Narra Izhan Hemmings
—Americano, en unos minutos tendrás compañía —la voz de Vladick suena a través del intercomunicador que llevo en la oreja izquierda. Aprieto el volante ¿Quién demonios se cree que es?
— En otra te importaría avisarme con tiempo —le reclamó enojado. Sé que no le agrado pero trabajamos juntos y el cargamento que Erik lleva en el camión que viene a mi detrás es importante como para perderlo por una imprudencia de él.
—Tú eres el piloto, y afirmas ser muy bueno conduciendo. Pensé que eres lo suficientemente rápido para escapar. —Vladick comienza a reír al otro lado de la línea.
—¿Alguna vez has conducido un auto de carrera?—le espetó molesto
—Prefiero las motocicletas.Desconecto su línea y cambio a la de Erik.
—Supongo que ya lo escuchaste— le informó mientras observo por el espejo retrovisor. Es cuestión de segundos para que los uniformados aparezcan.
— ¿Qué hacemos?—podía sentir sus nervios a través del intercomunicador. Comprendo su temor, no son nada amigables.
—Hay tránsito, será mejor que te adelantes yo iré por otra ruta. Tienes ventaja, podrás pasar desapercibido, después de todo tu auto no tiene 700 caballos de potencia y no vale 1.8 millones de dólares. —murmuró irónico
—Izhan es un buen momento para que le demuestres al jefe que vales la pena—dice antes de desconectarse. No, en realidad es un buen momento para que logre salvar mi trasero.
Me detengo por un momento, analizó las posibilidades de escape, con el pie en el embrague y la mano en el freno de mano me preparo para arrancar, cuando veo a una movilidad acercarse sé que es el momento.
Si antes no había llamado lo suficiente su atención, ahora sí porque me persiguen, conduzco a máxima velocidad en el centro de Berlín. Mi velocidad sobrepasa el límite de la autopista por 200, pero necesito más de esta para pasarlos y que me pierdan el rastro. Esquivo una furgoneta y vuelvo acelerar, pero esta vez es un camión al que tengo que pasar para situarme delante de él. Aceleró provocando una colisión entre dos autos a mi detrás que los distraerá por un buen rato, es ahí cuando veo la primera salida y en segundos la tomó, logro perderlos a todos. Si no me mencionan en las noticias, creo que me sentiré ofendido.(...)
—Entonces, ¿Por qué estoy aquí?—le pregunto con diversión a Vladick.
—No caeré americano—me responde con frialdad y curvó una sonrisa. Molestarlo desde ahora será mi pasatiempo favorito, no es nada personal.
—Caí en el riesgo y al parecer voy a obtener una buena recompensa—sé muy bien que estoy aquí para competir. Todos en la casa saben que cuando el hermano menor de los otros dos jefes llama, es porque competiremos en una carrera.
—El jefe pidió vernos a ambos, así que no te sientas tan especial—frunzo el ceño, que yo recuerde, Vladick no es copiloto.
—Síganme—pide uno de los custodios del jefe, una vez que llegan a nuestro lado. En silencio nos guía hasta una tienda de campaña, aun lado de está se encuentran estacionados 2 autos de carreras y 3 camionetas blindadas. Cuando estamos a unos pasos de distancia informan nuestra llegada.
—Mi futuro corredor estrella y el contrabandista preferido de mi hermano —anuncia en voz alta Stellan Levedev uno de nuestros tres jefes.
—Jefe—lo saludamos ambos al mismo tiempo. Stellan ordena que lo dejen a solas con nosotros y sus hombres desaparecen casi de inmediato.
—Tengo una misión para ustedes—lo miró intrigado a la espera de que continúe.
—Esta noche habrá una carrera y he decidido que tú, Izhan, corras en ella con Vladick como tu copiloto—hablando de sueños que se vuelven realidad.
—En esta carrera participará el cartel de contrabando más importante de Alemania y su corredor estrella, Mr. Black —enarco una ceja sin poder creerlo.
—El cartel de Nuevo México le venderá la droga al cartel, narco o mafia que gane esta carrera.— explica mientras sirve dos vasos con vodka que luego nos extiende.
—Lo necesitaran—dice con una sonrisa.
—Ahora, Vladick, ve por el auto. Uno de mis hombres te ayudará —asiente en respuesta y termina de beber su trago para después salir de la tienda de campaña
— ¿Qué es lo que debemos de ganar en realidad?—por la sonrisa que curvaba sus labios, puedo asegurar que era la pregunta que Stellan Levedev esperaba escuchar.
—Respeto—se limita a responder, confirmando de que la mercancía no es precisamente la razón por la que el jefe esté aquí y nosotros tampoco. Con un movimiento de cabeza me despido y salgo de la tienda, me acerco al auto de carreras más llamativo que es en donde Vladick se encuentra ya a mi espera sentado en el puesto que le acaban de otorgar. Subo dentro sin más.
—¿Dónde es la carrera?—preguntó antes de pisar el acelerador y comenzar a conducir esta belleza de 800 caballos de potencia.
—En el kilómetro 239—responde indiferente como si no acabara de pronunciar el nombre del lugar en donde posiblemente moriremos.—No me digas que tienes miedo americano—se burla y yo lo fulmino con la mirada.
—Limítate a hacer la función de un copiloto—digo mordaz.
— ¿Y qué se supone que hacemos los copilotos, según tu?—demanda con frialdad.
— Guardar silencio
(...)
—¿Conoces a Mr. Black?—le pregunto a Vladick cuando ya nos encontramos en el punto de partida y a nuestra par 3 autos más.
—Estoy a punto de conocerlo—ignoro su respuesta y centro mi atención en la bestia de velocidad que se abre camino entre dos de los otros competidores. Enfoco mi vista en el auto, intrigado por saber quién lo conduce.
— ¿Cómo crees que sea?—murmuró pensativo. Puedo imaginarmelo con un cuerpo intimidante, sino, ¿por qué mucha gente le teme?
—Implacable. Dicen que jamás ha perdido una carrera — ha de tener su autoestima muy elevado. Pero siempre hay una primera vez ¿No?
En ese momento dos mujeres semidesnudas se acercan a la línea de partida portando cada una, dos banderines. El intercomunicador se activa y en el parabrisas aparecen las instrucciones de la carrera, observo como Vladick toma aire luego de leerlas mientras yo me limitó a revisar la funcionalidad de los pedales, y la cantidad de nitrometano con la que contamos. Son dos vueltas y la última será la que defina al ganador.
—Creí que no le temías a la muerte—comentó divertido, haciendo rugir el motor.
—Todos lo hacemos en algún momento de nuestra vida...
—Lamento tener que interrumpir tu momento filosófico, pero estamos a punto de comenzar la carrera—le informo preparándome para arrancar.
—Americano simplemente no nos mates—pide y suelto una carcajada desviando por un segundo la mirada de las dos mujeres.
— Me considero un corredor de palabra. Así que prometo que seguirás con vida cuando acabe la carrera. —digo antes de pisar el acelerador.
El primer auto que paso es el de la mafia italiana, todo una joya, pero su conductor no parece saber conducir a esa preciosura. Haciendo uso del gas nitrometano tomó impulso para pasar al auto que conducen los mexicanos y lo sacó del camino, quedando detrás del mustang rojo y a la par de un Ferrari. Uno de esos dos autos es conducido por Mr. Black y creo saber cuál es.
Cuando toca girar a la derecha por el camino del precipicio vuelvo a tomar impulso pisando el acelerador, esta vez rebasando al Ferrari, situándome en el segundo lugar.
—¿Qué decías sobre mi velocidad?—le pregunto con burla a mi acompañante haciendo memoria de lo que me dijo esta mañana.
—Americano, ¡La vista en la carretera!—exclama alterado y yo río por su reacción.
—Tranquilo que tampoco planeo morir hoy—murmuró antes de pasar al mustang rojo y liderar la carrera.
—Queda una vuelta—me recuerda entre dientes.
Cuando llegamos hasta el otro punto de partida que es al final del precipicio el mustang rojo se sitúa a mi par haciendo rugir varias veces el motor, se quien lo conduce e imagino que no debe estar contento por mi pequeña demostración. La cuenta regresiva empieza nuevamente y yo aprovecho para mirar a través de la ventana al conductor del mustang logrando un contacto visual de menos de 30 segundos que me son suficientes para comprender algo más.
La cuenta regresiva acaba y el mustang sin perder tiempo arranca liderando la carrera conmigo a su detrás, sigo y no paró, tomó impulso cada cierto tiempo para no perder el compás, nos estamos adentrando en el bosque que conecta la ciudad de Berlín con los bosques de Potsdam lo que significa que estamos cerca de llegar al final de la carrera. Piso el acelerador con fuerza y el mustang me hace una jugada pisando el freno, tengo que reconocer que el conductor es más que bueno.
Puedo sentir los latidos acelerados de mi corazón, es la ansiedad haciendo hincapié de que también está presente, las gotas de sudor desciende lentamente por mi frente y mis manos aprietan con toda la fuerza que poseo el volante. Por un instante solo somos el auto y yo, no es una competencia contra alguien más, sino una carrera para vencerme a mí mismo, la cual supe que gane al momento en que llegó a la meta con el Ferrari a mi detrás y el mustang por delante.
—No ganaste—me recrimina Vladick saliendo del auto. Sonrío, si supiera.
Salgo también del auto y me acerco hasta las camionetas que le pertenecen al cartel mexicano, estas rodean a un grupo de personas que se encuentran a la espera de los conductores. Con las manos en los bolsillos me situó al lado de Vladick que está enfrente del líder.
—Stellan dijo que eras bueno, pero debo confesar que no creí que tanto —me dice el mexicano con un acento pronunciado.
—Tú debes ser el corredor estrella de los rusos—me volteo al escuchar la burla, la cual proviene de un hombre menudo de ojos color agua marina, quien porta entre los dedos un cigarrillo.— ¿Y tú eres?—le preguntan a Vladick. Por otro lado, el aludido comienza a darle unas caladas al cigarro, mirándolo con su natural indiferencia.
—El copiloto—responde con voz grave y el desconocido sonríe mostrándonos una sonrisa más blanca que nuestra alma, es una lástima que en su mirada refleja malicia.
—O sea, ¿el asistente?—por la expresión de Vladick cualquiera intuiría que está a punto de golpearlo.
—Buena carrera Mr. Black. Has ganado la entrega. —abro los ojos sorprendido. No esperaba que fuese él. Mr. Black ignora al mexicano pasándolo de largo y en su lugar nos observa a mí y a Vladick que continuamos mirando atónitos la escena.
— ¿Acaso esperaban a alguien más elegante?—nos espeta con voz gutural mientras expulsaba el humo de su boca. Yo me mantengo en silencio aun saliendo del asombro. Él es el mejor conductor de Europa y nuestro objetivo.
—En realidad solo esperaba a un buen corredor. Esa fue una gran carrera y tienes un buen auto. —reconozco extendiendo mi mano con intención de estrecharla con la suya. Pero Mr. Black también pasa de largo dejándola tendida en el aire. Soy consciente de que acabo de incrementar su vanidad cuando su mirada me recorre de pies a cabeza con una sonrisa de superioridad.
—Tal vez para la próxima si conduzco un auto más lento puedas ganarme —ofrece y me obligo a no responderle poniendo en evidencia mi desagrado.
—Izhan es mejor que tú— inmediatamente volteo a ver a Vladick que evidentemente ha metido la pata, pero eso no es todo, lo que me sorprende es que me haya defendido y halagado.—Tú mismo acabas de reconocer que le has ganado por tener un buen auto y no por qué tú seas bueno conduciendo— sonríe malicioso.
La mandíbula de Mr.Black parece desencajar, han pisado su ego. Este se acerca a Vladick quedado centímetros de su rostro, conectando su mirada amenazadora.
—Creo que los resultados de esta noche dicen lo contrario—sonríe de lado, pero la malicia brilla en sus ojos.
Dicho eso, se da la vuelta y le quita el portafolio al mexicano en donde venía la mercancía, fue de una manera tan brusca que el mexicano estaba decidido a matarlo, una mano sostiene el hombro del mexicano, sabían que no era buena idea comenzar una pelea con Mr.Black, ese hombre era el diablo y todos sabíamos eso.
Un hombre le abre la puerta de su auto a Mr.Black y este antes de subir, se da la vuelta.
—Señoritas—hace un ademán con la mano, burlándose de nosotros y luego se sube al auto y este desaparece del lugar
YOU ARE READING
La Última Carrera
RomanceBienvenidos a Berlin, en donde los cuentos de niños solo son mentira, a no ser que el protagonista sea quien te narre el cuento.