En la penumbra, la niebla irrumpia entre las tumbas del cementerio del pueblo, las fosas parecían quebrantarse bajo el suelo, y por la ciudad, se mencionaba que allí algo bajo tierra se arrastraba.
Sarah flajelaba sus rodillas sobre el suelo de tierra, marcando en su piel pequeños moretones que luego de levantarse y marcharse se mostraban a simple vista.
Solía venir todos los días con un pétalo de una flor que encontraba en el suelo de la floristería del pueblo, cualquiera servía, un pétalo era un honor siquiera conseguirlo, solo estaba permitido a la venta para los que apoyaban al movimiento Nazi.
Llevaba días llendo y viniendo, se arrodillaba acumulando los moratones en su rodilla y se permitía llorar... llorar hasta que sus ojos le ardían y su lengua parecía estar seca, tratando con ello de aceptar la muerte de su esposo Müller. Desde su muerte, esperaba que su único familiar, su padre, que apoyaba el movimiento, apareciese, por el horizonte, entre la niebla insólita del lugar tenebroso. No fue hasta ese día, en el que el padre de su prometido se dignó en atravesar la niebla en dirección a ella.
-No sé por qué te duele, me da asco en lo que se convirtió, y todo por una zorra judía -lanzó el gorro que estaba en su cabeza a la par de un girasol, terminando con un escupitajo al lado de Sarah.
-Era mejor persona que tú, mucho mejor que todos en este pueblo -volteó con sus ojos llorosos y habló con una flema descendiendo por su garganta.
El hombre la golpeó de un manotazo, enrojeciendo su rostro del lado derecho, hinchando su ojo de forma preocupante.
-Por eso lo maté, por ser igual a ti, zorra despreciable -dijo regresandose por donde había entrado.
Sin embargo, se detuvo cuando el disparo lo atravesó y vió emanar de su abdomen la sustancia vital del cuerpo... sangre. La sangre manchó su camisa de vestir y cayendo de rodillas se dejó caer a morir.
-Creo que olvidaste que tu hijo también apoyaba tu bando pero no merecía morir, tú sí. Espero que te pudras en el infierno -pisó sobre su espalda como si fuese parte del suelo y se marchó, feliz por primera vez, porque la escoria había muerto. Entonces los pétalos marchitos de días abre la tumba, se los llevo el viento que esparcía la neblina, quedando únicamente el girasol maldito de un momento que el esposo de Sarah conocía como padre.
ESTÁS LEYENDO
Historias cortas (recopilación)
Phiêu lưuRecopilación de distintas historias trágicas, románticas, de venganza o tristeza, entre otros.