🔒: O5

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Capítulo 5
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Los ojos de Jongin estaban abiertos antes de que su alarma sonara, e incluso antes de que el sol saliera por completo. En una posición fetal sobre su cama, abrazaba sus piernas y las pegaba a su pecho, sintiendo el suave y angustioso latir de su corazón contra sus rodillas. Todo era silencio en esa habitación, un necesitado silencio. Sus ojos picaban ante la necesidad de llorar, pero con fuerza de voluntad se negó a dejarlas salir. Ya había tenido suficiente en su vida como para seguir regalando lágrimas al mundo. No valía la pena, no sacaba nada de eso. 

Afuera, el día parecía estar tan deprimido como Jongin. Las gruesas gotas que se pegaban a la ventana y el sonido de la lluvia contra el pavimento lo hundían en una extraña y penosa paz. Era casi como si el mundo se estuviera apiadando de su dolor y llorara en su lugar. Jongin prefería pensar eso, que el cielo lloraría por él, mientras él guardaba sus oscuros sentimientos consigo hasta el día de su muerte.

—¡Jonginnie, es hora de levantarse cariño! —gritó su madre, mientras se escuchaban sus pasos a través del pasillo, haciendo eco.

Jongin exhaló, sin ganas de moverse. Y vaya que no quería. Rogó para sus adentros poder estar en su cama y cuidar de sus plantas, solo, en su habitación durante toda la vida, sin saber sobre nada ni nadie de afuera. Solo encerrarse allí hasta que algún día, muriera.

Le tomó varios minutos encontrar las ganas, en algún lugar de su interior, para dejar caer los pies de la cama en el helado suelo de madera, lo que erizó su piel al contacto. 

Antes de abrir la puerta, trató de relajar las facciones de su rostro, y que así no parecieran destruidas por el dolor y el miedo que aún lo carcomían por dentro. Temía ser atrapado por su madre o alguien de su familia. ¿Y si el olor de Yifan había quedado impregnado en él? Rogaba que no fuese así. Si no, las horas que pasó sumergido en la tina durante casi toda la noche habrían sido en vano.

—Buenos días querido, te dejé tu leche servida. Está tibia, como te gusta. —Su madre acarició su cabeza, tratando de peinar con sus delgados dedos los sectores más rebeldes de su pelo.

—Gracias mamá.

—La lluvia está bastante fuerte y parece que no va a parar, así que no vayas a olvidar tu paraguas ¿está bien?

—Sí mamá.

—Bien cariño. —La mujer besó la frente de su hijo con suavidad y se dirigió a la otra habitación, donde comenzaría a planchar la ropa de su esposo e hija mayor como todos los días.

Las mañanas solo con su madre eran las que Jongin más disfrutaba. Su madre era el sol de su vida y no quería que nada oscureciera la sonrisa de su bello rostro. Esa era la razón por la que no quería que ella se enterara de lo ocurrido, jamás. Jongin podía soportarlo solo.

Antes de que su padre despertara y bajara a desayunar, Jongin ya estaba en la puerta principal, colocándose sin mucho esmero los zapatos y tomando el paraguas que su madre amablemente dejó en la entrada para cada uno de los miembros de la familia.

—Voy saliendo —avisó.

—Que tengas un buen día, cariño.

«Sí... Un buen día».

Al salir de su casa, el olor a lluvia era fragante, y el frío pegaba agradablemente contra su piel. La sensación tan placentera ayudó a despertarlo y a subirle un poco el ánimo. Miró la hora en su reloj de pulsera, y comprobó que aún le quedaba tiempo antes de ingresar a clases, así que decidió caminar un poco más lento.

En su camino, Jongin notó que la lluvia estaba formando en ciertas zonas hundidas del pavimento pequeños charcos de agua. No pudo evitar querer jugar en ellos, como cuando era niño. Miró hacia todos lados, asegurándose que nadie que lo conociera estuviera cerca, y saltó de uno en uno, salpicando sus zapatos y parte de sus pantalones de uniforme. Aunque fuera solo en su mente, una vez más podía ser ese niño feliz de hace tantos años que no le importaba nada más que jugar y reír; un niño que era feliz siendo ignorante de sí mismo.

It's you » SeKai | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora