2. La ley innata

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Como verán, este capítulo es bastante más largo que el anterior. El primero lo escribí en unas horas y a éste le he dado bastantes más vueltas, quería que quedase lo mejor posible. 

También he decidido seguir escribiendo desde el punto de vista de Irene. Primero porque es lo que mejor me sale, y segundo porque creo que de esta manera se mantiene mejor la tensión, sin saber qué es lo que pasa por la cabeza de Inés. 

¡Espero que disfruten leyéndolo tanto como yo escribiéndolo!

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Eran las 15:00 e Irene ya iba camino a Barcelona en el AVE. Llevaba toda la mañana sin poder pensar en otra cosa más que en su cita con Inés esa tarde. Habían quedado a las 19:30, pero Irene había cogido un billete pronto para ir con un margen amplio. Prefería tener tiempo para dar un paseo por Barcelona antes que quedarse esperando en su casa de Madrid, donde la consumían los nervios.

Intentó relajarse poniéndose algo de música. Ese día el cielo estaba nublado, así que se entretuvo mirando las nubes mientras las canciones se sucedían una tras otra. Entonces se acordó de algo que había dicho Inés durante la entrevista con Jordi: le encantaba Extremoduro. Y no sólo eso, había ido a muchos conciertos suyos. Se la imaginó cantando y bailando las canciones del grupo y, sin poder evitarlo, una sonrisa se dibujó en su cara. Pensó en concreto en la letra de su canción favorita, "Dulce introducción al caos", y más concretamente en la siguiente estrofa:

Mientras tanto pasan las horas

sueño que despierto a su vera

me pregunto si estará sola

y ardo dentro de una hoguera

Al pensar en estas palabras empezó a sentir un cosquilleo en el estómago y una extraña presión en la cabeza, así que decidió echar un sueñecito para intentar dejar de pensar. Al principio le costó, las imágenes del día del cara a cara no paraban de rondar su mente, pero finalmente el cansancio pudo a todo lo demás y se quedó dormida. Tuvo uno de esos sueños ligeros en los que parece que uno sale y entra de la vigilia y la atmósfera es un poco febril. La protagonista del sueño era, cómo no, Inés, pero todo lo que pasaba tenía un toque surrealista. Lo único que era nítido era que intentaba pasar tiempo con ella a toda costa, pero cuando parecía que iba a conseguirlo desaparecía de repente.

Se despertó angustiada cuando la megafonía anunció que estaban llegando a la estación. Al final no había podido descansar tan bien como habría querido, pero quizás con un paseo por la ciudad se le pasara un poco la fatiga. Echó a andar por las calles de Barcelona y al poco tiempo ya se encontraba bastante más despejada. Lo cierto es que le parecía una ciudad preciosa, y más aún cuando pensaba en Inés recorriéndola. ¿Qué calles frecuentaría? ¿Qué tipo de tiendas le gustarían? ¿Y sus bares preferidos? El de la última vez le había encantado, si tenía ese gusto para todo tenía que ser una maravilla salir con ella por ahí. En realidad, pensó, se conformaría con eso: con poder ser una buena amiga suya y que la incluyera en sus planes del día a día. Claro que ni siquiera era seguro que eso fuera a suceder. Tal vez Inés hubiera accedido a tomarse algo con ella un par de veces sólo porque estaba estresada por la campaña electoral y necesitaba desconectar con alguien. Al pensar esto, Irene volvió a sentir esa presión en la cabeza, así que dejó a un lado esas ideas y se sentó en la terraza de una cafetería.

Pidió un café con leche y sacó el periódico que había comprado en la estación. Pasó rápido las hojas de política porque en ese momento no le apetecía nada leer sobre ello. No quería tener que pensar ni en sus adversarios políticos ni, sobre todo, en sus colegas. Esa escapada a Barcelona había sido un gesto bastante arriesgado por su parte. Había tenido que mentir a su equipo y le producía cierta inquietud poder encontrarse a alguien conocido por allí.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2019 ⏰

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