Night changes

❁ཻུ۪۪⸙͎ 1. La noche cambia

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Aún recuerdo mi primera cita con Levi después de que comenzáramos a salir. Fue en una feria local que se instaló en el parque de la ciudad, aprovechando las fechas navideñas. Le insistí mucho por ir, ya que quería celebrar su cumpleaños con él, en un ambiente lleno de risas y luces. Según yo, todo saldría perfecto; pero terminó siendo lo contrario.

– ¡Hey! ¡Levi! –lo llamo al verlo frete a una tienda de algodones de azúcar, en la entrada de la feria, mirando su teléfono, seguramente verificando la hora.

– Mocoso –me saluda, mientras guarda su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón– de momento pensé que no vendrías.

– Perdón, me entretuve un poco y... –hago una pasa para mostrarle una sonrisa avergonzada– me perdí al venir...

– ¿Te perdiste? –pregunta con incredulidad y alzando una ceja sin poder darle credibilidad a mis palabras.

– Sí... –admito con tono bajo antes de reírme levemente por eso.

Luego de eso comenzamos a pasear por el lugar, mirando las festivas decoraciones, las brillantes luces y disfrutando del buen ambiente del lugar.

Admito que me encontraba bastante nervioso por la cita, y los nervios no hicieron más que aumentar al sentir la calidez de sus dedos al entrelazarse con los míos, a la vez que mantenía la vista en alguno de los juegos mecánicos, intentando aparentar desinterés, pero la manera en que apretó mi mano, me hizo darme cuenta que él también estaba disfrutando del contacto de nuestras manos.

Nos subimos a un par de juegos y todo iba de maravilla. Al ir caminando junto a los puestos, vi un gran oso de peluche de color café colgado, esperando que alguien lo ganara.

– ¿Lo quieres? –pregunta mi novio al notar que no he dejado de mirar al peluche, a lo que siento mis mejillas enrojecer.

– No, estoy bien –respondo con una pequeña sonrisa, a lo que le escucho chasquear la lengua.

– Uno por favor –le pide al chico del puesto, dándole un billete para jugar, a lo que yo le miro con sorpresa– a kilómetros se nota que lo quieres –dice alzándose de hombros al tomar el rifle– ¿Cuántos tiros para el oso?

– Treinta –responde el chico recargándose en un poste de luz junto a su puesto– tiene cinco tiros; yo le recomiendo tirar a los patos de diez, así solo necesita tirar tres. Bueno, eso si logra darle a uno –susurra lo último con una expresión maliciosa en su rostro.

Mi vista viaja a mi novio que ya se encuentra en posición y con el ojo pegado a la mirilla, esperando el mejor momento para disparar. Atrás de nosotros hay otro par de parejas que al igual que yo observan atentos a Levi, expectantes por su movimiento.

Un primer disparo, otro y otro. En menos de tres segundos Levi ha disparado y acertado en los tres patitos de hule que llevaban la marca de "10" en su espalda.

El chico del puesto mira con los ojos como platos y la boca levemente abierta, debido al asombro a mi azabache, al igual que el par de parejas detrás de nosotros.

– ¡Eso fue increíble, Levi! –exclamo lanzándome a abrazarlo– ¿Cómo lo hiciste?

– Buena puntería –contesta sin darle importancia.