Lo que el gato arrastró

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Kaito siempre había sabido que ser amigo de Akako era una mala idea. Desde la primera vez que había intentado matarlo, él sabía que debía mantenerse alejado de ella. Era peligrosa e inestable y propensa a los impulsos que resultaban en viajes a la sala de emergencias e incapacidades para caminar sin hacer una mueca (Kaito todavía se estremecía al pensar en el incidente de la grapadora, cuando accidentalmente había dejado caer brillo en ella mientras realizaba un truco y, en consecuencia, terminó en el hospital durante una semana), y sería un suicidio ponerse de su lado malo.

Al parecer Kaito era suicida, porque se había puesto de su lado malo.

En su defensa, Kaito pensó amargamente mientras se sentaba junto al poste del teléfono, riachuelos de agua corrían por su pelaje deslizándose alrededor de sus ojos y asentándose debajo de sus patas en un pequeño y triste charco, no sabía que a ella no le haría gracia el que él se burlara de su adicción al BL. O que era capaz de convertir a la gente en gatitos y dejarlos bajo la lluvia como si de un mal cliché de manga se tratará.

Miró su reflejo en el charco. Al menos era un lindo gato – blanco con manchas de color castaño –. Él se acariciaría a sí mismo.

Si él no fuera, ya sabes, el gato. Porque él era el gato.

Oh Dios, él era el gato.

...Bien, tal vez Kaito estaba empezando a entrar un poco en pánico. Se le permitió hacer eso, después de todo.

Justo cuando Kaito se preguntaba si el que un gatito tratando de arañarse su propia cara se vería extraño (aunque no había nadie a la vista, lo cual tenía sentido, la mayoría de la gente intentaba evitar pasar el rato en las calles durante la lluvia), escuchó pasos acercándose desde la izquierda, el sonido amortiguado por la tormenta. Kaito se sentó al instante, mirando hacia la calle. Podía distinguir la forma esbelta y suave de un hombre caminando hacia él, sosteniendo un paraguas sobre su cabeza mientras la lluvia caía sobre él.

A pesar de que era un lindo gatito en una tormenta, Kaito realmente no esperaba que el hombre hiciera algo mientras pasaba. No todo el mundo fue el protagonista de un manga shoujo, después de todo. Se acomodó para enroscarse lastimosamente en una bola mientras el hombre se acercaba. ¿Qué debería hacer ahora? Tal vez si él encuentra a Akako y se disculpa, ella lo regresaría...

Kaito de repente se dio cuenta de los pasos se detenían a su lado. Estaba a punto de levantar la cabeza del charco para averiguar qué estaba pasando cuando un par de manos descendieron para sujetar su cabeza. Kaito comenzó a luchar impulsivamente, golpeando lo mejor que pudo con su débil fuerza de gatito antes de mirar al hombre que lo sostenía...

Y se encontró cara a cara con nada menos que Kudou Shinichi.

Kudou Shinichi, el detective más pretencioso del mundo (aunque Hakuba siempre fue el segundo más cercano). Kudou Shinichi, quien Kaito había notado a regañadientes tenía los ojos más bonitos que Kaito había visto nunca. Kudou Shinichi, su crítico más persistente (había estado persiguiendo a Kaito, o más bien a Kid, durante los últimos cuatro años, contando el tiempo que había pasado como un niño de seis años).

Kudou Shinichi, quien estaba inclinado sobre él, dejando de lado su paraguas para proteger a Kaito de la lluvia y se arrodillarse a su lado, sin prestar atención a las gotas de lluvia que inmediatamente se pusieron a trabajar empapando su abrigo y, ¿quedando atrapadas en su cabello...?

Parpadeando como un buho (¿o como un gato?), Kaito observo mientras Shinichi colocaba ligeramente sus dedos contra el pelaje mojado y ondulado que cubría el cuello de Kaito. Las manos de Shinichi eran notablemente cálidas y un poco ásperas, con dedos artísticamente delgados que se curvaban alrededor de la cara de Kaito fácilmente.

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