I. -El comienzo de todo

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Las columnas de la ciudad se alzaban imponentemente, podía distinguirlas a la distancia, majestuosas firmes, mostrando su fortaleza a pesar de su perdición. Desde hacía años su existencia había sido un mito, una leyenda. Continuamente se escuchaban rumores sobre una ciudad antigua; una ciudad desaparecida de la faz de la tierra. Nadie daba crédito a los rumores, solo yo y algunos colegas.

Me gradué de una prestigiada universidad con el apoyo de mis padres. Estudié durante años dialectos olvidados, viajé a diferentes partes del mundo buscando y encontrando pruebas inauditas de su existencia. Más allá de eso, era como si por dentro lo sintiera, como si me esperara...jamás podría imaginar el rumbo que mi vida tomaría.

Viernes 24.

El camino a la entrada aun es incierto. Seguimos sin hallar pistas. La moral del equipo ha decaído. Varios han desertado. Se avecina una tormenta.

El viento soplaba con fuerza de una dirección a otra. Las nubes crecían volviéndose más oscuras. El ambiente estaba cargado de tensión y peligro. Se podía percibir en el aire una extraña aura lúgubre. El silencio minaba la mente. Hacía frío, mucho frío... como si nos advirtiera irnos. Algunos lo hicieron formulando excusas banales como: "pérdida de tiempo", "una locura". En el fondo creo que todos llegamos a pensar lo mismo; pero, no iba a rendirme, estaba segura de su existencia, y tenía pruebas que lo comprobaban. Tal vez simplemente estábamos buscando en el lugar incorrecto. En último de nuestros intentos cambiamos de dirección. Un grupo de diez personas, incluyéndome, continuamos con el plan.

Lo que empezó como una búsqueda intrigante se convirtió en una búsqueda desalentadora. El día transcurría y no encontrábamos nada. Nos quedaban pocas horas de luz antes del anochecer. Nuestra expedición tenía un límite de 7 días, mañana sería el último. La impotencia se hincó en mi pecho; había peleado tan duro para que nos autorizaran esta expedición. ¡Pasé meses! intentando convencer a nuestros superiores... no importaban las múltiples pruebas que les presentara, ellos seguían argumentando que era una "farsa". Pero al final, yo sabía el verdadero motivo; lo único que les interesaba de las expediciones era poder llevarse algo a sus bolsillos. Mi expedición era simplemente una pérdida de recursos para ellos, nunca apostarían por algo tan inestable; pero, como siempre, yo no aceptaba un no por respuesta. Fue tanta mi insistencia que al final no tuvieron de otra que aceptar mi propuesta; no sin antes ponernos algunas trabas: nos recortaron el presupuesto, y nos limitaron en el tiempo. Al principio pensaba en abogar por estos puntos; pero lo pensé mejor. No tenía sentido, ya había conseguido mi objetivo principal. Ya me las apañaría con el resto. 

Nos encontrábamos analizando rocas y montículos cuando un destello dorado llamó mi atención. No le di más importancia que la que se le da al ver pasar una mosca hasta que interrogué a Claudia; mi compañera, si lo había visto. Al ver su expresión, mis sentidos se activaron. Dejé rápidamente lo que estaba haciendo y comencé a buscar por la zona indagando el lugar de su origen. Fui pasando a través de la masa de mis compañeros que yacían acuclillados tomando muestras de la zona. La mayoría no me presto la más mínima atención. Llegué al otro extremo entre una roca erosionada y una pared porosa. Palmeé la superficie. Estaba fría y húmeda. Sin detenerme, saqué mis instrumentos y comencé a trabajar. Fui limpiando la zona con sumo cuidado hasta que descubrí un pequeño relieve; con la ayuda de un destornillador de punta plana y una brocha quité la suciedad sobrepuesta hasta que poco a poco fui revelando un pequeño marco color dorado incrustado en la piedra. Me quedé en shock. Mi estupefacción hizo ahínco en mi ser. ¿Sería posible? ¿Lo había encontrado? Continúe limpiando la zona frenéticamente rogando porque no fuera una falsa pista; pero no, ahí estaba. Una inscripción con dialectos antiguos sobre la roca.

Mi grito sacó a todos de su letargo. En mi súbita demostración de alegría, recibí miradas de confusión y extrañeza. Parecía que me había vuelto loca.

Adrián vino a mi encuentro, confuso. Se mostró renuente hasta que vio mi pequeño descubrimiento. Sus ojos se abrieron de par en par.

- ¿¡Lo hemos conseguido!? – Preguntó por encima de su tono normal. Su postura denotaba expectación.

Asentí. El júbilo de su alegría se unió al mío. 

El resto del grupo se fue acercando precavidamente. Algunos soltaron jadeos; otros, ligeras exclamaciones. Rápidamente se podía sentir el cambio en el ambiente. Lo habíamos logrado. Aquellos que habían perdido la esperanza comenzaron a recobrarla.

Personalmente me sentía aliviada, no estaba loca. Ahora podría demostrárselo a todos los que habían dudado de mi palabra. Habiendo obtenido la primera pista hacia nuestro destino, lo demás sería mucho más sencillo. Ya habíamos vencido el mayor obstáculo: encontrar una pieza original de la ciudad perdida. Satisfecha conmigo misma, dejé el furor de momento y me concentré en lo que seguía a continuación.

Comenzamos a enfocarnos en la inscripción. Adrián y yo éramos los únicos que habíamos estudiado el dialecto; a pesar de eso, descifrarla no era un trabajo fácil. Saqué mi libro de notas y comencé a buscar patrones, poco a poco fuimos interpretando el mensaje. Nos quedamos paralizados. Puse a trabajar mi mente a toda velocidad buscando indicios de algún error. No. La traducción era correcta. Miré nerviosamente a Adrián anticipándome a su reacción; temía que dijese algo a los otros; no quería renunciar habiendo llegado tan lejos.

-Tal vez...sólo sea una falsa advertencia. Un señuelo para espantar a los intrusos.-Levanté mis hombros reforzando la idea. -No tiene por qué ser real. -Sin esperar respuesta, me levanté y compartí las buenas nuevas con el grupo. -Chicos, tenemos al gordo. -Así solíamos hablar cuando dábamos con la ubicación exacta de lo que buscábamos. El grupo estalló en aclamaciones. Impulsada por el ferviente entusiasmo tomé mis cosas, y miré de reojo a Adrián, no parecía estar dispuesto a decir nada, simplemente tomó su maleta y caminó a mi lado. 

Polvo DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora