El timbre me despertó de mis ensoñaciones. Suspiré y empecé a recoger cada objeto de mi mesa y a guardarlos rápidamente. Última clase del día finalizada. Huelo como las respiraciones de los demás se aceleran, desprenden felicidad por los poros. Ese aroma me echa para atrás pues no consigue abrirse paso por mis fosas nasales y hacer vibrar cada zona de mi cuerpo apagada. Me recuerda a la noche en la que el calendario dictaba el fin de las Navidades y toda la familia corríamos hacia el viejo árbol del salón, pasábamos nuestros ojos lentamente como si quisiéramos congelar ese instante en nuestras mentes y mamá decía, es la hora. Se inclinaba y como por arte de magia o un soplo del viento, se apagaban una a una todas las lucecitas de colores hasta el próximo año. Mi cuerpo está apagado, a veces deseo que alguien encuentre el interruptor de la luz ya y me salve de tanta oscuridad. Quiero sentir las lucecitas brillar en mi interior, sí me refiero a las conocidas mariposas o avispas asesinas que te taladran el estómago con un sonido melódico, te mece en la felicidad, al menos por un tiempo.
Cogí la mochila y me la colgué con facilidad a la espalda como si fuera otra de mis famosas cargas que ya formaban parte de mi ser. Corrí como los demás hacia la salida para pasar desapercibida, no fuera a pasar que se dieran cuenta y me señalaran con los dedos, desnudándome el alma y exponiéndola a los demás.
Las suelas de mis zapatos resoplaban, quizá era el suelo que ahogaba sus gritos pidiendo que dejara de caminar. Incluso de vivir. Me detuve cuando llegue a la puerta. Tuve que tirar dos veces para conseguir abrir, últimamente las fuerzas me flaqueaban como si estuviera marchitándome por dentro.
-¡Valerie!- gritó alguien entre el gentío.
Me doy la vuelta y busco la cara que pertenece a esa voz chillona entre los estudiantes. Me río para mí misma, esto me recuerda a ¿Dónde está Wally? La encuentro detrás de una cabeza llena de rizos ensortijados.
-¿Alicia?-susurré a centímetros de ella sin creerme lo que mis ojos veían. Echándole un vistazo rápido como si mi cerebro la estuviera escaneando como una desconocida antes de darle el visto bueno. Estuve mirándola varios segundos en busca de mi pulsera atada en su brazo o quizá de una parte de mí que llevaba años entrelazada a ella. Y torcí la sonrisa. No hacía falta decir nada entre nosotras así que la estreché entre mis brazos con fuerza.
-¿Cómo te han tratado esos ingleses?-dije al soltarla mientras nos abríamos paso hacia la acera grisácea.Tres meses ya sin aguantarte empezaban a doler-proseguí mientras le revolvía su rubia melena haciendo que emitiera un gruñido.
-Pues como te conté por teléfono, tengo mil anécdotas pero dejemos eso para más tarde. Qué tal llevas lo de tu padre?- dijo seria, observando mi cara como si unas simples palabras fueran a romperme en mil pedazos, todos me miraban igual, con una mezcla de pena y cariño dibujada en los labios. Aún no me creía que eso me estuviera pasando a mí...
-¿Cómo estarías tú si la persona que más quieres se desvanece lentamente delante tuya y no puedes hacer absolutamente nada?¿Sabes lo que es tener miedo permanentemente? Cruzo de puntillas el pasillo cada mañana, hasta mi voz tiembla, recorro los escasos metros hasta llegar a su habitación y comprobar achinando los ojos en la oscuridad de que sigue ahí y ya puedo dejar de contener inconscientemente la respiración.
¿Sabes lo qué es que se haya convertido en rutina que la ambulancia se lo lleve? Siento cómo si no tuvieran derecho de robármelo aunque sea para hacer que esté mejor. Siempre me quedo en el umbral de la puerta sin perder detalle, nunca sabes cual va a ser la última vez que cruce la puerta, sé que él también lo piensa por que antes de que las puertas del ascensor se cierren, me echa un último vistazo y sonríe... Me ha prometido no dejarme sola mientras me miraba fijamente a los ojos como si quisiera tranquilizarme. Me duele ser tan débil a pesar del cáncer jamás ha derramado una lágrima o se ha quejado de que algo le duele. Simplemente se tumba, lo arropo hasta que las mantas le tapan casi entero y le doy un beso en la frente como solía hacer él cuando yo era pequeña antes de dormirme. Intento hablar con él pero el dolor se hace imposible y me dice que le deje solo. Imagino que siente zumbidos que suben lentamente de intensidad o quizá el sonido ensordecedor en la cabeza se parezca al de los fuegos artificiales de las fiestas de su pueblo o quizá a...- casi grité furiosa mientras ladeé la cabeza y recordé que no estaba sola y las palabras se habían soltado de mi nudo de garganta con demasiada rapidez, debía de no sacar esas cosas y me callé.
Nunca saben que decirme cuando hablo de él o de lo que siento en estos momentos tan duros, sólo se limitan a mirarme como si fuera un perro abandonado en invierno en plena noche. Por eso ya no suelo dar tantas explicaciones, esta vez se me ha pasado pero será la última. Si me dieran cariño después de desahogarme, lo haría más a menudo pero nunca saben que hacer. Quizá no me quieren.
Odio que me miren con cara de pena pero no hagan nada para intentar aliviarme el dolor insufrible que llevo. Odio las palabras "lo siento", no lo haces simplemente te limitas a decir eso por que queda bien pero no ayuda. Todos me responden palabras vacías que creen que me van a llenar. Se me revuelve el estómago cuando alguien tiene la valentía de decirme "te entiendo". Esa es de mis favoritas. Poco a poco he ido haciendo una lista. Los "sé fuerte" me superan, es como si alguien me golpeara repetidamente hasta que sangrara. He aprendido demasiadas cosas estos días, me he prometido a mí misma que cuando alguien de mi alrededor viva algo así no le diré palabras vacías por que se te clavan como cuchillos. Sé lo que quieres escuchar cuando estás mal aunque sea una dulce mentira, un abrazo que te quite la respiración y un "no te voy a dejar solo, estoy aquí".
-¿Prefieres que hablemos de otra cosa Val?- dijo tímidamente. Nunca quieren escucharme solo hablar de cosas absurdas pero he aprendido a seguirles el juego y a tragarme mis problemas. Asentí y mis cuerdas vocales consiguieron desengranarse. Apreté los puños para no llorar delante suya, no lo entendería.
-Estuve pensando algo en clase, es una locura pero querrías ayudarme?- contesté con ojos suplicantes, aquello solía funcionar. Sonrío como si hubiera conseguido hacerme olvidar mi tristeza y la tormenta que casi le cae encima se hubiera ido. Ilusa.
Quiero conseguir que mi padre cumpla lo que siempre ha deseado antes de morir, mira he hecho una lista de posibles deseos aunque no logro decidirme- dije mientras sacaba un papel arrugado que estaba escondido entre los libros y se lo tendí para que lo leyera mientras proseguí.
Tengo que investigar pero una vez escuché en la televisión que una fundación se ocupaba de cumplir los sueños de los pacientes terminales y que los costeaba totalmente. Quizá si les llamara y les contara nuestra historia accederían.
Sería una buena sorpresa no?
Y así comenzó la aventura, unas simples palabras desencadenaron decenas de consecuencias.
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Unos segundos pueden cambiar tu vida
Teen FictionUn vuelco al corazón precedió aquella terrible noticia, nunca creí que un simple día pudiese marcar tanto mi vida, dar un giro de 360 grados con tan sólo las frías palabras del médico de turno de aquella tarde de junio, mi mundo se derrumbó y mi son...