MEJORES QUE ELLOS

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Su nariz era presa de sofocación al subir la cabeza, las gotas de lluvia ahogaban, pero necesitaba buscar comida. Entre la vegetación, la brisa provocó el movimiento intranquilo de su pelaje. Cerca de él, un sonido quebradizo alertó a sus orejas, que intranquilas captaban la señal sonora. El olor respondió su duda. Su esposa aceleró el paso y sus increíbles ojos determinados lo enamoraron más que nunca.

—Dejé a los niños durmiendo, ¿A dónde vamos ahora?

—Ssh, la presa se escapa.

Dando saltos un conejo disfrutaba de su comida que había conseguido con esfuerzo propio. Su cuerpo se detuvo y su nariz se movió con rapidez, seguido por sus orejas.

Escondidos, se encontraba vigilando detrás de las abundantes plantas que crecían de la tierra maldita. Pasos lentos pesados, cuidadosos de alertar.

—¿Sientes ese olor? —preguntó con preocupación su esposa, madre de sus zorros bebés.

—No...—tenía la vista fija en su presa— Espera que lo capture y nos vamos.

En un momento apresurado y lleno de confianza, se abalanzó. sin embargo, un sonido lo distrajo sin lograr conseguir la presa. Intentó levantarse, pero su pata se había atascado con el ovillo de las plantas enredaderas.

—¿Cariño?...Necesito ayuda —comentó esperando respuesta, pero no la hubo.

Con fuerza, jaló su pata hasta zafarse y se levantó en busca de su pareja. Sobre la maleza se derramó sangre, y una flecha traumática atravesaba el ojo de ella, saliendo al otro extremo.

—Le dí —festejó el hombre con olor a cerveza, alcohol, he allí el olor.

Él se escondió, corrió para evitar que lo vieran. El hombre la sostuvo profanando su cuerpo con la desgracia de su existencia. Comentaron algunas otras cosas que no logró escuchar, solo prefirió marcharse, los niños morirían de hambre de morir él también.

5 años después

Salieron de la cueva detrás de su padre, tan prósperos como las demás crías, fueron duros años, sin el placer de tener ayuda, pero consiguió sobrevivir. Corrieron durante el atardecer por el campo veraniego inundado de mariposas con maravillosos colores, hasta detenerse en un preciso lugar. El guía giró a ver a sus hijos, y habló...

—Aquí murió su madre, —los niños comenzaban a adentrarse en ese mundo, se asombraron— esto es lo que nos hacen, pero no podemos rebajarnos, podemos ser mejores que ellos. Su madre los trajo a este mundo cruel, en el que deberan hacer el mayor intento para sobrevivir. Hoy comienzan a formar parte de la desgracia en la que debemos vivir, los amo... al igual que lo haría su madre.

Uno a uno hicieron una reverencia ante su progenitora y se sentaron a admirar el prado en el que un día lluvioso su padre sufrió la pérdida más grande, que lo formaría y le enseñaría como vivir con esas bestias dominando el mundo.

Historias cortas (recopilación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora