Odio

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Año x648.

Mientras la noche daba paso al día, una niña de cabello rubio aproximadamente de tres años lloraba desconsoladamente sobre el cuerpo de sus difuntos padres.

-¡Mami! ¡Papi! ¡despierten, no es hora de dormir! - dijo la niña entre llanto.

Las llamas habían consumido la aldea donde se encontraba, estaba hecha ruinas dejando así la evidencia de que había pasado una batalla. Dispersados en el suelo y en los restos de las destruidas edificaciones, se encontraba una escena catalogada como horrible, cadáveres destrozados de humanos y de criaturas completamente oscuras. No tenían nariz ni boca, vestidos únicamente con harapos ensangrentados, poseían rasgos simplemente demoniacos como cuernos negros que sobresaliendo de sus frentes.

Los llamaban auxiliares, monstruos que solo vivían para matar personas. Nadie sabe exactamente de donde salieron, pero todos se habían dado cuenta hace tiempo de un hecho, solo hacían caso a las órdenes de los soldados del imperio de Nordaien.

Un niño de más o menos diez años de pelo blanco, ojos anaranjados y orejas puntiagudas apareció detrás de la niña. Llevaba una pala en la mano y una espada corta en la cintura. Su cuerpo estaba todo rasguñado y su ropa estaba sucia de tierra y sangre, lo que significaba que había participado en la batalla de la noche anterior.

-Hola. - Saludó el niño.

La niña no respondió.

- ¿Te pasa algo? - Preguntó él poniendo su mano en el hombro de la niña.

-¡Mis padres no despiertan! - exclamó la niña con grandes cantidades de lágrimas en la cara.

-Tus padres están muertos, no despertarán nunca. - Dijo él con la mirada vacía.

-¿Q-qué? - La pequeña quedó en shock, aquellas palabras le impactaron más fuerte que una bala de cañón.

- Que están muertos y ni tu ni yo podemos hacer nada al respecto, así que en vez de llorar ayúdame a darles un entierro apropiado, así sus almas descansan más rápido.

El chico habló de forma contundente, estaba claro que quería dar por terminada esa conversación. Prosiguió a cavar una fosa para enterrar los cadáveres, mientras tanto, la niña seguía estupefacta y lagrimando.

- (Fui muy directo, será mejor que haga algo para calmarla... maldita sea, por eso no me gusta lidiar con niños.) - pensó. - Oye, mi nombre es Tony, dime el tuyo. - dijo mientras seguía cavando a gran velocidad.

- ¿Q-que dijiste?

- ¿Como te llaman?

- A-ah, hija de Pietro

- Bien hija de Pietro ¿tienes hambre? - Tony había terminado de cavar sorprendentemente rápido, por lo que dejo la pala a un lado y se puso a arrastrar los cuerpos al hoyo.

Petra asintió suavemente.

-Lo suponía. Deja que termine aquí y te llevare con los demás.

-Si...

Unos momentos después Tony terminó de darle sepultura a los padres de la pequeña, así que empezó a caminar con ella tras de él hacia el otro lado del pueblo. Pasado un rato llegaron a su desino, el sótano de una casa ya destrozada, en este se encontraba un hombre mayor, musculoso y sin camisa, con una vieja bufanda que en sus mejores momentos fue de un fuerte tono rojo sangre. Cocinando un caldo con un olor atractivo que abría el apetito.

Al lado suyo descansaba otro niño con traumas por la muerte de familiares y amigos. Su apariencia no llamaba mucho la atención, su única característica destacable era una mancha de nacimiento en forma de media luna adyacente a su ojo izquierdo.

Sangre de Estrella I: La hisotoria del patético héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora