Un poema

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En sus cartas me relata además que encontró el amor, que su marido se llama Frank Fontaine, y que es feliz, pero que también ha tenido que sufrir la dureza de la vida para ello.

Al momento de llegar a París empezó a buscar un lugar donde fuese acojida, pero el tono de su piel y su poco manejo del francés le cerraron todas las puertas. Tuvo que dormir bajo un puente a orillas del Sena y soportar el frío de la noche parisína.

Tras varios días de estar en ese nuevo ambiente encontró la forma de conseguir alimento y una vivienda estable al conseguir trabajo en un restaurante llamado Le bon mangeur. Su trabajo era sencillo: lavar los platos de una jornada entera.

Al principio aparentaba ser sencillo, sin embargo, la cantidad de trabajo fue tal que, sumadas con las burlas de los cocineros por su color, fueron razones suficientes para renunciar. Otra vez Emilie tuvo que vivir al lado del río.

A ella le gusta escribir poemas, y recientemente recibí uno titulado C'est la vie. Ella misma traduce el nombre del poema, que se llamaría en español Esta es la vida, y en el cual trató de sintetizar un poco cómo fue su experiencia:

Sola se encontraba

Y de lejos la miraban

Y su apariencia era de una vaga

Porque los que veía la ignoraban.

Y cuando nadie la acogía

Llegó la esperanza

De aquel hombre que le traía

A su vida añoranza.

Y por fin la luz veía

Su vida ya volvía

Y la pesadilla terminaba

La felicidad regresaba.

Lo leí con lágrimas en los ojos y entendí lo duro que debió ser para ella adaptarse a su nuevo mundo, y deseaba poder estar con ella, apoyarla tal como ella lo hacía en um lejano pasado que aun vivía en mi corazón, pero era feliz y eso era lo que valía.

C'est la vieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora