Era esta una chica muy bella, tan bella como ninguna otra y tan amada por su hermoso pueblo. Un poblado al norte de la ciudad capital, un lugar bastante pobre y olvidado por su gobierno pero muy feliz y, ¿como no iban a ser felices con la compañia de Norma? no habia manera.
Hija de campesinos muy trabajadores y hermana de una profesora rural que trabajaba en la escuela del pueblo, ella, siempre alegre y de mirada picara, con una dulce voca de la que brotaban palabras tan calidas como sensuales, de ojos marrones oscuros como de lechuza -decia su madre algunas veces a modo de broma-, cabello negro bestial cual caballo pura sangre y de piel acaramelada por el bronceado que el sol se habia encargado de tatuar en ella, vestida con un lindo vestido blanco hasta las rodillas, en su mano una pulcera del mismo color con adornos en color negro que su madre tegio para ella y un collar que colgaba de su cuello, hecho de plata y de la que pendia una cruz del mismo material que su padre le regalo varios cumpleaños atras, y por ultimo en sus pies tenia unas hermosas sandalias de suela cafe claro algo gastadas de tanto caminar.
No era bella solo por lo que les acabo de contar.
Ella era hermosa en todo lo que hacia, en el caminar, al hablar, hasta en su comer cuando masticaba se miraba hermosa. Tenia muy buenos valores y era una muchacha muy amable.
Pero... cómo todo lo bueno en esta vida se debe termnar, una desgracia la marco y destrozó todo lo bueno que pudo haber tenido esa desdichada muchacha...
