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Lagrimales de plata chasqueaban la lámina, un coyote aulló a lo lejos, casi para presumir sus colmillos, y más en lo profundo de los prados, entre rocas enormes la luna entera como unas orbes felinas, amenazante y tripulante de lo feroz, siendo ésta, la portada de un vinilo de 1985. Como si algo afuera cabalgara, se oía de vez en cuando pequeñas rocas desprenderse y caer, algunas otras rodaban hasta el lago, los troncos viejos y vacíos, agujereados por polillas eran asechados por los musmones de tarros en espiral, sus pesuñas de tanto en tanto dejaban rastro en la tierra firme, quemando los pastizales, el lugar no estaba desierto, pero si lleno del oleaje de las ventosas.

Lore se encontraba sentada a la orilla de un risco, movía las piernas desnudas a la nada, como si tuviera ensartado sus dedos en agua clara, y lo observaba, admiraba una ultima vez el reflejo de sus ensueños, de lo que pétalos fueron una flor; las estrellas, aguardaban a lo que fuera a pasar, su cabello, de un rubio cenizo, tan quemado como sus pestañas de tanto llorar, mientras una guitarra en sus entristecidos pensamientos le susurraba, Lore inhalaba lo campestre, aun con leños tendidos en sus manos, sus uñas tallaban uno de los troncos despedazados, de nuevo volvía ahí, regresaba todas las noches a la misma hora a observar el fondo de las rocas que se moldeaban entre sí. Un búho descendió a una de las ramas de los árboles sin vida, y picoteó sus alas, quería ser testigo también del décimo séptimo episodio de la niña en las piedras.

Siempre fue una chica de campo, una ermitaña de nacimiento, no obstante, le encantaba la ciudad, era igual de firme que los pastizales miel, solo que claro, la lluvia de ahí erosionaba una atmósfera tétrica, no era armoniosa como en las montañas rocosas, sino como si se encontrara entre matorrales monstruosos con solo velas y candeleros como guías, esos escenarios podían romper cualquier alma sin espíritu aventurero, sagaz, valeroso, las fechas ahí cambiaban con constancia y el tiempo de tormentas ya era, por ello, la melancolía que abrazaba sus puestas de sol y madrugadas se debía por ese pequeño recuerdo, que no más había durado años, ella podría jurar que siglos, claro, estaba equivocada, tal vez fueron unas buenas décadas, los días se veían borrosos desde las memorias, solo podía saber que había sido real porque, aún conservaba el medallón, una bella pieza de plata, la figura que enfrascaba solía ser de relieves en proceso de oxidación, rezaban un canto griego y apellidos en latín, Samuelson y Gates; la profundidad de los símbolos arcaicos tenían origen desde las casas abandonadas donde merodeaban ambos, siempre iban acompañados de crucifijos, una ratonera bastante extensa, entre ellos, destacaba Poland, un joven de cabellos marrón almendrosos y ojos oscuros, un hermano desde antes del séptimo grado para el otro. Él era de esas personas directas, y serias, todo lo que dijera lo hacía, no era un cuentista, aun así, él también sabía ser un adolescente, y cuando se mudaron por un tiempo a OH por motivos musicales, eran un dúo muy extrovertido, Samuelson complementaba las barbaries divertidas de Poland, pero ambos, entregados a sus estudios, aprendiendo a leer partituras más complicadas, e innovando piezas en sus propias composiciones, en ese tiempo, en los 70's, Columbus era diferente, no solo era una región chica en ciertos términos, también se hallaba plagada del tierno surgimiento de músicos de distintas categorías, pero más edades.

Los días en los ríos y más adelante en las costas, les era un recordatorio de que, los shows de noche, las mañanas escapándose de sus hogares para juntarse con el sol y tostarse, pasándose días en las espumas, e yendo al instituto no fueron suficientes, la vida nunca era suficiente, nunca nos llenará por completo, eso lo aprendió en el instante en que vio por primera vez a Samuelson, con ese cigarrillo en su boca y una richardson beer, hubiera deseado verle de más cerca, lamentablemente el gentío era tal que no podía ir a ningún lado sin pasar a ser cuajada entre dos o más personas, y su vista no daba para más, era una cosa de veras lamentable, porque al echarle un primer vistazo, sus pupilas de inmediato volvieron por una segunda, no era alguien posible de ignorar, era el estereotipo anhelado en ese entonces: de una altura arriba del promedio, oro en espiral como cabello, y un rostro largo de moldeados de arcilla, una escultura fenomenal, los pómulos más efervescentes para ella, como dándole un realce a una obra ya perfeccionada, tenía también, la complexión adecuada, le hacia pensar en los kourai asimétricos, algo que Miguel Ángel no concebiría, pero que sí lo dejaría pensando, tal como ella al admirarlo, en ese entonces no había sonreído, entonces, cuál sería su sorpresa cuando lo hiciera, pero luego, los nervios se hicieron presentes, era el primer chico que hallaba que su apariencia fuera curiosa, y al que hacía que sus inseguridades ya sepultadas se renegaran a seguir ahí, los tipos guapos la ponían nerviosa, y la intimidaban; hizo de todas sus fuerzas para no pensar en eso, ciertamente, no venía preparada para la ocasión, era su primer encuentro con la punk rock scene, muy vanguardista y rabiosa para ese entonces, pero claro, no solo los nervios surgían porque sí, más bien porque Poland, estaba ahí, a lado de la escultura.

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2019 ⏰

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《AMUCK》Gar Samuelson─Megadeth, ONE SHOT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora