El juego del amor

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El juego del amor


Una vez más las hojas de los árboles comienzan a caer.

El sol todavía está presente, pero las frías brisas comienzan a acercarse. Todo a tu alrededor se tiñe de ámbar; el otoño ha llegado.

Sonríes. Tomas tu capucha y sales en busca de la mujer con la que has dormido la noche anterior. Tras media hora de caminata la frustración llega a ti, te preguntas en dónde se pudo haber metido. Sin embargo decides continuar con el recorrido a través de los jardines del cuartel.

Ha empezado a llover, las gotas gélidas se clavan como agujas en tu rostro. Pero no regresas, antes la tienes que encontrar.

Hay algo de lo que tienen que hablar.




[...]




No sabes cómo comenzó, pero se ha vuelto algo rutinario.

Después de un entrenamiento fallido, después de una de tus tantas peleas con Tony, después de un mal día, después de todo te alegras de que llegue la noche. Sabes que ella estará allí, en tu cuarto, esperándote; con su hermoso cabello pelirrojo recogido y su pijama corta de dos piezas.

Entonces sucumbes ante el deseo.

Pierdes la cabeza cuando ella se acerca a ti con esa gracia que la caracteriza; te dejas llevar cuando sus labios presionan los tuyos. El beso, que comienza siendo una mezcla de sutileza y sensibilidad, termina convirtiéndose en uno atrevido, pasional, exigente.

De pronto, todo lo que no sea sentir su piel sobre ti te deja de importar. Las prendas de ambos caen al suelo.

Tus manos recorren cada rincón de su cuerpo. No puedes distinguir dónde comienza ella y dónde terminas tú. La pegas a ti, piel contra piel, y aspiras su aroma como si se tratase de tu colonia favorita.

Te embriagan sus besos y eres adicto de sus curvas.

La besas con ferocidad mientras envuelves sus caderas. Ella toca tu abdomen con delicadeza, marcando lo que por derecho le pertenece.

Se separan lo suficiente para admirar el cuerpo ajeno. Ella es hermosa. Te sientes afortunado de tenerla a tu lado.

Nunca has visto nada parecido; deseas poseerla en ese mismo instante, y te preguntas si es que acaso ella ansia lo mismo. Por la mirada que te echa sabes que sí.

La besas, esta vez con urgencia, casi desesperación, y ella corresponde con el mismo ímpetu, enrollando sus brazos en tu cuello para intensificar el contacto. Tomas sus glúteos y la ayudas a enroscar sus piernas alrededor de tus caderas.

Juntos van a la cama donde terminan de hacer lo que han empezado diez minutos atrás.




[...]




Levantas el rostro hacia el cielo. Ha comenzado a llover.

Cierras los ojos. El viento revuelve tu cabello pelirrojo.

El juego del amorWhere stories live. Discover now