Capitulo 2: 1 de Noviembre- Día de las almas de los infantes

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Los primeros rayos de sol se expandieron por las montañas y cada casa de aquel pueblo iluminando con lentitud las calles de piedra, el olor a pan dulce se alzaba en algunos rincones y casi al mismo instante las puertas y ventanas de las dulcerias se abrian con fuerza dando la bienvenida a cualquier cliente mañanero.

En la hacienda Akabane el movimiento ya estaba dando comienzo desde temprano, las hermanas se movian de un lado a otro en la cocina preparando varios platillos tradicionales que colocaban en la ofrenda, todo junto con el desayuno que debian servir en los platos de la familia.

Podia parecer sencillo la labor de preparar los alimentos para la ofrenda, pero al ser una tradición tan importante para la familia habia bastante seriedad en la forma que se debian preparar, debian quedar tan exquisitos como si ellos mismos fueran a comerlos asi que la preparación resultaba muy importante, tal vez ellos no podrian consumir los alimentos hasta después pero eso no significaba que harian una porqueria como alimento para sus seres queridos.

Los platillos eran una pequeña forma de mostrar su cariño y amor hacia sus familiares muertos, y con todo el empeño y corazón que podrian poner los preparaban desde que el primer canto del gallo sonaba fuera de sus ventanas.

-hey eso no es para ti-con el cucharon de madera en la mano pego la pequeña mano que habia tratado de introducirse con lentitud en la cazuela.

-¡ay mamá!-el pequeño niño de cabellos negros se lamento sobandose el area afectada, la mujer mayor pelinegra cruzo los brazos notoriamente molesta ignorando los ojos llorosos de su hijo más pequeño.

-eso te pasa por tratar de robar algo que no es tuyo-comento con severidad provocando el cedimiento del menor quien bajo la cabeza apenado-ya es la cuarta vez que lo intentas en una hora-

-lo siento-los ojos cobrizos se apañaron dando origen a unas pequeñas lagrimas que se asomaban en los bordes de los ojos, con todas sus fuerzas las reprimio bajando aun más la mirada.

La madre suspiro con notorio cansancio, no sabia si ceder ante el pequeño o volver a su postura firme, necesitaba comprobar que las lagrimas del pelinegro no eran una simple forma de chantaje que al parecer ahora enseñaba su hija mayor, o como le decian en la casa "la segunda diablilla".

-¡oh dios!-si esperaba una respuesta pues esta llego cruzando la puerta en forma de una mujer joven de cabellos negros, su queridisima y buena hermana menor-no llores pequeñin- con rapidez y dejando el bote de plastico que contenia mole picante, se acerco al pelinegro y lo abrazo tratando de reconfortarlo con el acto.

El niño correspondio al abrazo de su tía pasando sus pequeñas manos lo más que podia alrededor de su cuello y hundiendo su rostro en la ropa bordada de la mujer.

No lloro ni nada por el estilo, solo abrazo a la mujer para calmarse y volver a ver a su mamá.

-que buen chico-alabo la mujer cuando el niño se separo de ella sin ninguna lagrima ni rastro de lloriqueo en la cara-que fuerte eres-sonrio ampliamente acariando los cabellos negros recibiendo instantaneamente el mismo gesto.
-maria no debes regañarlo de esa forma, aun es pequeño-la mujer pelinegra advirtio a la mayor quien bufo.

-porque es pequeño lo mejor es regañarlos cuando cometen un error, eso ayudara en su aprendizaje y no se volveran niños caprichudos y mal educados-justifico-ademas, ya van varias veces que lo atrapo intentando robar parte de la comida para la ofrenda-el tono de voz se volvio serio y con algo de sorpresa la mujer de mirada cobriza se giro para ver al menor.

-¿es cierto?-el niño bajo la mirada apenado.

-lo siento tia anna- respondio en un susurro. La mencionada solo se limito a dar un suspiro de resignación y con una pequeña sonrisa volvio a acariciar los cabellos del pequeño.

Catrina (Karmagisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora