Nuvole bianche.

☁03.

Los pocos minutos que faltaban para que se completaran cuatro horas de atraso parecieron el infierno en la mente para Brais. Tenía demasiadas llamadas perdidas e incontables mensajes del padre de Micaela. La preocupación era tanta que el sudor ya empezaba a empapar su frente. Brais y Micaela se bajaron del auto, y un minuto después ya habían llegado hasta la puerta de la casa del menor.

Brais, con todos sus nervios, dió dos golpecitos en la puerta, la cual fue abierta con violencia segundos después.

En frente a ambos estaba Astaroth Blake, un hombre de cabellos largos y negros con un usual semblante tranquilo que ahora se veía bastante más agitado de lo normal. El hombre apretó sus puños, a punto de soltar lo primero que saliese de sus labios, pero entonces se tomó unos segundos para reflexionar lo que estaba a punto de hacer. Despues de calmarse un poco, decidió posar su atención en Brais.

Brais abrió sus labios para explicarse, pero fue interrumpido rápidamente.

ㅡPuedes irte a casa, Brais. ㅡél habló con el tono más tranquilo que su voz le permitíaㅡ Hablaré contigo después.

De esa manera, Brais sabía que no haría nada bueno quedandose allí, es más, él sabía que quedarse empeoraría las cosas. Finalmente, el posó su mano sobre el hombro de Micaela muy sutilmente para tratar de darle alguna clase de apoyo.

El moreno salió de allí caminando lentamente y sus manos temblaban. Podría estar preocupado por perder su trabajo, pero eso no lo era todo. Desde hacía mucho tiempo la importancia de conservar su trabajo había quedado por debajo de el bienestar de aquel chico que consideraba de sus mejores amigos. Brais se alejó cabizbajo, con una única preocupación en su cabeza. Realmente le preocupaba Micaela.

Mientras tanto dentro de la casa, Astaroth tomó un largo suspiro. Sabía que la noche sería larga para ambos.

ㅡ¿En dónde estabas? ㅡle preguntó con la voz áspera.

Micaela no pudo ocultar la sonrisa traviesa de su rostro, tampoco pudo detener la pequeña risa que se había escapado de sus labios. La adrenalina corriendo por todo su cuerpo gracias a aquella pequeña travesura lo hacía sentir demasiado emocionado; sus piernas y manos temblaban levemente, su sonrisa se hizo aún más grande, se sentía como alguien "normal", como cualquier otro chico de su edad que no hacía nada más que cometer travesuras.

ㅡAntes de que vayas a hacer algo estúpido como correr a Brais de su trabajo, quiero decirte que fui yo quién le ordenó a tardar más de lo normal. ㅡEmpezó a hablar el más bajo,ㅡ y además no hicimos nada malo, sólo salimos y le dije que me llevara a un parque. ㅡContinuó sin mencionar al chico del piano, Luzbel, sabía que si lo hacía le lloverian millones de preguntas de su padre como: ¿Quién es él? ¿Cómo lo conociste? ¿Cuándo lo conociste? ¿¡Quiere separarme de MI niño!?

ㅡNo hicieron nada malo. ㅡAstaroth dijo, con sarcasmo notorio en su vozㅡ ¡Simplemente llegaron cuatro horas tarde! Y yo como un idiota, creyendo que te había pasado algo. ¿Por qué haces estas cosas, Micaela?

Astaroth no estaba controlando las palabras que decía. Su molestia excedía cualquier deseo de calmarse.

ㅡ¿Por qué siempre tratas de probar el límite de mi paciencia? ㅡcontinuóㅡ ¡¿Por qué haces esas cosas cuando sabes que eres distinto?!

Las mejillas de Micaela se tiñeron de rojo por el coraje y sus ojos se habían cristalizado un poco ante aquellas palabras de su padre.

ㅡ¿¡Tú crees que no lo sé!? ¿¡Crees que soy estúpido!? ㅡPreguntó furioso sin realmente medir su tono de voz. Las lágrimas no tardaron en resbalar por sus mejillas rojizasㅡ ¡No quería venir a tu tonta comida familiar porque todos iban a estar aquí y no hacen nada más que recordarme lo inútil que soy ahora! Ahora mismo podría estar en mi habitación ignorandote pero, ¡Adivina! ¡Ni siquiera puedo dirigirme a mi habitación por mi estúpida cuenta!