El día que hablamos por primera vez me di cuenta de que algo no cuadraba en su personalidad, en su apariencia era desalineada de una forma estética al mismo tiempo, pero hablaba con un tono de voz profundo y a un ritmo pausado, y los temas que trataba eran igualmente profundos. Ella misma me dijo que trataba al lenguaje como trataba a las personas, aún no sé si trata a las personas como herramientas o si trata al lenguaje con empatía. Pero sus términos y conceptos acarreaban la conversación, absorbiendo todo con la densidad de una singularidad. Su mirada era penetrante y opaca a la vez, fue cuando la miré a los ojos por primera vez cuando me di cuenta de algo esencial sobre su personalidad: se encontraba por arriba de la humanidad, o tal vez por debajo, tan por debajo que su presencia volaría libremente mientras nos observaba y estudiaba desde su lejanía. Tan por debajo que se podría decir que en realidad está por encima de todos y nosotros simplemente estamos de cabeza, mientras que ella nos contempla desde su distancia. Eso era, se encontraba tan distanciada del mundo que su humanidad era sólo contenida por su forma. Me habló de muchísimos autores diferentes (se notaba que era bien leída) con cierto desinterés y aburrimiento. Si yo no le hubiera insistido tal vez ni siquiera me hubiera dirigido la palabra. La curiosidad que generaba era su punto de atracción. Todo recaía en la manera en que observaba su cigarrillo antes de dar una pitada, la manera en que cerraba los ojos antes de darle un sorbo a su café, la manera en que encorvaba las cejas seguido de su sutil sonrisa irónica antes de responder una pregunta, la manera en que observaba sus alrededores con un silencio penetrante. La he visto venir al mismo café, a la misma hora, de manera periódica a lo largo de los pocos meses que estuve en esta ciudad. Cuando finalmente me decidí a hablarle me dejó sin palabras. Me habló del absurdo, de la vida, de la sociedad y de la realidad que impone. Me habló del ser y del pensamiento. Me abrió los ojos a un mundo nuevo que hasta entonces desconocía. Todo en tan sólo unos pocos días en los que logré ganarme su confianza, que al parecer era un desafío para quien se anime a responder a la curiosidad que su presencia producía. Su aura de misterio era algo encantador, pero escucharla hablar era cómo recibir la bendición de los ángeles. Su voz me generó escalofríos en la primera instancia en que me respondió la primera pregunta que le formulé. Su nombre lo dijo todo, era el nombre perfecto para una mujer como ella y vivía el concepto que acarreaba en todos sus sentidos. No era solamente un nombre, era un estilo de vida. Nunca supe de qué trabajaba, hablamos sobre una infinidad de cosas, tantas que las cosas cotidianas eran superfluas y se nos escapaban de entre los dedos como la fina arena de un desierto. Tiempo después deduje que era profesora, o que podría serlo sin mucho esfuerzo. Su manera de hablar y su entendimiento correspondían al de una profesional en cuanto se trataba no sólo de pensar, sino de inducir pensamiento en los demás. Eso era algo mágico en ella, su talento más prominente era lograr que cualquiera perdiera el sueño al cuestionarse cosas que antes parecían obvias. Su voz tenía tal fuerza que retumbaba en el pensamiento de uno con el eco que producía al terminar cada oración. Y sus palabras llevaban consigo un peso enorme, un peso que por momentos me arrastraban hacia las profundidades de un océano de realidades superpuestas. Poco más podría decir del día en que la conocí: qué desayuné, qué ropa tenía puesta, por qué estaba en la ciudad, cómo me dí cuenta de su rutina diaria en ese bar. Detalles que poco importaron cuando finalmente entendí que nos había unido el destino, y que luego nos separaría el mismo. Detalles que serían insignificantes comparados con todos los detalles que eran ella, porque de eso se trató siempre, sus detalles lo decían todo, pero lo decían en el silencio, por lo que uno debía observarla cuidadosamente para poder apreciar su profundidad. Su hermosura superficial era algo, pero en cuanto se entraba en contacto con ella ese algo se desvanecía, todo alrededor se desvanecía, sólo quedaban esos ojos y esos labios, y su voz se infiltraba en el alma y la adornaba con toda clase de conocimientos y preguntas.
Al parecer le agradaba, después de todo cada día que me dirigía a hablarle ella actuaba con mayor interés y con menor sorpresa. Lo cual es curioso, porque en la primera vez que hablamos ella no pareció sorprendida, pero durante el final de la conversación acordamos vernos siempre que tengamos oportunidad. A ella le conté todos esos detalles insignificantes que me he ahorrado mencionar, y en cuanto le dije que estaría temporalmente miró al cielo, a un lado, al piso, y de vuelta a mis ojos y sólo dijo que estaba bien; ni siquiera me preguntó por qué me iría de tan hermosa ciudad, ni yo insistí porque sabía que era insignificante en comparación con lo que habíamos conversado anteriormente. Al parecer le agradaba cada día más. Cada día que llegaba al bar pedía el mismo café, el cual tomaba sin azúcar, acompañado a veces con un poco de pan y manteca. Y ella me esperaba del mismo modo que esperaba al café, lo sé porque todos los días se me daba la oportunidad de verla llegar con sus libros y sus cigarrillos, oportunidad que aprovechaba sin cuestionarlo para poder entenderla mejor como si fuese un raro espécimen de la naturaleza. Siempre la encontraba en la misma mesa, que por algún motivo siempre se encontraba desocupada hasta el momento en que ella llegase, una mesa ubicada en la acera del lado más próximo hacia la calle en la que de tanto en tanto algún auto se encontraba estacionado. Pasaron unas semanas, cuyos días ocupaba algunas horas para hablar con mi nueva amiga, por lo menos creí que podría llegar a llamarla eso, pues para mi las experiencias que compartimos juntos se volvieron invaluables y permanecen en mi recuerdo. Hasta que finalmente llegó el día.
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Sofía
RomanceUna historia sumergida en metáforas sobre la experiencia de la vida, llena de un romance que se manifiesta en la distancia que se tiene de la realidad.