No creo en el amor, no en ese sentimiento que lo pinta todo de rosa y te hace ver las cosas en cámara lenta. El amor es miedo, es erotismo y miedo.
Cuando crees que te has enamorado de alguien es que realmente esa persona desata en ti la lujuria contenida y a la vez te provoca las ganas de huir del mundo y refugiarte en esa persona.
Cupido para mí es un auténtico enemigo. No veo concebible la idea de que un puto niñato con pañal sea capaz de hacer caer tan bajo a las personas. Sí, he dicho caer bajo por el simple hecho que es muy difícil ser cien por cien auténticos cuando tu sentimiento de estabilidad o felicidad depende de otra persona, otra carcasa de huesos y células.
Ahora pensaréis: “Esta se ha llevado más de una calabaza amorosa, por eso dice eso”. Pues sí, y por eso lo digo.
Cómo creo que ya he tenido bastante de este cuento, seguro que a alguno de vosotros también os pasa, he decidido volcar esa energía en hacer algo útil y no, no pienso hacer ganchillo ahora que viene el invierno, decido escribir.
Quiero decir escribir cosas largas y no, tampoco me refiero a escribir supercalifragilisticoespialidoso (hay que ver, se os tiene que explicar todo), quiero escribir novelas, esas típicas novelitas para cuarentonas aburridas, esas tórridas aventuras donde la señora de algún ricachón con apellidos ingleses le pone los cuernos con el jardinero, mozo de cuadra, fontanero macizo o cualquier trabajo viril, un requisito obvio es que el amante en cuestión tenga un nombre latino y cómo mínimo cuatro apellidos.
En mi mente pienso redactar los diálogos con acento mejicano, os aconsejo que si algún día leéis alguna novela del estilo, no tiene por qué ser la mía, también hagáis eso, siempre otorga un punto cómico al asunto.
Já, y para cómico sería si después de pasar algunas horas leyendo, se asoma vuestra madre por la puerta y os pregunta “¿Hija que quieres comer?”, y vosotros (digo vosotros por eso de femenino masculino, ¿O preferís eso de vosotras las personas? Bah cómo sea…) le contestáis “Ay madre, unas enchiladitas sabrosonas”.
Que risas cuando vuestra madre os mire cual madrileño por Cataluña, si si reíros, suelte esa retahíla de improperios y se vaya hablando sola hacia la cocina y diciendo: “Ves Juan, te dije que esa niña ve demasiado la televisión, todo esto es culpa del “facebuke” el “espotifi” y el puto pajarito azul ese”.
Y efectivamente queridos lectores (¿O queridas personas lectoras? A cascarla hombre…) todo es culpa de internet y todas las aplicaciones y páginas que por él nadan libres en el mar que es la red.
Por culpa de Facebook y sus estados constantes de gente enamorada, Tumblr y esas fotos tan amorosas, Spotify y las listas de reproducción sentimentales y que me decís de esos tweets tan pastelosos… por culpa de todo eso la gente que no tiene el placer de vomitar arcoíris de amor por una persona se ven catapultadas a escribir idioteces como servidora a las casi tres de la mañana.
Y eso es todo por hoy personas lectoras (¿Y si hay algún lector que no es una persona… sabia reflexión).
Vuelto a empezar.
Eso es todo seres lectores, mejor; ya sabéis, si vosotros también estáis en esta transición personal comentad y si no pues también.
Attentamente,
Una loca escritora.