Fracaso Mortal

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Tengo la suerte de haber escapado, tengo la suerte de haberte encontrado, tengo la suerte de haberte matado. No dejo de pensar, tu sangre corriendo, tus manos heladas, la sonrisa que me atrapó se congeló con el paso de los días, tu última lágrima cayendo por tus mejillas tras haberte asesinado, tus labios rosas y carnosos se tornaban pálidos, azules y morados. Son siete ahora, cada una de manera diferente, una mejor que la otra.

Siempre que termino, tengo una sensación de placer, sudor en las manos y algunos escalofríos en el estómago; no se trata de culpa o arrepentimiento, no siento eso, de hecho, me siento orgulloso. Hace algunos años me diagnosticaron psicosis, recomendaron tratamiento, pero... ¿Quién quiere tratamiento? No cuando disfruto lo que hago.

Decidí seguir con la vida miserable que llevaba, de alguna manera me ayudó a seguir con mi profesión. Llevo mirando a la señorita de enfrente por un largo tiempo, soy grandioso en lo que hago, así que ella nunca se dio cuenta, delgada, caucásica, 23 a 25 años. Comencé a seguirla desde hace varios años, me sabía su rutina al derecho y al revés. Salía de su pequeña y solitaria casa exactamente a las 6:00 de la mañana, tomaba el primer autobús y se dirigía a su trabajo, ella era la mesera del pequeño restaurante frente a ese viejo edificio, al cual le llaman escuela, almorzaba a las 12:00, no creo que se gane muy bien siendo mesera de un restaurante de segunda, así que pocas veces comía porque no le alcanzaba el dinero, salía de trabajar después de dos turnos. Tomaba el autobús de regreso a su casa y eso era de lunes a sábado. El domingo, iba a la pequeña iglesia que estaba a dos cuadras de su casa, se lamentaba y llevaba flores a su pequeña hija muerta, en fin, tenía una vida igual de miserable que la mía.

La conocí hace años, cuando era apenas un niño, mi madre, nos abandonó cuando tenía seis años, mi padre, alcoholizado abusaba de mí y me golpeaba constantemente hasta dejarme inconsciente, me aterraba quedarme solo, sabía que al día siguiente no iría a la escuela, usaría playeras de manga larga para cubrir los moretones y engañar a cualquiera que se atreviera a verme o dirigirme la palabra. A nadie le importaba, desterraba mi hogar y ese lugar; diferente lugar, misma violencia. Solía ver a los niños jugar en el patio y a las niñas platicar y jugar, mientras que yo me sentaba en el rincón tratando de no moverme por los moretones y una que otra lesión.
Me gustaba imaginar la vida de las niñas, una es especial, aquella niña que ahora observo como una adulta cansada, desde ahí mi obsesión por una completa desconocida que se agarraba las coletas mientras platicaba con sus amigas en el patio de la escuela.

Recuerdo haberla golpeado con un tubo de metal hasta dejara inconsciente, así fue más fácil cargar su cuerpo a mi camioneta, 10 cuadras y llegar a mi sala de prácticas. La senté en una silla, até sus pies y su torso a la silla, sus manos las junté y las até, puse una corbata en su boca, la até fuertemente detrás de su cabeza y esperé a que despertara.

Estoy ansioso, desesperado por verla despertar; mis manos sudan, mi cuerpo no deja de moverse, comienzo a caminar en círculos, cuando...comienza a abrir los ojos poco a poco, de hecho, se le dificulta; su cabeza sangra por el golpe, trata de hablar y se da cuenta de que no puede, intenta moverse, la silla rechina y esos ojos, esos ojos color miel me voltean a ver fijamente, me revisa los pies y la cabeza, se queda estática; su expresión cambia cómo si hubiera algo en mi que reconociera, no hay ruido, no hay movimientos.

Esto es nuevo; nunca había visto algo así, pasé siete víctimas, experimenté con siete mujeres porque quiero que esta sea perfecta, llevo esperando más de una década por ti, planeando cada detalle de tu asesinato, imaginándome tu último suspiro antes de que tu corazón deje de palpitar y dejes de suplicar por tu vida; tus ojos, no me hacen sentir superior, no me hacen sentir que tengo el control y eso me hace sentirme impotente, me hace enojar porque no lo estoy disfrutando como pensé.
No siento lástima por ti, pero...de alguna manera tus ojos, están llenos de tristeza, de cansancio, de esperanza pero no de seguir y luchar, sino de morir. Todas suplicaban por su vida, lloraban, pegaban y trataban de gritar, en cambio tú, te quedaste en la silla, sin algún temor, sin suplicarme, como si estuvieras lista para aceptar lo que viene, esperando que alguien conocido termine el trabajo.

Ahora, comienzo a afilar algunos cuchillos y esperando alguna señal de pánico de tu parte, te miro de reojo y ¡no logro ver nada! ¿Qué es lo que está sucediendo?

¿Por qué no va de acuerdo al plan que minuciosamente preparé hace años?

Tomo el cuchillo más delgado y clavo una parte de tu blusa a la silla, esperando que te sueltes en un mar de lágrimas y me ruegues por tu vida, consigo que te sobresaltes, nada más, nada menos. Comienzo a pensar ¿Es mi culpa?

No no no, no puede ser...mis manos comienzan a temblar; estoy nervioso, ansioso, inquieto, vuelve esa sensación en mi estómago, no la de siempre, esta vez es diferente; siento nervios, no me gusta lo que siento, no me gusta que las cosas no salgan como yo quiero, maté a siete personas antes, ¿Por qué esta vez no siento lo mismo si debió ser la más especial?, si hice todo esto por ella, ¿Qué es lo que pasa? Caminando en círculos, cada vez más rápido, pensando, sudando, nervioso con las manos heladas, no estaba listo para esto, no, no, no, no lo estoy, tomo el primer cuchillo que veo y lo lanzo a la silla donde estaba atada.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2019 ⏰

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