Capítulo 1

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                                       EL DESCONOCIDO AMABLE.

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Corría sin parar por las calles resbaladizas mientras pequeñas gotas caídas del cielo impactaban sobre mí. Sin más fuerzas para seguir mi velocidad disminuía, exhausta, agotada, débil, no podía dejar de correr, corría por mi vida. Podía apreciar varios pasos que iban siguiéndome, gritos graves, algún que otro gruñido de enojo. Un quejido de dolor se escapaba de mis labios, los cuáles estaban desgarrados y agrietados por el frío. 

—   ¿Dónde está?   —Se oyó la voz de un guardia a tan sólo unos metros de mí.

Saqué mis últimas fuerzas y aumenté la velocidad de mis pasos. Un minuto más pasó mientras yo corría, delante mía, a lo lejos, se dirigía un varón con una capucha blanca hacia mí. Sin salida, me detuve, veintiún años ha durado mi vida, tarde o temprano tenía que morir. 

Éste se acercaba andando cada vez más hacia mí. Mis ojos lo observaban, pero no podía apreciar los suyos ya que la capucha los tapaba y sólo podía ver parte de su rostro. A tan solo un paso de mí, éste no se detuvo y siguió pasando por mi derecha. Me giré hacia atrás y pude ver cómo mientras andaba, su mano derecha cogía una espada. Emprendí de nuevo mi huída, dejando a aquel varón atrás, quien me dejó confusa con su anterior acción. 

Paré fríamente. Un grito captó mi atención, di la vuelta y fui corriendo para ver lo ocurrido volviendo atrás. Mi mirada quedó fija en el suelo, cuerpos fallecidos yacían tirados. Subí mi mirada, encontrándome con la del varón de la capucha blanca. Sus ojos verdes me miraron. Éste se giró rápidamente y se fue, quedando yo sola. Escuché nuevas voces que se acercaban. Asustada, huí de aquel lugar lo más rápido posible.

Crucé varias calles, apartando violentamente a las personas que se interponían en mi camino. Mi pánico a acabar muerta cada vez aumentaba más, cada segundo, cada minuto. Miraba a todos lados, buscaba algún lugar donde refugiarme y esconderme, hasta que di con un callejón. Temblando por el terror y el frío, entré en él y cogí unos cartones de madera que había tirados en el suelo. Me cubrí con ellos mientras me frotaba las manos intentando subir la temperatura de mi cuerpo.

 

Abrí mis ojos. Me encontraba en una cómoda cama en una habitación que me resultaba familiar. Merasqué la cabeza mientras un largo bostezo salía de mi boca. Apoyé mis pies en el frío suelo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Abrí lenta y cuidadosamente la puerta y salí a un largo pasillo. En ese momento, recordé dónde me encontraba, estaba en una casa abandonada en la cuál habito desde hace unos días. Bajé despacio las escaleras, mientras que mis pies tocaban el frío suelo lleno de polvo. La luz del sol entraba por algunos huecos que hay en la puerta. Me puse mis botas que había en el suelo y una capucha negra que ocultaba mi rostro. Salí a la calle donde estaba llena de comerciantes y compradores. Un recuerdo del varón del sueño de esta noche llegó a mí. Sus ojos verdes penetrantes me miraron, su rostro de tez normal, con una barba de unos cuantos días, mientras sostenía un cuchillo con rastro de sangre de los guardias fallecidos, era lo único que pude recordar, ¿quién era él?. Salí de mis pensamientos y mi mirada se posó en una caja llena de manzanas que tenía expuesta un mercader para vender. Ocultándome entre la gente, me acerqué a ella sigilosamente. Cogí tres manzanas sin que el mercader se diese cuenta y salí corriendo.

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