Subo capítulo cada domingo, espero que estéis disfrutando de la novela, cualquier duda que os surja o comentario dejádmelo al final sin problemas.
Me despedí de Alicia antes de que se le ocurriera decirme que aquello no era una buena idea. Nada podía pararme cuando algo se me metía en la cabeza. Subí las escaleras de dos en dos con ansias de llegar a casa. Introduje la llave en la vieja puerta de madera deseosa de poder investigar acerca de la fundación. Me apresuré y cerré rápidamente la de mi habitación para que nadie me molestara. A menudo solía escaparme allí, era mi refugio ante cualquier problema, mi mundo paralelo dibujado desde niña para salvarme. Un lugar en el que los sueños no eran posibles pero el dolor dejaba de ser tan fuerte para pasar a una engañosa tranquilidad momentánea.
Pero justo en el momento que me dejé caer agotada en la silla giratoria delante del escritorio, una voz femenina me interrumpió. Mi madre. Suspiré y dejé caer la mochila a mi lado mientras arrastraba los pies hacia la colorida cocina.
Me senté en mi habitual lugar, sin ganas de comer como el resto de los presentes menos mi hermano que no era consciente de la situación debido a su enfermedad. Evitábamos contarle cualquier problema aunque fuera uno simple cotidiano. Lo manteníamos en una especie de burbuja alejada de la realidad aunque sinceramente si se lo contáramos se acabaría olvidando igual pues una de las consecuencias de aquella enfermedad era la lenta pero devastadora pérdida de memoria. Lo miré con ojos apenados al pensarlo aunque hubiera crecido con esa situación y estuviera acostumbrada.
Tardé muchos años en asimilar que nunca cambiaría aunque deseara cada noche con todas mis fuerzas desde que tenía uso de razón tener un hermano con el que jugar y corretear por el parque, al que contarle mis temores bajo las mantas de mi cama con la única luz de mi linterna, ni siquiera podría tener uno que me protegiera cuando alguien me insultara en el patio por que era demasiado bajita para mi edad. Como en muchas ocasiones había conseguido acostumbrarme sin problemas a la situación pero eso no hacía que dejara de doler.
Dolía enormemente haberme pasado la infancia entre hospitales y médicos que parecían recitar el mismo frío veredicto una y otra vez sin cansarse. Odiaba el olor que desprendían los hospitales, ese olor aséptico que tenía el poder de colarse por mi boca y hacer que al instante unos pinchazos me acribillaran el corazón. Odiaba al mundo por haberme robado tantas vivencias que parecían imprescindibles en las vidas de otras personas de mi edad.
¿Sabes lo que es imaginar como sería el mundo para él si cuando lo vío por primera vez aquella mañana de noviembre, la vida no hubiera decidido tatuarle en la venas ese horrible destino? Espero que no lo entiendas. No le deseo mis problemas ni a mi peor enemigo.
La comida transcurrió únicamente con el sonido de la cubertería repiqueteando contra cada plato mientras mi hermano contaba su día en el instituto. Lo contaba como si fuera una anécdota digna de un libro de aventuras. Siempre había sido muy fantasioso, supongo que nunca dejará de ser un niño. Interrumpí el monólogo que mantenía para excusarme, mentí con que tenía un largo trabajo de historia que hacer y parecieron creérselo.
Mis ojos echaron un vistazo al ordenador que me habían regalado un montón de cumpleaños atrás y mis dedos comenzaron a teclear en el buscador. Tras una hora buscando cuando ya casi estaba a punto de desistir, encontré un enlace a la dichosa fundación de la que habían hablado en la televisión.
"Ilusiones" se llamaba. Saborée el nombre mientras entraba nerviosa en la página web, momentos después me dí cuenta de que aquel nombre encajaba a la perfección con lo que esos voluntarios llevaban a cabo. Verdaderamente había gente en el mundo que el corazón no le cabía en el pecho de lo grande que era. Leía maravillada como costeaban tu ilusión si contactabas con ellos y se la explicabas junto con tu enfermedad. Decenas de casos pasaban ante mis ojos y algunos eran realmente sorprendentes hasta que en mi cabeza comencé a unir los hilos y la realidad volvió a caerme en las narices.
Sólo podían disfrutar de la experiencia los niños... Si es que estaba claro que si algo podía salirme mal, aquello ocurría ni siquiera sé por que seguía intentándolo.
Tuve que ahogar un grito de rabia pues tras tantas ilusiones mi mejor idea acaba de desvanecerse en tan sólo unos segundos. Todo parecía querer ponerse en mi contra estos días. ¿Por qué algo que podía aportarnos unos gramos de felicidad, una anestesia en aquel tiempo de dolor no podía lograrse?
Pero quizá todo no estaba perdido no? No pierdo nada en llamarles me dije mientras sin dudar, marcaba el número ilusionada a la vez que preocupada por la respuesta. Se me estaban haciendo eternos los pitidos del otro lado de la línea. Tic tac tic tac. El sonido que emitía el reloj de pared acompasaba con mis latidos nerviosos hasta que alguien descongelo y hasta mi corazón pareció pararse para escuchar. Crucé los dedos mientras el primer sonido que pertenecía a la voz de un hombre que probablemente tenía más daños que arrugas en el rostro salió del teléfono.
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Unos segundos pueden cambiar tu vida
Teen FictionUn vuelco al corazón precedió aquella terrible noticia, nunca creí que un simple día pudiese marcar tanto mi vida, dar un giro de 360 grados con tan sólo las frías palabras del médico de turno de aquella tarde de junio, mi mundo se derrumbó y mi son...