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Micaela sintió el enojo invadirlo y las lágrimas de desesperación resbalar por sus mejillas; respiración pesada salía de sus labios mientras trataba de calmarse, mordió su labio inferior mientras cerraba sus ojos y los abría de nuevo. Oscuridad. Lo único que podía ver era un profundo, abrumador y desesperante color negro que día a día lo consumía; siempre era lo mismo ¿Cuándo sería capaz de poder ver otro color que no sea negro? ¿Cuando sería capaz de poder ver luz en aquél túnel?

El silencio absoluto que transcurrió después de que el joven Micaela detuvo abruptamente la melodía que con tanta tristeza performaba fue llenado por los suaves sollozos que le produció aquel sentimiento que trajo lágrimas a sus ojos.

ㅡ¿Estás bien Micaela? ㅡWilliam preguntó con la preocupación notable en la voz. Con cuidado posa una de sus manos en el hombre del muchachoㅡ ¿Quieres que llame a Brais?

Sin poder hablar realmente, negó con su cabeza, no quería que llamara a Brais, no quería que él lo viera de esa forma y sintiera aún más lástima por él; odiaba que todo mundo sintiera pena por él, lo odiaba demasiado.

Pasaron largos minutos, minutos los cuáles Micaela trató de tranquilizarse mientras que, con la mirada perdida, se atrevía a hablarㅡ, y-yo estoy bien... Disculpe p-por esto...

ㅡNo lo estás, Micaela, déjame llamar a Brais y ve a casa-

ㅡLe he dicho que estoy bien ¿No es así?

William observó cómo el menor volteaba con inseguridad hacia él y le dirigía una sonrisa. Sus ojos estaban un poco hinchados a causa de haberlos tallado con tanta furia momentos atrás. Antes de que pudiera decirle que se debía de ir la melodía volvió a sonar, aquella composición volvió a inundar el lugar de manera más fuerte y apasionada, como si aquella angustia que Micaela reprendía en su pecho se disipara través de cada nota. El pelinegro cerró sus ojos enrojecidos por unos segundos mientras se dejaba llevar por la música.

William por su parte, lo veía con sorpresa. No esperaba que después de ese instante en que se mostró tan frágil él volviera a enfocarse con tanta habilidad y sentimiento en aquella misma canción.

Decidió entonces respetar la voluntad de su alumno y no llamar al moreno, aunque sabía que este vendría en el instante en que fuese llamado, después de todo aquel muchacho siempre se quedaba esperando a Micaela afuera hasta que la lección terminara. William lo asemejaba con un perro guardián, uno que siempre estaba al lado de Micaela.

Sin embargo, Brais no se sentía así. Ahora mientras encendía un cigarrillo frente a aquella prestigiosa escuela de música, él estaba pensando en cuan orgulloso se había sentido de Micaela cuando este elogió la habilidad del muchacho de blancos cabellos que se había marchado un rato atrás.

O, que al menos debió marcharse ya que al mirar hacia el costado, Brais logró ver al chico recostado sobre una de las ventanas que daba a la sala de música donde se encontraba Micaela.

ㅡHola de nuevo. ㅡBrais saludó, sacandole un pequeño susto al de ojos claros, quien parecía perdido en su propio mundo.

ㅡHola. No te vi ahí... Ah, creí que había dejado las partituras de una canción que el viejo quiere que me aprenda para mañana, si las olvido tal vez me arranque la cabeza.ㅡLuzbel bromeó con algo de nerviosismoㅡ Pero parece que sí están aquí en mi mochila. Por lo que... ya me voy a casa, de seguro mi padre o alguno de sus hombres ya están aquí por mí.

Brais rió. Siendo perspicaz como lo era, notó en aquella rápida respuesta algo de mentira ya que aún no había llegado nadie por él, pero no había ninguna razón por la cual cuestionarlo, por lo que solo sacó un paquete de cigarrillos y le ofreció uno.

Nuvole bianche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora