Alana McWhite tenía una buena vida, una que, sin esperarlo, se volvió demasiado monótona. Tanta era su queja, que el destino le tejió un futuro fuera de lo común. ¿Qué ocurre cuando el universo se pone a tu favor sin darle nada a cambio? ¿Habrá que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hay veces en las que uno se para a pensar en como está yendo su vida y en que momento cambió todo. Puede que la mayoría de personas no recuerden ese momento exacto en el que todo giró quedando boca abajo, descolocado. Sin embargo, soy de las pocas afortunadas que se acuerdan a la perfección de cada minucioso fragmento del cambio.
No sabría deciros si dicha certeza es positiva o negativa. A veces creo que todo hubiera sido mejor si pudiera haberlo olvidado. Otras, solo miro en como está mi vida ahora mismo y doy gracias.
Para mi, todo comenzó normal adentrándome en mi segundo año de traducción e interpretación. Para mi, iba a ser un año más. Uno como otro cualquiera.
—¡Alana!—me llamaron. Giré hacia mi derecha viendo a mi mejor amiga, Lea, una bella chica rubia de ojos castaños famosa por ser la rompecorazones del año.— Parece que has ligado. — me informó elevando el tono y a poca distancia de mi oído por la ensordecedora cantidad de ruido del lugar en el que nos hallábamos— ¿Te suena la cara de ese guaperas? —dirigí mi mirada hacia donde mi amiga había dirigido su atención, topándome a lo lejos con unos ojos que me observaban con intensidad. Mi boca se secó de repente y mi corazón empezaba a latir de manera frenética— Buah, déjamelo a mí si ves que no te interesa. —fruncí el ceño y la miré con desaprobación mientras se burlaba de mi. Mi amiga sabía perfectamente quién era aquel chico y lo que provocaba en mi sistema nervioso.
—Cierra la boca antes de que te tire mi vaso encima. —sentencié seria provocando la risa de mi amiga. Volví a mirarle. Estaba solo, acompañado únicamente de una bebida y apoyado sobre la barra del barman. Realmente era demasiado atractivo. Los años le trataban demasiado bien, pero el que estuviera tan solo y mirándome, hacía que me cuestionase cual sería la razón para no estar acompañado por una mujer o por un hombre en un lugar como ese.
El color castaño claro de su cabello combinaba a la perfección con sus ojos hipnotizantes, que debido a la escasa luz del lugar, se me hacía imposible ver el color miel de sus iris. Y si hablamos de su semblante serio y misterioso... eso sí que me ponía el vello de punta.
—Vamos. —le dije a mi amiga después de tomar un trago de mi bebida. Ella me miró extrañada.
—¿Vamos a dónde? —cuestionó después de poner una de sus manos en mi brazo.
—A hablarle, a donde si no. —confirmé con obviedad antes de emprender la marcha hacia mi objetivo. Lea me atrajo hacia ella tirándome del brazo e interrumpiendo mi breve recorrido.
—¡Che, quieta! —exclamó—¿Qué mosca te ha picado? En casi tres años no has sido capaz de dirigirle la palabra y, ¿ahora decides hablarle? —le miró. — Además, ¿qué tienes pensado decirle?
—No tengo ni la más remota idea, pero ya se nos ocurrirá algo.—y sin pensarlo, tiré de Lea obligándola a caminar junto a mí en dirección a él.