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Esa misma mañana tomó del café como todas las mañanas, hizo la misma rutina del cual él solo se acostumbró.

A las once y media, entró al pequeño estudio. Ahí tenía una que otra obra terminada; paisajes, objetos, y lo que siempre pintaba: un joven castaño.

Ya pasaban dos meses de pintar al mismo personaje, con la piel nívea, el cabello castaño, la nariz levemente respingada, y los mismos lunares en sus respectivos lugares.

No tenía ni idea de quien era, siempre lo veía en sus sueños; sonriendo, mirándolo, lo veía durmiendo y haciendo el desayuno, todo el tiempo trazando las líneas de aquel perfil magnífico.

Se volvió una adicción pintar el mismo rostro.

Pero...

¿Por qué?

Esa era la pregunta que lo sacaba de quicio, y a la vez lo hacía regresar al mundo real.

Solo un sueño, nada más.

Probablemente, el hombre perfecto.

O el hombre de sus sueños.

Dreams ➮ᏚeokᎻui Donde viven las historias. Descúbrelo ahora