Hace mucho tiempo, en una tierra muy muy muy muy lejana..., bueno, no es cierto, estaba cerca del lugar del comienzo de este relato, pero queda mejor si decimos que está lejos. En esa tierra tan tan tan tan lejana, había un pequeño reino, Panadería. Sus habitantes, variopintos personajes de todas las edades, sexos, razas y especies, eran especialistas en una sola cosa, hacer baguettes. Durante milenios, el pequeño reino progresó gracias a la venta de sus famosas piezas de pan, que eran manjar en todos los rincones de la tierra conocida. Una baguette con el sello del reino de Panadería era lo más similar a atestiguar que tenías entre tus manos el más suculento alimento que podrías comer jamás. Muchos intentaron rivalizar con el manjar Panadero, pero fue imposible. Cazadores con las más suculentas piezas, reposteros con enormes pasteles, agricultores con frutas y verduras, pero nadie era capaz de ejercer el poder embriagador de las baguettes... No fueron pocos los intentos de conseguir la receta, el secreto, la clave del éxito de Panadería. Por más que lo intentaron o insistieron, les fue imposible obtener la clave.
Se dice, popularmente, que no es oro todo lo que reluce, y podríamos hacer un símil con el dorado del pan de Panadería. Una sombra surcaba el cielo del reino de la harina... una sombra con forma de Rey... Sí, no todo en las tierras del oro comestible era fiesta, alegría y prosperidad. Desde el origen del reino, la familia Panriking había ostentado la autoridad bajo la protección del Rey, Pandemoldex. El Rey jamás salía de su palacio, prácticamente nadie lo veía, y las últimas cuatro sucesiones habían sido anunciadas mediante bandos públicos recitados en mitad de la capital, pero nadie ponía en duda que la situación no fuera algo común, pues, pese a que el reino era conocido en el mundo entero, nadie podía acceder a él. Estaban cerradas las murallas, no había acceso a las noticias y nadie quería salir al exterior. ¡Quién, en su sano juicio, querría renegar de las riqueza, paz y prosperidad del reino! Los clientes pagaban de manera correcta y adecuada, los artesanos panaderos que trabajaban como asalariados de la corona cobraban un cuarenta por ciento del beneficio obtenido, y la corona les suministraba de manera gratuita los ingredientes para la elaboración. Era el sueño de cualquier ciudadano.
Pero siempre aparece un loco en estas historias... y el nuestro se llama Panduro. El pobre Panduro era el único panadero del reino que no conseguía pasar el control de calidad de la corona. Sus baguettes siempre eran duras, nunca eran seleccionadas para ser exportadas. El chico, de apenas veinte años, estaba llegando al límite de su paciencia, no comprendía el conformismo de sus compañeros de gremio, no todo debía ser hacer pan...
Una mañana encontró una nota en su mesa de trabajo
PANDURO
¿Y SI EL REY NO ES QUIEN DICE SER?
TÚ ERES EL ÚNICO QUE PODRÁ BLANDIR LA BAGUETTE LEGENDARIA
¿Épica o legendaria?
YOU ARE READING
La Baguette Legendaria
HumorEn un mundo lejano, pero lejano lejano, de esos que miras y te da hasta pereza ir de lo lejos que está, aparece un arma legendaria que mostrará lo duro que es el Pan.