Prólogo

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Las manos me temblaban, desde hace unas horas no dejaban de hacerlo; llegue a pensar que se convirtió en una clase de tic nervioso. No es para menos, las cubre un color escarlata que bien podría ser vino tinto, pero; yo sabía, los policías también, los paramédicos, todos sabían que la sangre provenía del cuerpo tirado en el sótano. El que una vez fue la persona que más quise sobre la tierra se convirtió en la que más temía. Es cierto que jamás terminas de conocer a una persona al cien por cien, no importa si la conoces desde la cuna, todos ocultan una oscuridad muy en su interior.

Creí conocerlo como la palma de mi mano, fui tan tonta.

La cabaña, que un día me pareció sacada de un cuento de hadas, desde ése momento se transformó en la dueña de mis pesadillas que seguro me atormentarían por años.

Apenas prestaba atención a las insistentes preguntas del oficial Negrete, me encontraba en cuerpo presente; sin embargo, mi mente continuaba viajando a los hechos unas horas atrás. ¿Por qué? es lo que me preguntaba una y otra vez. Motivos para hacerlo nunca le di, insisto en que jamás terminas de conocer a alguien, ¿quién iba a pensar que él, el ser humano perfecto, llegaría a cometer semejante locura?

—¿Señorita? —preguntó dudoso el oficial. En su rostro pude notar cuan desesperado estaba por respuestas, aunque intentaba aparentar estar sereno— ¿Señorita De Santos? ¿está usted escuchándome?

Su pregunta no la escuché, siendo sincera no escuché ni una palabra.

—Perdón —levante la vista de mis ensangrentadas manos. Por su rostro deduje que mi apariencia era idéntica a la de una persona que debía ir a un manicomio. Él tendría que estarlo—. ¿Puede repetirme la pregunta?

Luego de un largo suspiro cansado dijo:

—¿Puede relatarme los hechos? ¿qué fue lo que ocurrió aquí?

Quería parecer tranquilo, Negrete pretendía a como diera lugar no mostrar indicios de frustración. Apuesto a que si pudiera me daría unas bofetadas para que reaccionara.

—Es una larga historia, oficial Negrete. Una muy larga —el cadáver que sacaban del sótano capto mi atención. Su cadáver.

—Tengo todo el tiempo del mundo, señorita. Quisiera poder entender qué llevo a una joven como usted a cometer tal acto —su tono de voz era suave, se inclinó apoyando los codos sobre la superficie de mármol que cubría el pequeño mostrador de la cocina.

Al igual que él también deseaba comprender. A lo mejor si narraba la historia desde un inicio, desde donde yo pensaba que habían comenzado a surgir todas las cosas que nos llevaron hasta ése momento, tanto la policía como yo encontraríamos la repuesta al gran ¿por qué?

—Preste atención, Oficial Negrete. Le contare todo. —aferre con fuerza la toalla sobre mis muslos. Minutos antes cubría mis hombros haciéndome recuperar el calor, comenzó a sofocarme asique mejor opte por quitármela.

—Bien. La escucho.

En el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora