Una joven de ojos azules caminaba a toda prisa por la calle. Eran las ocho de la mañana de un frío día de invierno. Se dirigía hacia la universidad, era su primer día.
Su paso era acelerado, quería llegar lo antes posible al campus para poder explorar, pero, se paró en seco cuando su vista se clavó en una panadería.
Era un pequeño local, con un bello escaparate que dejaba ver las delicias que ofrecía la panadería. La boca de la chica se empezó a hacer agua, con los ojos pegados a los postres expuestos.
"Se ven geniales..." Murmuró para sí misma, mordiendo su fino labio rosado. Miró su reloj, aún le quedaba tiempo para llegar al campus. Con una sonrisa, entró a la tienda.
La campana sonó suavemente, y un delicioso olor entró por sus orificios nasales. Miró a su alrededor, la tienda tenía un aire hogareño y familiar. La gente en las mesas hablaba en voz bajas, con sonrisas en sus rostros; y otros tomaban su desayuno para ir a sus trabajos. Se fijó en la cola que había hacia el mostrador, parecía que era una panadería muy famosa en la zona. Miró su reloj, todavía tenía tiempo. Así que, se puso en cola.
Espero durante varios minutos, hasta que por fin llegó su turno. Se acercó al pequeño mostrador y, detrás del mueble, se encontraba una joven de cabello pelinegro, recogido en un moño. Su rostro era hermoso, con penetrantes ojos verde manzana, unos marcados pómulos y los labios rosados como los pétalos de una rosa.
Encima de su ropa, llevaba un delantal con una pequeña placa, que rezaba:
¡Hola! Te atiende: Lena Luthor."¿En qué puedo ayudarte?" Preguntó la dependiente, con una sonrisa sobre su rostro. Las mejillas de Kara se pusieron de un intenso color rojo, al tiempo que tartamudeaba:"Q-Quería un bocadillo... Y un café..." "¡Claro!" Respondió la otra, tomando nota del pedido.
La chica de ojos azules vió cómo la joven se iba a buscar su orden, y se mordió el labio. Se había quedado prendado por la belleza de la chica, era un Adonis en persona.
Mientras divagaba por sus múltiples pensamientos, no se había dado cuenta de que el muchacho había vuelto con su orden. "¡Señora! Su pedido." Le llamaba una y otra vez, hasta qué por fin Kara salió de su ensueño.
"P-Perdone..." Respondió con timidez, rascándose la nuca. La chica tras el mostrador soltó una risa, mientras miraba hacia la pantalla del ordenador.
"Serán 3'45." Anunció la dependiente, con una sonrisa hacia ella mientras dejaba el pedido sobre la encimera de madera.
Asintiendo, Kara sacó el dinero y se lo dio ala chica de ojos verdes.
Justo antes de salir de la cafetería, la de ojos verdes le llamó:"¡Por cierto! Me llamo Lena."
"Yo Kara." Le respondió ella, dándole una pequeña sonrisa tonta antes de salir de la panadería, tomando un trago del delicioso café.
Respiró hondo, pues su corazón latía a mil. ¿Qué le estaba pasando? Nunca había sentido algo similar... Era una sensación extraña, ¿amor a primera vista?
Con un suspiro de resignación, se dirigió hacia la universidad.
-Día siguiente, 8:05 a.m.-
"Hoy va a ser un día duro... Será mejor que vaya a por café para poder estudiar antes del examen..." Murmuraba la ojiazul, mirando los folios que llevaba en la mano. Estaba nerviosa, había pasado toda la noche estudiando, pero aún así, no se sentía muy seguro.
Entró a la panadería y, como el día anterior, el olor a repostería calmó sus nervios, inundando su cuerpo con el calor de la tranquilidad.
Aquel día no había mucho ajetreo, y rápidamente la misma chica de la otra vez la atendió.
"¡Buenas! ¿Que vas a tomar hoy, Kara?" Le preguntó, con una encantadora sonrisa.
La otra chica se quedó sorprendida, ¿se había acordado de su nombre? No pensaba que aquella guapísima mujer se acordaría de su nombre.
"Tomaré un café... Que éste bien cargado, por favor." Respondió, mirando ala joven pelinegra.
Ella asintió, tomando nota en el ordenador. "¿Exámenes?" Le preguntó, mirándola con una pequeña sonrisa.
"¿Ah? Sí... Y necesito estar bien despierto..." Rió la rubia, algo sonrojada
Lena soltó una risa, yendo por el café de los otros chicos. Ésta miró ala chica mejor, apreciando su cuerpo bien formado y ancho. Sus mejillas se encendieron de un fuerte color rojo al pensar multiples cosas obscenas que podría hacer con ella.
Mientras, Lena preparó el café de su cliente. Tomó un rotulador negro, y escribió en el vaso desechable:
'<3 Para Kara. ¡Suerte con ese examen!'
Con una sonrisa, tomó la bebida y la llevó hasta el mostrador, dejándola sobre éste. Dirigió su vista hacia Kara y se percató de las sonrojadas mejillas de ésta. Soltó una pequeña risita, pensando en lo lindo que se veía la ojiazul con sus pómulos rojos.
"Es 1'15, Kara." Dijo ella, mirándola cariñosamente.
La de ojos azules pagó la cantidad exacta, despidiéndose:"Que pases un buen día, Lena."
"Igualmente." Le deseó la ojiverde, con una cálida sonrisa dirigida sólo hacia ella.
La joven estudiante salió de la cafetería y, dirigiendo su vida a su café, vió el mensaje escrito por Lena en el vaso.
"Es adorable..." Murmuró, con una pequeña y tierna sonrisa en su rostro.
Así pasarían los días las dos chicas. Parecerían días normales, pero caerían cada vez más en el amor con la otro.
Las dos coqueteaban de forma discreta con la otro, haciendo que se gustasen más y más. Parecía que aquellos coqueteos no irían a ninguna parte, hasta que Lena cambió eso un día.
Aquella mañana, Kara había ido mucho antes a la panadería, para no tener que hacer cola.
Entró a la panadería y se acercó al mostrador. Tras éste, se encontraba Lena, mirando al ordenador.
"¡Hola, Lena! Un capuccino y dos Donas de chocolate, por favor." Pidió la chica de ojos azules, con amabilidad.
Levantando la vista del ordenador, la mujer de ojos verdes sonrió, respondiendo:"A sus órdenes, mi señora." Terminó riendo, yendo por la comida de la otra.
Las mejillas de Kara se pusieron rojas, llevaban días con aquella broma coqueta, y siempre causaba que los pómulos de la joven se pusieron de color escarlata.
Varios minutos después, la dependiente volvió con las bolsas del pedido. Dejó el vaso de la bebida sobre la mesa, y Kara se fijó en lo que estaba escrito.
'¿Saldrías conmigo esta noche?'
Los ojos de la pequeña chica se abrieron como platos.
"¿Quieres?" Preguntó Lena, mirándola con una sonrisa en su bello rostro.
Kara, sin casi poder hablar, asintió con la cabeza. Un grito de alegría salió de los labios de la ojiverde, al ver que la pequeña chica aceptaba la cita.
Ellas no sabían que, a raíz de aquel encuentro casual en aquella panadería, su relación sería tan fuerte como el diamante y tan duradera, para siempre.