Prólogo

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Con cada respirar podía sentir la pulsación de su cabeza. 

¡Mierda! Sentía que en algún momento estallaría.

Pero eso no lo sabía el timbre de aquel reloj que comenzó a sonar torturando sus oídos. Lo apagó de inmediato de un golpe. Tapó sus ojos con su antebrazo, la luz tampoco le ayudaba a aliviar aquel terrible dolor mañanero.

Bien, anoche había tomado como si no hubiera un mañana. No recordaba cómo ni por qué. Él no era de esos que vertían alcohol en su cuerpo como si de agua se tratara. A él le gustaba, pero no era exagerado.

Pestañeó una par de veces para acostumbrarse a la luz y siseo un poco por el dolor de cabeza. Bien, ese iba a ser un día un poco incomodo. Ya acostumbrándose a la luz dio cuenta de dos cosas bastante importantes: una, que aquella no era su habitación; y dos, que debajo de esas sábanas estaba completamente desnudo.

Abrió los ojos a la par bastante sorprendido.

Pero luego dio cuenta de otras dos cosas: una, que esa era la habitación de su mejor amigo; y dos, que seguramente el bulto que estaba alado suyo envuelto entre los pliegues del montón de sábanas era su novio.

Largó el aire con alivio.

Tenía escenas bastante confusas de la noche anterior. Pero no todo podía ser cierto si en ese momento estaba desnudo con su novio a pocos centímetros suyo.

Sonrió con picardía. Era evidente que aquella noche se habían divertido en lo grande, porque su cuerpo estaba adolorido por el esfuerzo y podía visualizar algunos rasguños en su abdomen.

Tenía un dolor terrible de cabeza, pero debía admitir que ni hasta el más fuerte dolor del universo podría detenerlo de querer nuevamente enterrarse en lo más profundo de su novio.

Se estiró tranquilamente y buscó el cuerpo diminuto de su acompañante. Paseó su mano entre las sábanas y tanteó la diminuta cintura y la prominente retaguardia. ¡Dios! No se había dado cuenta de que su novio había estado yendo al gimnasio, porque aquel trasero estaba un poco más prominente del que recordaba y bien formado además. Masajeó con parsimonia aquel redondo y voluminoso trasero a medida que se iba pegando a su espalda. Su mano viajó más hacia aquella zona peligrosa, ansioso por sostener la protuberancia delantera de su novio. Así es que estiró las manos, pero no encontró nada allí. Todo estaba plano, como si nunca hubiera existido. No podía sentir nada más que unos pequeños vellos.

Es entonces que se asustó.

Aún sin entrar en crisis, estiró de una buena vez las sábanas, al mismo tiempo que la persona que se ocultaba tras ella se incorporaba.

Todos sus movimientos se detuvieron cuando pudo visualizar una cabellera clara muy diferente a la suya, una cabellera brillante, lacia y larga. No más ver aquello se tensó, según recordaba, su novio no se había hecho ningún cambio de estilo, lejos de tener una cabello largo y claro lo tenía corto y oscuro, por no mencionar los pequeño bucles.

¿Con quién demonios estaba compartiendo aquella cama? Le había sido infiel a su novio con otro hombre de cabellera rubia.

Pero eso no le preocupó cuando sus ojos observaron un par de pechos medianos en medio de aquella persona.

La última vez que había verificado, los hombres no tenían pechos, o por lo menos su acompañante no lo tenía.

Jin se alejó como alma que lleva el diablo al igual que la persona que tenía frente suyo. Al levantar los ojos, Jin tuvo que tirar un juramento.

Era Lisa. Nada más y nada menos que Lisa. Y sí, obvio que la conocía.¿Quién no lo haría? Ellos eran una especie de  personajes famosos de la universidad. Él por ser abiertamente gay y ella por ser abiertamente lesbiana.

JIN Y LISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora