Paloma

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Desde muy joven he procurado siempre vivir a mi modo. Todos esos enamoradizos que le entregaban el alma a cualquier chica aprovechada que les sonreía se equivocaban por completo. Por alguna razón yo era el único que iba a contracorriente. Era el diferente.

Para mí, su modo de vida era una actitud difícil. No me costaba dejar mis emociones en la puerta y sustituirlas por la insensibilidad o por la rabia, que es mucho más fácil de controlar. Dejarte llevar por los sentimientos te vuelve vulnerable. Muchas veces intenté explicarles ese error a mis hermanos, a mis primos o a mis amigos. Me respondían con incredulidad.

Nadie hizo caso de mi teoría, porque la vida no era así. Atracción, sexo, enamoramiento y luego, el corazón roto. Ese era el orden lógico. Y siempre era ese orden.

Pero no para mí. Ni en broma!!

Decidí hace muchos tiempos que sería yo quien me alimentaría de los buitres hasta que llegara una paloma. Una auténtica paloma. La clase de espíritu que no coarta a nadie, que simplemente anda por el mundo ocupándose de sus propios asuntos, que intenta vivir su vida sin hundir a nadie con sus propias necesidades o costumbres egoístas. Valiente. Una persona comunicativa. Inteligente. Hermosa. De voz suave. Una criatura que se empareje de por vida. Inalcanzable hasta que tuviera una razón para confiar en ti.

Mientras estaba de pie al lado de la puerta, recordé de repente a la chica de la chaqueta rosa. De la calle 5, La llamé «Paloma» sin pensármelo. En ese momento no fue más que un apodo estúpido para hacerla sentirse todavía más incómoda de lo que estaba. Tenía la cara llena de pecas y unos grandes ojos. Su aspecto era inocente, pero yo sabía que solo se trataba de la ropa. Aparté de mi mente ese recuerdo mientras miraba sin ver la sala de estar.

Irremediable PercanceWhere stories live. Discover now