V. Una esperanza

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El sol comenzó a asomarse por el horizonte, la noche había llegado a su fin. Observaba la hermosa vista, ausente. Posiblemente en otra situación la hubiese disfrutado; pero me era imposible hacerlo ahora. Las circunstancias habían cambiado. Nuestras probabilidades de salir, también. Tenía que tomar una decisión.

Me armé de valor y caminé al campamento mientras mi mente pensaba en muchas cosas a la vez. Tenía que hablar con Adrián. Tenía que avisarles a los otros. De solo imaginarlo sentí terror. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que apenas pude recordar con quien estaba hasta que sentí su movimiento. Se preparaba para irse. Pasé a su lado y él extendió sus alas. Sentí como el aire comenzaba a agolparse en mi contra. Sin pensarlo, me volteé y tomé su mano. Fue una acción premeditada, un acto suicida, una imprudencia. Pero me aferraba a él como mi única esperanza.

- ¡Muéstrame la salida! -Exigí. Se que no estaba en posición de exigir nada, pero estaba desesperada. Me miró confuso. -Ya te dije que...-Respondió a medias y calló. En ningún momento intentó zafarse de mi mano. Miró a los lados como si estuviera preocupado de que alguien nos viera. En ese momento me di cuenta de mi atrevimiento y lo solté. Sin poder evitarlo unas tenues lagrimas comenzaron a rodar por el filo de mis ojos. Rápidamente las limpié con el borde de mi manga. Resignada, continúe mi trayecto.

-Vayan camino al horizonte. -Comenzó a decir. - Se toparán con los sedimentos de una antigua aldea ¡No paren! ¡No se distraigan! Continúen -Fue firme en este punto. Prosiguió. - A lo lejos verán un cañón formado por dos mesetas, encuentren el estrecho entre ellas y entren allí. En el interior hallarán múltiples cuevas, busquen una y refugiasen en ella. Si llegan antes del anochecer, posiblemente logren sobrevivir algunos días. -Hizo una pausa insegura antes de continuar. -Las criaturas no pueden hacerles daño durante el día. – Dicho esto emprendió el vuelo y desapareció a la distancia.

-Gracias... –Fue todo lo que pude decir. Su repentina ayuda me había tomado por sorpresa y dejado sin habla.

Tardé un momento en reaccionar, en cuanto lo hice, me di cuenta de que debía darme prisa. Los minutos contaban y debía convencer a todo un campamento de irnos. No sería tarea fácil. Pero antes, primero lo primero: convencer a Adrián. Si lograba esto, sería más sencillo convencer a los demás.. La pregunta era si sería capaz de hacerlo, solo había una forma de averiguarlo...

Caminé con paso fuerte a nuestro campamento haciendo mis pisadas demasiado sonoras. En cuanto llegué a la entrada ni siquiera me molesté en quitar el plástico que cubría la puerta con delicadeza, la arranqué de un golpe y la lancé por el costado. No quería perder tiempo en cosas irrelevantes. Agaché mi cabeza para poder ingresar desplazando mi cuerpo al interior de la tienda. Mi primer impacto fue el cambió abrupto de luz que recibí al entrar, mis ojos buscaron adaptarse a la zona parpadeando ligeramente para eliminar los molestos halos de luz que se habían instalado en ella.

La tienda había dejado de ser silenciosa. Poco a poco fui capaz de escuchar el revoloteo de mis compañeros al despertarse. Todo parecía como si fuese un día como cualquier otro, uno de esos en los que pasábamos la noche en el campamento cerca de alguna de nuestras investigaciones con el fin de continuar a la mañana siguiente. Todo, excepto por el hecho de que ahí nuestra vida no corría peligro. Era irónico como algo tan cotidiano en nuestro itinerario había dado un giro tan drástico. En fin, no valía la pena lamentarse. Debía enfocarme. Tenía una misión que cumplir. Fijé mi vista al frente y pude notar que el cambio en mi semblante no había pasado desapercibido. Mis compañeros a mi alrededor me observaban cautelosos, como si presintieran el mal augurio que traía. Decidí ignorarlos. No quería crear una conmoción antes de tiempo. 

Seguí caminando hasta que Clara me interceptó de la nada. - ¡Myri! ¡Perdóname! Me quedé dormida. ¿Por qué no me despertaste? ¡¿Estuviste despierta toda la noche?!- Hasta ese momento no me había percatado de ese hecho. Tuve la impresión de que Claudia no me había visto a la cara, porque en cuanto lo hizo, su expresión cambió. - ¡Oh por dios! ¿Te encuentras bien? ¿Qué te pasó? – Quería explicarle, pero en ese momento tenía algo más importante que hacer. -Estoy bien. -Respondí distraída. -Necesito hacer algo antes. -Con delicadeza la hice a un lado mientras buscaba con la mirada a Adrián. Lo encontré casi de inmediato. Al verme, su semblante también cambió. A través de los años, habíamos logrado desarrollar esa especie de conexión que solo con vernos podíamos saber cuándo algo iba mal. Tragué aparatosamente. Avancé con dificultad poniéndome cada vez más nerviosa, no sabía exactamente como contarle todo lo que había pasado, o si me creería...Además; muchas cosas no iban a ser muy agradables de digerir. Frené. Era verdad. No sabía cómo lo tomarían los demás, posiblemente no muy bien. Si las cosas salían mal, podríamos generar pánico e histeria, este no era momento para tener disturbios en el grupo. Me sentí indecisa. No sabía qué hacer. ¿Qué sería lo más sensato? Mientras me debatía mentalmente, Adrián vino hacía mí. - ¿Te encuentras bien? – Lo tenía enfrente, pero me había quedado sin habla. Adrián pareció comprender la situación y amablemente me guió fuera de la tienda. 

Polvo DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora