que no te importó verme llorar y me diste una bofetada para que me callara, porque "el maricón se lo merecía". Dirás que no lo recuerdas... Así como "nunca" recordabas las otras cosas que me hacías, haciéndome creer, cuando era muy pequeñito, que en verdad no lo recordabas, y me hacías sentir contrariado porque terminaba preguntándome "¿en verdad mi madre me hizo esto o fue un sueño?", algunas veces no sabía si en verdad me habías dejado encerrado en el armario toda una noche, con cucarachas y ratones, porque mojaba la cama, o si solo había sido una pesadilla... Las marcas de sus dientes en mi cuerpo me decían que era real, luego me gritabas que estaba loco y que yo era tan estúpido que me mordía solo. No sabía quién mentía, si tú o yo, y aunque quería ver la realidad, que me mentías, terminaba llorando porque al final siempre pensé que era yo, que era mi culpa... Como "nunca", como "siempre", palabras tan fuertes que me escupías todo el tiempo, "siempre lento", "siempre idiota", "siempre inútil", "siempre llorando"... Palabras fuertes que iban acompañadas de una bofetada, un tirón de orejas o cabello, un empujón para que me pusiera de rodillas frente a ti y alzara el trasero para que me lo marcaras fuerte con el primer objeto que vieras, como un periódico, un tenedor, un sartén, el destapa-caños, tus tacones, una botella de vidrio o una sombrilla.

HOLA MAMÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora