➴ 肉体罪 ⌇ Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada. La justicia movió a mi alto arquitecto. Hízome la divina potestad, el saber sumo y el amor primero. Antes de mí no fue cosa creada...
No hay vuelta atrás, ya es demasiado tarde para salir de aquí. La serpiente que te espera fuera del jardín te envuelve, te ahoga, no te deja en paz.
Y no lo hará hasta que obtenga lo que quiere.
Esos umbríos ojos me miran con osadía, me desea, me pide a mí y sólo a mí que lo haga mío. Me está invitando a fundirnos en las llamas de la pasión oscura. Soy abrazado por aquella pálida piel de porcelana que alberga un sentimiento de necesidad, de algo que desconozco y que me asusta, pero cuando conecto con su mirada hosca me hace entender que sólo me necesita a mí y aumenta mi ego, mi soberbia crece al instante en que lo escucho clamar por mi nombre con urgencia.
Mis entrañas son hechizadas y me dejo ir por aquella naturaleza febril, por aquel turbulento océano plagado de sentimientos tenebrosos y desconocidos. Nadando en las aguas de la lujuria, ese maravilloso y etéreo ángel de las noches me induce en un sueño profundo del cual parece imposible salir, no sin darle algo a cambio. Y en cada roce me embarga un placer inmenso, una emoción de la que somos ignorantes, y temo. Tememos.
Tememos porque no sabemos qué, cómo, cuándo, en qué momento pasó.
Pero ya es tarde para reflexionar, para pararnos a razonar, porque ya estamos allí, envueltos por una cortina de oscuridad, un calor impresionante yaciendo sobre nuestra pelvis, nuestra anatomía abrazada fogosamente por la serpiente; la serpiente que nos incita a probarla, a probar del fruto prohibido.
Y sedo ante ella dejando que explore mi boca a su antojo cuando el veneno se traslada por mis venas, drogándome, colocándome en un estado de ebriedad en el que estoy cómodo, gozando de aquel momento de pereza en su plenitud, inmovilizando mis músculos, sin ganas de hacer nada, solamente deseando sentir más de aquello que comienza a explotar dentro de mí.
En mi paladar danza el nuevo sabor atollando mis papilas gustativas, mi centro arde avisando que necesita más de aquel fuego que se propaga por todo mi ser.
Mi cuerpo grita por más. ¡Quiero más! ¡Deseo más!
La respiración se me estanca en la garganta cuando siento sus delicados dedos bailar sobre mi piel, sus jadeos obscenos calan profundo en mi interior despertando un hambre voraz y avasallante que me descoloca y me deja en trance; no puedo evitar querer más, y más y más. La gula y la avaricia hacen acto de presencia, ambas susurrando en mis tímpanos que pida por más, que goce, que no comparta, que todo esto es mío y de nadie más.
Y nadie más tiene por qué sentir y experimentar esto que siento ahora mismo, aquel ser deslizándose por mi cuerpo, nadie más debería ser capaz de sentirlo, de olerlo, de saborearlo. La ira me invade de tan sólo imaginar a otro en el mismo lugar que yo. Pero aquí estoy yo, apresado por las cadenas de la pasión, siendo víctima de una fuerza mayor que somete mi espíritu a dejarse llevar. Y lo hago, me dejo liberar, dejo explotar toda esa bruma de pasiones, deposito todo dentro de él, quien absorbe cada gota de mi existencia hasta que no quede nada.
Y aunque el cansancio me invade y la inconsciencia asecha con dejarme rendido, no dejo de forzar mi vista a alimentarse maravillosamente por su grácil figura, por sus diabólicas curvas donde perdí la cordura, el deseo de apoderarme por completo de ese ser llenando mis entrañas. El verlo abandonar los aposentos donde me dejó poseer su cuerpo me angustia, la envidia me surge al visualizarlo con otro, dejándome para irse con otro preso de la lujuria que deseo apaciguar yo, sólo yo.
Entonces vuelve a aparecer la ira, la avaricia de no querer compartirlo; la gula de querer más de su cuerpo; la lujuria de volver a fundirme en él; la soberbia de volver a sentir que me pertenece y la envidia de que alguien más pueda estar disfrutando de él al igual que yo.
Un circulo vicioso del que ya no encuentro escapatoria.
Y del que no quiero escapar.
Porque yo no soy otro más que un pecador, un simple y ordinario ser humano que fue inducido al pecado por su rostro angelical, por sus caderas demoníacas y por el afrodisíaco cantar de su voz llamando mi nombre.
✦
· ° · ˚
· . · °
*
✦
· ˚ ·
. · ·
°
B E N V E N U T O A :
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
