Sofia estaba tumbada en el mueble viendo la televisión. Parecía aburrida y me pregunté por qué estaba todavía en el apartamento. Normalmente recogía sus cosas y se largaba en cuanto terminábamos.
—Mándame un mensaje si te aburres —me dijo sin mirarme. Se puso las grandes gafas de sol y bajó por las escaleras sin mostrar reacción alguna por mi despedida. Esa indiferencia era exactamente la razón por la que ella era una de mis pocas citas habituales. No andaba llorando por la falta de compromiso ni montaba escenas. Aceptaba nuestro arreglo tal y como era, y luego seguía con su vida.
Esperé a que Sofia saliera y luego bajé con rapidez las escaleras mientras me subía el cierre de la chaqueta. Solo faltaba media hora para que empezara la clase de informática del profesor Juan.
Pero yo no dejaba de pensar en aquella chica que me había cautivado son su hermosa sonrisa, —¡Ah! Una sonrisa. —me pareció impropio llamar a aquello simplemente una sonrisa, como si no fuera la cosa más hermosa que hubiera visto jamás. Aquella chica que me había flechado sin darme cuentas, buscaba la manera de conseguir una cita con tan hermosa mujer, la mujer de mis sueños, la mujer que sin mediar palabras logro penetrar en mi cabeza y ahora no es podido sacarla de ahí.
Saliendo de la clase de informática los primeros que hice fue llamar a mi mejor amigo Alberto.
-Riinngg Riiinnggg... Suena el celular
Alberto _ ¿Dónde andas? Necesito verte. El es el novio de Ross la mejor amiga de Paloma. Preparamos una cita doble para el sábado en la noche. A esos de la 8:30 pm salimos Alberto y yo en un taxi a buscar las chicas. Después de los primeros sesenta segundos en presencia de Paloma me di cuenta de dos cosas: no hablaba mucho y, cuando lo hacía, era un poco sarcástica. No sé..., fue algo que me gustó. Mostraba una fachada para mantener a los chicos como yo alejados de ella, pero eso hizo que aumentara mi determinación de conseguirla.
Puso los ojos en blanco por tercera o cuarta vez. La estaba irritando y eso me parecía bastante divertido. Las chicas no me solían mirar con un asco tan evidente, ni siquiera cuando las llevaba hasta la puerta. Cuando tampoco funcionó mi mejor sonrisa, presioné un poco más.
—¿Tienes un tic?
—¿Un qué?
—Un tic. Tus ojos no dejan de dar vueltas.
Si las miradas pudiesen matar, yo habría acabado desangrado en el suelo. No pude evitar echarme a reír. Era una listilla malhablada. Me gustaba más a cada momento.
Me acerqué a su cara.
—Aunque lo cierto es que tienes unos ojos alucinantes. A ver... ¿De qué color son? ¿Marrón?
Agachó de inmediato la cabeza y dejó que el cabello le cubriera la cara. Un punto para mí. La había hecho sentirse incómoda y eso significaba algo.
---Ross me interrumpió y me hizo un gesto para que me apartara. No podía culparla por ello. Había visto el desfile interminable de chicas que entraban y salían del apartamento. No había querido disgustar a Paloma, pero no parecía enfadada. Más bien, divertida.
—No eres su tipo —me dijo Ross. Abrí la boca de par en par para seguirle el juego.
—¡Soy el tipo de todas!
Paloma me miró y sonrió. Una sensación cálida me recorrió todo el cuerpo, probablemente el deseo enloquecido tirar a esa chica en mi sofá. Era diferente y era original.
Ha sido un placer conocerte, Paloma.
—Por primera vez en mucho tiempo me encontraba con alguien impredecible. Paloma era totalmente diferente de las demás chicas que había conocido y tenía que saber el motivo. Daba la impresión de que mi sola presencia le provocaba ganas de vomitar y, curiosamente, eso me pareció un desafío.
YOU ARE READING
Irremediable Percance
RomanceRyan aprendió dos cosas de su madre antes de que muriera: Ama con fuerza. Lucha todavía con más fuerza. En Irremediable Percance la vida de Ryan es una espiral de mujeres, apuestas y violencia. Y, justo cuando se considera invencible, Ashley consig...