II -El descubrimiento

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Siguiendo las instrucciones del rotulo logramos llegar hasta la base de un par de formaciones rocosas de gran altitud. Su estructura se asemejaba a grandes estacas incrustadas una a lado de otra a una distancia de aproximadamente 8 metros de longitud. El sendero natural que se formaba entre ellos serpenteaba en diferentes direcciones ramificándose como las raíces de un árbol. Entrar ahí, era como entrar a un laberinto; se necesitaba imperiosamente llevar un buen mapa, si es que existía alguno, o, en este caso, los algoritmos sacados de la inscripción. Tomamos la ruta marcada en la inscripción; fuimos serpenteando por diferentes veredas hasta encontrarnos con el yacimiento de un gran cañón. Acorde a la guía, debíamos adentrarnos por el sendero y al poco rato engullirnos por un sendero bordeado por altos acantilados que daban la impresión de estar dentro de la boca del lobo, todo parecía tan imponente, y la luz apenas era visible. Estando ahí, era como si el tiempo se hubiese congelado; cada intersección se veía exactamente igual, como si diéramos vueltas sobre un mismo punto. Al poco rato nuestros instrumentos electrónicos comenzaron a fallar. Nos quedamos incomunicados. Alguien del grupo sugirió que regresáramos, el problema era que...estábamos perdidos.

Continuamos dando tumbos dentro de ese gran laberinto con el corazón en la boca, mientras los ánimos se fueron aminorando y las voces se pausaron. Lo único constante era el sonido de nuestras pisadas. Elcañón comenzó a cerrarse impidiendo el paso de luz sumergiéndonos en unacaverna oscura. Cuando estábamos por perder la fe, vimos a lo lejos, una luz,una luz de tonalidades naranjas, amarillas, rosas. Era la salida. Avanzamos conalivio, lo peor había pasado; al menos no tendríamos que pasar la noche enaquella caverna, ya era ganancia. Nos quedamos contemplando el atardecer, era hermoso,pero había un suceso muy extraño...el atardecer no parecía querer irse. Era como si estuviera ahí eternamente. De pronto alguien del grupo exclamó. - ¡Miren allá! -No podía creer lo que mis ojos veían, eran auténticas columnas de una antigua ciudad ¡La ciudad que buscábamos!

La imagen que tenía en mi mente era magnifica, mis ojos comenzaron a lagrimear de la emoción. Tantos años que había trabajado por este momento, tantos sacrificios, por fin estaban dando resultado. Era como si de pronto todo estuviera funcionando a mi alrededor. Como si una fuerza superior estuviera compensando los años de trabajo de mi equipo y mío. Me quedé un instante más mientras observaba al resto de mi grupo avanzar apresuradamente a la base de las columnas; caminaban torpemente por el peso de su equipaje y lo desnivelado del terreno. Lentamente me limpié una última lágrima que corría por el filo de mi ojo antes ir tras ellos.

Al llegar al lugar de lo primero que me percaté fue de lo increíblemente altas que eran las columnas, fácilmente podían medir unos 15 metros de altura y 10 de diámetro. Dos de ellas se erguían paralelamente la una con la otra formando una especie de entrada de unos 5 metros de distancia. Su constitución era rígida, lisa con surcos verticales y acabados de marfil, muy parecida a la arquitectura romana. Su color era de un gris plateado de base combinado con el deterioro de los años. 

Al otro lado, los cimientos se reducían en pequeños escombros esparcidos por la zona. Con un poco de observación uno podría llegar rápidamente a la conclusión de que habían sido destruidos a dolo. La pregunta sería ¿Por qué? Bueno, a eso habíamos venido. A descubrir la verdad.

Mis compañeros siguieron celebrando mientras trabajaban entusiasmados. Tomaban fotografías de un lugar a otro junto con pequeñas anotaciones en las libretas que cargaban. Todo parecía ir de maravilla. Tomé una amplia bocana de aire y la solté lentamente dejando que todos mis músculos se relajaran. Busqué con la mirada a mi compañero de toda la vida, y lo vi a la distancia. Se encontraba en cuclillas muy concentrado en una roca que sostenía en la mano analizando si no era algún tipo de pieza ancestral. Me acerqué a él tranquilamente, me dirigió una sonrisa en cuanto me vio y siguió en lo suyo. Yo me incliné junto a él para observar más detenidamente aquella roca que sostenía. Tenía la pinta de ser algo más que una roca. Adrián siempre había tenido buen ojo para eso.

El atardecer fue cediendo para dar paso a la noche llevándose consigo todo tipo de iluminación. Dado que nuestros aparatos electrónicos estaban inutilizados era imposible continuar con la investigación. Tendríamos que esperar hasta la mañana siguiente. Lentamente Adrián y yo comenzamos a guardar nuestro equipo casi a ciegas. Era complicado ver a nuestro alrededor. La noche se volvió calmada y silenciosa. A la luz de la luna la temperatura comenzó a descender drásticamente. Froté mis brazos para poder darme algo de calor. Miré a Adrián sintiéndome extrañada, sentía que algo no iba bien. No supe con exactitud si fue capaz de ver el terror en mis ojos antes de que fuéramos envueltos en esa aura paralizante que cubrió nuestros cuerpos al ser testigos de aquel grito desgarrador que invadió repentinamente nuestros oídos. No entendíamos de donde provenía, o a quien pertenecía, pero algo era seguro. No estábamos solos. 



Polvo DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora