Él

9 0 0
                                    

Él tenía "eso" que empeña a cualquier poeta en escribirle. Solía enredarse en mis oídos con las pegajosas melodías de sus palabras y con el silencio de su guitarra. La elocuencia de sus letras convencían más que cualquier vendedor ambulante en apuros. Me alegró haber tomado las decisiones correctas para aparcar en tiempo y espacio con ese sujeto.

Sus dedos estaban ásperos pues la experiencia nunca fue un proceso placentero. Sus ojos cargaban el peso de años de insomnio de quien busca un rumbo sin tener un norte. Su voz era una especie de sonido aleccionador pero en ruinas como el Coliseo. Sus pies llevaban la marca de quien ha caminado durante toda su vida en ascenso sin importar las piedras o cristales que se atravesasen. Llevaba numerosas cicatrices adheridas a su pecho como quien guarda un secreto. En su espalda soportaba el peso de sus cadaveres y en sus tobillos arrastraba las deudas con el karma. Sus muñecas se veían esposadas por el tamaño de las palabras no dichas acompañadas con las notas sin tocar. Sin embargo, su sonrisa actuaba como un faro en aquella bruma. Sus dientes alineados robaban el protagonismo de su música.

Y yo, yo no era la excepción de aquellos escritores que sufrirían el dolor en carne propia con tal de poder incluir a aquella figura en mi historia. Y fue así como él se volvió el personaje principal de mi escenario, o más que eso. Él se convirtió en mi maestro y yo en su aprendiz de vida.

Retazos De Un DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora