7. Compañía

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A la mañana siguiente, Larry tardó unos instantes en recordar donde estaba, al verse en la cama de Michael. Por un momento se asustó de haber cometido una locura de nuevo, hasta que se quitó las sábanas de encima y vio que lo único que le faltaban eran los zapatos. En un sofá en la habitación, vio a Michael dormido, cubierto únicamente por uno de sus sacos.

Después de haber perdido a Mike por lo mal que habían terminado, Larry se había sentido terriblemente solo, abandonado. Quizás por eso le habían llamado la atención aquellos ojos dorados que lo escuchaban cada noche entre el público, aquellas conversaciones interminables, aquella clase que desbordaba incluso en un bar de mala muerte como en el que tocaba cada noche. Por eso mismo se había prohibido a sí mismo enamorarse de ese chico.

- Buenos días... - le saludó Michael al darse cuenta que ya había despertado, con una media sonrisa. - ¿Cómo te sientes?

- Como si me hubiera atropellado un tráiler. – Bromeó, cubriéndose los ojos con una mano.

- El whisky suele tener ese efecto cuando bebes más de una botella entera. – Respondió el gótico, acomodando un mechón de cabello del castaño detrás de su oreja.- ¿Sabes? Anoche estuve pensando y... quiero que te mudes conmigo. – Larry lo miró como si estuviera a punto de negarse, pero Michael selló sus labios con un dedo, para evitar que respondiera nada de inmediato.- No me malinterpretes. No te estoy pidiendo que te acuestes conmigo, ni nada parecido. Es solo que... tú mismo lo dijiste, llegar a un departamento vacío no es lo más divertido. Además... pagar la renta de este lugar no es tan sencillo para una sola persona. Y hay dos habitaciones, no tiene porque ser raro. Así que... ¿qué dices?

Larry lo pensó durante largo rato. Había un millón de razones para decir que sí y solo una para decir que no. Mientras mantuvieran las cosas platónicas, podría asegurarse de que no salieran mal. Solo ser amigos, hacerse compañía. Sabía que disfrutaban su compañía mutua, ¿por qué no hacerlo algo permanente? Además... sonaba mejor que seguir llorando en un rincón de su apartamento vacío todas las noches hasta quedarse dormido.

El cantante no tenía demasiadas cosas (la mayoría las había abandonado en su viejo apartamento), así que la mudanza no les llevó más que un par de horas.

Y casi sin darse cuenta, cayeron en una nueva rutina. Larry disfrutaba ser un amo de casa una vez más, volver a cocinar para dos, tener alguien con quien conversar mientras comía, ver maratones de trash horror durante toda la noche, cubiertos por una manta.

Descubrió que Michael era, de hecho, un famoso escritor de la cultura gótica, conocido por sus relatos de terror, sus novelas gráficas y sus poemas oscuros. Aunque todos sus trabajos los escribía bajo un seudónimo. Lo último que quería era un montón de posers a las puertas de su casa suplicando por un autógrafo... o algo más.

Algunas tardes, simplemente las pasaban en el estudio, intercambiando opiniones y sugerencias sobre sus respectivas obras. Cuando Michael escribió una historia sobre una chica que asesinaba a su novio atropellándolo con su auto tras descubrir que le era infiel, Larry le ayudó a crear la "canción" que ella canturreaba mientras daba vueltas sobre su cuerpo. Cuando Larry escribió una canción sobre un zombie que vuelve de la tumba para casarse con su novia viva, Michael le ayudó a diseñar el vestuario que usaría al tocarla.

Casi sin darse cuenta, se convirtieron en cómplices. Incluso se atrevieron a ir a visitar a Mike y Pete una noche, sabiendo que tendrían la compañía mutua para darse apoyo moral y soportar aquella cena. De vuelta a su departamento, Larry no podía dejar de bromear con el delantal floreado que llevaba Pete al cocinar la cena y Michael hacia comentarios mordaces sobre el perro faldero en el que se había convertido Mike, atendiendo a toda orden de Pete en cuanto le chasqueaba los dedos.

Una mañana, cuando Michael se miró al espejo y reconoció aquel brillo en su mirada, no pudo evitar sonreírle a su reflejo. Estaba enamorado. Por primera vez en su vida, estaba completa y perdidamente enamorado. Y la mejor parte era que ni siquiera necesitaba que Larry le correspondiera. Por primera vez comprendió a Mercedes, porque incluso cuando sabía el terror que le daba al castaño volverse a entregar de esa manera a alguien, incluso cuando tenía que resistir con todas sus fuerzas sus ganas de besarlo por las mañanas cuando se cruzaban en el baño del departamento, el solo verlo sonreír era suficiente para hacer que sus ojos brillaran así. Incluso si Larry no le amaba de la misma manera, el solo saber que estaba ahí, era suficiente para Michael. 

HumanWhere stories live. Discover now