Thoras 5:20 A.M.

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Heiza sudaba y temblaba sin control mientras soñaba con la guardia real  torturándola. Golpe tras golpe, grito tras grito, crueles hombres seguían haciéndola sufrir sin parar y no había nadie para socorrerla. Sentía una opresión dura en el pecho, una angustia insufrible y la peor de las desesperaciones. Se tomó por los pelos y jaló con fuerza pero no despertaba. No encontraba salida.

-¡Ahhhhhh!-, Heiza sollozaba pidiendo ayuda a los cuatro vientos. Nadie llegaba. Nadie llegaba. Nadie llegaba. Nunca nadie llegaba.

Pero eso era lógico. ¿No?

Ella estaba sola.

-¡Heiza! ¡Cálmate Heiza!-. Dentro de toda la oscuridad que encerraba a la niña dentro de sus pesadillas apareció una pequeña chispa de luz. Muy, muy pequeña; pero con todo lo pequeña que era, guardaba una calidez exaltante. -¡Heiza despierta!- volvió a gritar una voz.

Heiza abrió sus ojos de golpe y comprendió que solo estaba soñando. No estaba sola, ni atrapada; sino más bien salvada. Mintu estaba de rodillas sosteniendo su rostro con una leve fuerza; no podía verlo claramente por las lágrimas en sus ojos, pero sabía que estaba ahí, observándola.

Con cuidado, acercó poco a poco su mano derecha y la posó sobre la mejilla del chico. Su piel era suave y tibia, y su contacto le transmitía seguridad. Mintu no se movió.

-Por favor-, Heiza tragó saliva para poder hablar bien- No te vayas-, le imploró con la voz temblorosa.

Mintu tomó su mano y la apretó con fuerza contra su mejilla, asintió lentamente y recargo unos instantes su frente contra la de ella.

Luego de haber cenado con Heiza, había llevado toda la comida a la cocina, desde donde pudo escuchar los ronquidos de su padre. Sabiendo que él dormía y no sospechaba nada regresó con la pequeña y se durmió fuera del establo para que no tuviera miedo. Por un momento pensó en llevarla a su casa, pero eso sería demasiado riesgoso, por lo que al final se decidió por dejarla dormir allí. Ya después pensaría en qué hacer con ella.

Ahora estaba asustada, temblando y rogándole que se quedara y no podía negárselo; no podía soportar verla tan destruida. A penas la conocía pero a pesar de ello quería protegerla. Quería volver a ver su sonrisa.

-No dejare que nada te pase- Susurró.

Heiza se sentó y recargó su cabeza en el hombro de Mintu para que no la viera llorar.

-¿Lo prometes?- No debía confiar en él, ella lo sabía; Se lo habían dicho desde que tuvo uso de razón pero ya no le quedaba nada. Nada. Y aunque fuese solo hace unas horas, Mintu se había convertido en lo único que le quedaba y no quería dejarlo ir.

-¿Prometes que nunca me dejaras sola?- Preguntó de nuevo, ahora más fuerte.

Formó un puño con su mano y comenzó a golpear una y otra vez el pecho de Mintu sin parar de repetir:

-¿Lo prometes? ¿Lo prometes? ¿Lo prometes? ¡Prométemelo!-. Ahora gritando, Heiza volteó a mirar al Chico a los ojos, quien la miraba estupefacto con expresión indecisa. -¡Dime que nunca te apartarás de mí! Por favor ¡Dímelo!-, su voz se cortó y soltó en llanto sin poder contenerse suplicándole que no la abandonara con palabras que se volvieron ininteligibles. Mintu solo se limitó a mirarla con lástima sin articular palabra. Sentía un nudo en la garganta y un sentimiento de impotencia. Ella era una desconocida, y aunque quería ayudarla no podía comprometerse con algo tan grande. Sabía que no podría cuidarla para siempre y que en algún momento dado tendría que sacarla de Tharos para tener por seguro que estaría a salvo.

-Lo siento-, dijo en  voz baja. –No puedo hacerlo, no puedo. De verdad, lo siento-.

Heiza se detuvo en seco al escuchar su respuesta y guardo silencio de manera abrupta mientras se ponía de pie y se lejaba. Abrió los ojos como platos mientras contemplaba el rostro de Mintu. Por un instante, solo un instante, al joven le pareció percibir en la mirada de la niña una actitud serena, pero casi de inmediato ésta cambió por una absoluta desesperación casi lunática. Heiza retorció sus labios, frunció el ceño y se le desencajó el rostro.

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⏰ Última actualización: Sep 22, 2014 ⏰

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