Capítulo 39 parte I

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Lena POV:

Mi avión ya había aterrizado, me quité los audífonos y me alisté para bajar. Entré al aeropuerto y fui por mi equipaje, Lima esperaba por mí.
Estuve buscando información sobre Perú, lugares para visitar y los múltiples platos típicos que tenía que probar. Había leído sobre cómo era su gente, cuáles eran sus costumbres y el idioma no era un problema. Me agradecía a mí misma el haber llevado tres ciclos de mi carrera la materia de español intensivo.
Cuando salí, habían diferentes autos de empresas de taxi remisse, tomé uno que me llamó la atención pues el conductor era un hombre de edad bastante avanzada y me pareció interesante el poder conversar con él, estaba segura que sus recomendaciones me vendrían bien.
El cielo estaba gris, corría algo de viento pero no importaba. Me gustaba que el clima fuese diferente al que ya estaba acostumbrada. Subí al auto moderno de color negro, enseguida el conductor me ofreció un periódico y múltiples revistas. Me sonrió por medio del espejo retrovisor y le devolví el gesto.
-¿A dónde desea que la lleve, señorita? Perdone, ¿usted habla español?-su voz era cálida y pausada.
-Sí, entiendo bastante bien. Estaba pensando en ir al hotel primero, hice una reserva en el Marriott.
-Está bien, póngase cómoda y no dude en preguntar si tiene alguna duda.
-Gracias, es usted muy amable-levante la mano e hice un gesto de agradecimiento.
Durante el camino hice varias preguntas sobre restaurantes, lugares para visitar y locales donde podía ver demostraciones de bailes propios de la cultura peruana. Cuando llegamos pagué más de lo que habíamos acordado, aquel anciano me había comentado que tenía una esposa que estaba bastante delicada de salud, la historia de su amor era apasionante y emotiva.
El recibimiento en el hotel fue mejor de lo que esperaba, pude notar la ventana de mi habitación daba justo con el panorama de la costa verde, podía ver el mar y el cielo gris que por momentos parecía querer dejarle paso al sol para culminar el día con un atardecer memorable.
Deje mis maletas desordenadas sobre el sofá y el suelo, me eché en la cómoda cama. Tenía este extraño sentimiento de que algo me faltaba, dolía saber que yo deseaba tanto una historia de amor duradero y no uno que solo tiene instantes de felicidad.
Decidí darme una ducha y cambiarme de ropa. Me dijeron el establecimiento que quedaba en frente era un centro comercial y se llamaba "Larcomar", tenía un mirador y creo que eso fue lo que llamó más mi atención. Una vez lista, fui hacia mi principal objetivo, claro que tuve que pasar primero por el establecimiento para cambiar mi dólares por "nuevos soles", es el tipo de moneda en Perú.
Fui hasta el mirador, había bastantes parejas y múltiples fotógrafos, no era la única turista, el lugar estaba lleno de nosotros. Pasaban de vez en cuando personas con bicicletas y patinetas. Deje que la brisa jugara con mi cabello y cerré los ojos, era agradable esa sensación. Cuando los abrí, intenté concentrarme en el paisaje que tenía en frente, el mar siempre me había parecido infinito... Ahora podría jurar era el reflejo del dolor que me había causado el enamorarme de mi propia herida, no quería que sane o quizás aún no estaba lista para que así fuese.
Volví a cerrar los ojos, intenté enfocarme en tratar de buscar alguna manera de recordar todos los instantes en el que algo me afectó de sobremanera durante los meses en que tenía a Kara conmigo. Quería que este atardecer que estaba empezando a tomar forma, me sanara. Sí, yo creía que los atardeceres eran sanadores. Cuando empezaban solo tenías que pensar en eso que te estaba afligiendo, dejarte sentir débil por unos instantes pero luego cuando el sol estaba bajando y a punto de ocultarse solo debías respirar profundo tres veces. Luego, el sentirse mejor era asegurado pues tendrías la plena seguridad que tu dolor se había ido junto con el sol y que luego el afrontaría tus problemas por ti, que él sería quien empezaría una búsqueda de posibles soluciones. Mientras que eso sucede, la luna toma su reemplazo, la noche es oscura como el vacío que debes ahora llenar de buenos sentimientos, de amor. La estrellas son puntos que ha marcado el sol como posibles pistas de donde ha estado y cree es un acercamiento a las respuestas que estás buscando. Y cuando él vuelve por la mañana, ilumina todo de manera que te da a entender es un nuevo comienzo, que si él ha podido cargar con tus atribulaciones durante una noche y ha regresado igual de resplandeciente que el día anterior entonces tú también puedes hacerlo, es más ya estás sanado. Debes creerlo.
Respiré tres veces, abrí los ojos y sonreí. Me sentía mucho mejor que hace unos minutos... Bajé la mirada para ver el reflejo de color naranja sobre el agua. Sin embargo, mi concentración se vio interrumpida por un empujón.
-Disculpa...-me dijo una joven con su teléfono en mano.
-No te preocupes-sonreí.
-Estaba distraída, lo siento-ella estaba algo nerviosa y traía la mirada baja.
-¿De dónde eres?-sonríe-lo digo por tu acento.
-De Estados Unidos, vengo de Miami, pero tomé cursos intensivos de español.
-Una chica bastante inteligente y exigente, eso no se ve todos los días-traía una expresión amable y me agradó al instante.
-Me llamo Lena-extendí mi mano, me encantaba la idea de poder hacer amistades en todos los lugares a los que vaya a ir.
-Soy Patricia, pero puedes decirme como desees-sonrió y tomó mi mano en modo de saludo. -Te diré, Patts-nos reímos y luego miramos hacia el mar.
-Así que... ¿Hace cuánto que estás por Lima?
-Acabo de llegar hoy.
-¡Qué bacán! La mayoría suele descansar primero.
-Me gusta vivir al límite, ya he descansado mucho-reímos de nuevo. -Eso es bueno, en serio.
-Pero lo que sí me vendría bien es comer, ¿me recomiendas algún lugar? -¿Comida rápida?
-En realidad, esperaba probar algo típico-sonreí.

-Bien, ve a "Tanta". Los dueños son Gastón Acurio y su esposa, supongo debes haber leído sobre ellos.
-Claro, estuve buscando información. Había olvidado el nombre del restaurante. -Bien, es ahí a donde debes ir y probar cada plato.
-Lo haré hasta que no pueda caminar.
-¡Esa es la actitud!
-¿Me acompañarías? Odio comer sola.
-¿En serio?
-Sí, yo invito, me agradas mucho.
-Eso es bueno, Lena- ahora parecía estar pensando-Bien, te acompaño, pero luego debo ir a casa
-Ya, vamos-disfrutamos de la cena, me contó sobre su ex, me dijo aún no lo superaba. Era de esas personas que te marcan para siempre que recuerdas como si hubiese sido ayer cuando estuviste a escasos centímetros con ellos deseando sus labios, era como un primer tatuaje... Recuerdas la sensación y la emoción que tuviste en el momento, lo llevas contigo para toda la vida. Le aconsejé, le dije debía intentar sanar como yo lo estaba haciendo. Sin embargo, quedó en que cuando yo superara a aquella chica que estaba tatuada en mí ella intentaría hacer lo mismo con este chico. Luego, hablamos sobre experiencias, ella solo tenía una debido a su corta edad, con una chica... La que le dio ese beso delicado y tierno que te cambia por completo, que deja la textura de tu alma bastante áspera cuando se pierde el contacto. Le conté sobre James y todo los problemas que me había traído, la manera en cómo me desilusionó por completo, el trato que me daba.
De un momento a otro, ya se había hecho bastante tarde. La acompañé a tomar un taxi que me ofrecí a pagar pero no sin antes intercambiar números para que sea mi guía turística por la ciudad gris de Lima.

Los siguientes días, me pasé de restaurante en restaurante probando de todo. ¿Lo que más me agradó? Creo que en realidad no hubo nada que no me haya agradado, disfruté de todo.
Llegué a mi hotel bastante cansada, estaba conversando con mi nueva amiga para poder quedar en qué lugares tendríamos nuevas aventuras. Por momentos cuando me cansaba de hablar español, era genial poder usar el inglés y no tener problema alguno pues ella lo maneja bien.
Compré varios recuerdos para mis familiares, entre ellos un chullo. Era bastante colorido y me parecía a Lex le encantaría.
Los siguientes días fueron visitas a iglesias, la Plaza Mayor, la Catedral, al Palacio de Gobierno, el Palacio Arzobispal, el Museo de la Nación, el Palacio de la Torre Tagle, los balcones de Lima, el Cristo del Pacífico, el Cementerio Presbítero Matías Maestro que tenía un recorrido realizado por la noche donde podías experimentar por ti mismo los escalofriantes sucesos del lugar.
Era mi último día en Lima, Patts me llevó a Plaza San Miguel, comimos en Tanta nuevamente como en el primer día.
Miré mi teléfono y ya era tarde, debía regresar a mi hotel, terminar de empacar e ir al aeropuerto para mi próximo vuelo. Ese mes en Lima fue más que increíble, no voy a dejar de hablar de este país nunca.
Luego de despedirme de mi increíble amiga, Patts, Me dirigí al paradero donde había pedido un taxi. Estaba algo apenada, derramé algunas lágrimas por todo lo que había vivido aquí y que estaba segura iba a extrañar.
-Disculpe, señorita...-era un joven que hablaba de manera torpe.
-¿Sí?
-¿Me presta su celular para hacer una llamada? Me he quedado si saldo... Ya pe, señorita.
-Oh, claro...-le di mi teléfono y solo sé que lo vi alejarse a toda velocidad. Me advirtieron tuviese cuidado, pero ahí lo tienes Lena, tú y tu gran corazón.
No me enojé, al contrario, reí mucho de esta experiencia. ¿Cómo es que pude haber sido tan ingenua? Ni idea. Llegó mi taxi y continué con mi itinerario. Claro que antes tuve que hacer una parada para adquirir un nuevo iPhone en el iStore.
¿Mi siguiente destino? Cuzco. Quería conocer la increíble ciudadela de Machu Picchu, después de todo sería un delito no haber ido estando en Perú de viaje.
Durante mi vuelo estuve mensajeándome con Patts y le conté lo sucedido, me dijo que jamás se prestara el teléfono a desconocidos o ese sería el resultado, reímos mucho.
Otra aventura más, otro recuerdo agradable para sustituir uno triste...

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