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—¡Potter, Harry!— Repentinamente todo había quedado en silencio. El ambiente estaba tenso de la nada, poniendo a Harry más nervioso.

"Maldita pluma mágica"

Pensó para si mismo. Viendo de manera disimulada como Lily y James Potter se quedaban estupefactos. Harry sonrió feliz al verlos, él era idéntico a sus padres y sus ojos poseían casi la misma tonalidad que los de su madre.

Con nervios, avanzó hacia donde debería sentarse para que el Sombrero Seleccionador lo sorteara a una de las cuatro casas.

Todos lo seguían con la vista, aún incapaces de reaccionar ante el nombre dicho por McGonagall, la cual también se encontraba petrificada.

—Harry...— Escuchó a duras penas el ausente murmullo de Lily. Ella se tapaba la boca con la palma de su mano, incapaz de creer lo que veía.

"Mi hijo... No puede ser"


Pensaba, su vista se nublaba por las lágrimas. Se preguntaba si todo era una cruel y despiadada jugarreta de su mente. Pero... Esta vez se veía tan real que una pequeña esperanza de que no era una ilusión o un sueño hacía sentir que su corazón latía de nuevo.

Porque cuando Harry murió, ella se fue junto con él.

Pero seguía adelante aún con ese peso encima, únicamente por su esposo y su otro hijo. Ellos eran la única traba que Lily tenía de irse junto a su pequeño hijo.

Quizás eso es lo que sentía una madre al perder a su hijo. Pensar en eso hacía que le diera una enorme empatía hacia las madres cuyos hijos perdieron.

Pero ahora frente a sus ojos estaba ese niño, su hijo muerto. Ahí estaba, caminando con una deslumbrante sonrisa para que fuera sorteado a una casa. La imagen que desde que él había nacido se imaginaba con una sonrisa. Lágrimas cayeron, sabiendo que todo no era un sueño, que todo lo que veía era absolutamente real.

Harry sonreía deslumbrante como siempre supo ser. Su caminar era tímido y deslumbraba inocencia por todos sus poros. Su brillante sonrisa y sus ojos destilando una mezcla entre emoción y curiosidad parecían que alumbraban como si de un Lucero se tratara a todo el Gran Comedor.

Todos miraban sorprendidos al niño que se creía muerto. Su estatura baja y sus mejillas rellenas lo hacían parecer como un niño menor a ocho años. Sus ojos verdes como la esmeralda más hermosa de todas brillaban mirando mientras caminaba todo su alrededor. Su cabellera azabache e indomable era idéntica a la de su padre, lo hacía parecer alguien descuidado. Luego estaban su acanelada piel con sus regordetas mejillas y la punta de su nariz en forma de botón que estaban tintados en un leve rosado debido a la atención que estaba llamando.

Ese niño era la propia imagen de James Potter y de Lily de niños. Era como si los dos se convirtieran en una sola persona.

"Interesante... El Potter muerto que está vivo".

Rió en forma de broma el Sombrero Seleccionador. Harry abrió su boca con sorpresa al escuchar la voz en su mente.

"Genial... ¡Estás en mi mente!"

HufflepuffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora